madrid
Actualizado:El 15 de agosto de 2021 la vida de millones de personas cambió. No fue en Nueva York, ni en Londres ni en Madrid. Fue en un país de Oriente Medio que inundó las pantallas de las televisiones occidentales durante solo algunos días. Después
todo se desvaneció. Lo que había sido un boom mediático se quedó simplemente
en eso. Llegaron otras tragedias, más cercanas, más apremiantes para los
medios de comunicación occidentales, como la guerra en Ucrania o la tensión entre EEUU y China. Este 15 de agosto se cumplía un año de la toma de poder de Afganistán por parte de los talibanes. El miedo volvió a ser el tensor de la sociedad afgana mientras el poder talibán celebraba por las calles su victoria.
Público ha hablado con dos personas que salieron de Afganistán con lo puesto.
Sabiendo que los talibanes los tenían fichados como objetivos claros. Sus vidas, y posiblemente las de sus familias, estaban amenazadas de muerte. Uno, por ser colaborador de la embajada española en Kabul, el otro, por ser juez antes de que se aplicase la ley Sharía o ley islámica.
Los dos son cabeza de familia y casualmente, se llaman igual, Sayed. Sayed Habibullah hacía labores de traducción y gestión local para los militares españoles, y Sayed J., el juez, (del que no diremos su nombre completo por seguridad), tenía un puesto importante en la judicatura afgana y había aplicado la ley contra los talibanes. Llevaba diez años trabajando como juez y además, desde 2016, ocupaba un cargo importante en el departamento de seguridad del país. Al ser derrocado el gobierno afgano, algunos de los talibanes a los que había juzgado ocupan ahora plazas de instituciones públicas.
El juez Sayed tenía que acudir regularmente a una prisión de máxima seguridad en donde estaban encarcelados líderes talibanes. Sabían quién era porque él
mismo los había juzgado. Por esto, su vida, con el retorno del régimen, estaba en una situación de máximo peligro. En los primeros días tras la toma de poder, los talibanes empezaron a buscar a sus enemigos. El juez Sayed vivía con su esposa Monisa, sus dos hijas y su madre. Monisa trabajaba en un colegio de primaria en Kabul. "Teníamos una vida normal y tranquila hasta la toma de Kabul", cuenta a Público entristecido Sayed. Él trabajó con normalidad hasta la caída de la capital afgana, entonces se escondió en casas de amigos y cambió su apariencia. Monisa dejó de trabajar y sus hijas dejaron de ir al colegio. El antiguo Gobierno afgano se pone en contacto con ellos para alertarles de la situación.
La familia abandona Afganistán en dos turnos. Primero, el padre, en noviembre de 2021, después, el resto de la familia en enero 2022. Sayed lo hace cruzando la frontera a Pakistán de noche, escondiéndose entre las piedras. De ahí, un coche le lleva a Islamabad, la capital de Pakistán, en donde tiene un contacto que, a su vez, conoce a una mujer española residente en Barcelona que puede ayudarles. Sayed envía su documentación a esta mujer que consigue que la embajada española en Islamabad le conceda el visado para volar a España. Después, su familia hace el mismo proceso escapando de Afganistán a Pakistán y de ahí, a nuestro país.
"Llegaban a cada una de las provincias, los secuestraban y luego echaban su cadáver en la calle", relata Sayed.
Sayed Habibullah, intérprete y traductor para los militares españoles destinados en Afganistán, relata a Público cómo sus vecinos le salvaron la primera vez que los talibanes vinieron a por él. "En los primeros días cuando las provincias cayeron en manos de los talibanes, empezaron a buscar a personas que trabajaban con los militares extranjeros y a miembros de las fuerzas armadas afganas. Llegaban a cada una de las provincias, los secuestraban y luego echaban su cadáver en la calle". Habibullah y su mujer estaban aterrados, por eso deciden huir. "Los que han trabajado como yo con los extranjeros y, especialmente, con los militares, teníamos miedo de que llegaran a Kabul e hicieran lo mismo. Y eso hicieron. Vinieron a buscarme, no conocían la casa pero sabían que vivía en el barrio. Preguntaron en la panadería y los vecinos me ayudaron, dijeron que yo no vivía allí e inmediatamente me llamaron para alertarme. Me dijeron que no saliera y que si lo hacía fuera a escondidas", cuenta Sayed a Público haciendo memoria de los peores días.
Sayed se fue a vivir a casa de su suegra. Vinieron dos veces a buscarle a su casa. No esperó una tercera. "Estuve muy asustado y mi mujer estaba aterrorizada". Los militares españoles estaban en el puerto militar de Kabul, Sayed intentaba llegar a ellos para ser evacuados pero la cantidad de personas que pedían ayuda era tanta que no conseguían acceder a la zona. Los militares españoles en coordinación con los estadounidenses abrieron un nuevo camino para poder evacuar a sus colaboradores y el día 21 de agosto, la familia de Sayed recibió la nueva ubicación a donde debían llegar. "Salí en el coche entre las mujeres de mi familia para que no me reconocieran, después tuvimos que ir andando dos horas buscando en el mapa la ubicación, no funcionaba Internet".
Al llegar a España, ambas familias son acogidas por la Cruz Roja Española. La de Sayed, el juez, en Salamanca. La de Sayed, el traductor, en Murcia. Al ser traductor, Habibullah ya conoce el idioma y consigue rápidamente un trabajo a través de uno de sus contactos militares en España. "Me tocó Murcia. Empecé a conocer a gente bajo el paraguas de Cruz Roja y en seis meses ya me concedieron el asilo político. Todos nos recibieron con los brazos abiertos pero la segunda fase era buscar trabajo. Nadie te ayuda realmente con eso, así que un militar, al que se lo agradezco mucho, me consiguió trabajo en Zaragoza y me cambié de región". Ahora es auxiliar de almacén en un laboratorio, nada que ver con lo que hacía antes ni con su título, estudió Filología Hispánica en la Universidad de Kabul, pero gracias al puesto puede mantener a toda su familia. Ellos aún se están adaptando al idioma y los niños acuden a clase con normalidad. "No era la experiencia de trabajo que yo tenía pero para empezar de cero, está muy bien y estoy contento".
Sayed, juez, y su familia, están aprendiendo poco a poco el idioma de mano de Cruz Roja Salamanca que los acoge. Desde su llegada los adultos de la familia se han incorporado a clases de español y los menores están escolarizados. Toda la familia se ha volcado en integrarse de lleno en la comunidad y gestionan con autonomía tareas burocráticas y de la vida cotidiana. Cada día es un paso más para volver a una rutina. En el futuro, Sayed y Monisa quieren homologar sus títulos universitarios para poder ejercer su profesión en nuestro país.
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