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BARCELONA.— Ocho de los diez barrios con menos recursos de Barcelona se encuentran al distrito de Nou Barris y Ciutat Meridiana es el máximo exponente. Hacerse una idea rápida de la morfología de la zona es complicado porque está dividida en diferentes niveles conectados entre sí con escaleras de piedra. Escaleras y más escaleras. Filiberto Bravo, miembro de la Asociación de Vecinos, explica que el gobierno de Hereu prometió que destinaría una partida de un millón de euros a construir ascensores, “sobre todo para que la gente mayor que vive en los bloques de abajo pudiera acceder a los comercios”. Pero este proyecto, a día de hoy, no se ha ejecutado.
Tanto en la parte alta como en la baja, la situación se asemeja. Muchos negocios cerrados y algunos comercios con la persiana bajada a las cinco y media de la tarde. La Plaça Roja, centro neurálgico de Ciutat Meridiana, ha ido perdiendo progresivamente la actividad que había consolidado años atrás y sólo han sobrevivido, haciendo malabares, las tiendas de comestibles. Las tiendas de ropa y de muebles han ido desapareciendo, los bares están prácticamente vacíos y los parques infantiles, inacabados. “Este es buen un ejemplo de la dejadez política que sufrimos en el barrio”, continúa Bravo. “Hace ocho meses, el Consistorio se llevó los equipamientos de juego porque estaban en mal estado y todavía no nos los han vuelto”.
La precariedad incrustada en Nou Barris
El paro, que en Nou Barris es ocho veces superior que en el Distrito de les Corts, es otro de los problemas que los vecinos afrontan cada día. María trabaja en un badulake desde las 9 de la mañana hasta las 10 de la noche. No cierra a mediodía porque le supondría pérdidas, pero dice que con la crisis económica ha bajado mucho el consumo. Los comerciantes no hacen caja y se quejan de que la gente no compra, “porque no tiene dinero”, puntualiza el representante vecinal: “Es la pescadilla que se muerde la cola”.
Muchos de los residentes en Ciutat Meridiana trabajan en negro o por sueldos que no superan los 500 euros, algo que no sólo afecta a su capacidad de gasto, sino que también los hace vivir auténticos episodios de precariedad. “Ayer una vecina me decía que se le había estropeado el grifo de la cocina y no tenía dinero para arreglarla, así que tenía que coger el agua de la bañera y volcarla a la pila”, explica Bravo: “Puedes encontrar situaciones muy serias”.
Los comerciantes no hacen caja y se quejan de que la gente no compra, “porque no tiene dinero”
Desde el estallido de la crisis, unas 900 personas han acudido a la Asociación de Vecinos para pedir una vivienda. El acceso a los pisos es otra barrera para Ciutat Meridiana. A pesar de que el precio de las casas allí es cinco veces inferior que en Pedralbes, el barrio era conocido como Villa Desahucio. Durante una época había tenido hasta cinco desalojos de media a la semana entre los vecinos. La Unidad contra la Exclusión Residencial (UCER), creada por el Ayuntamiento para afrontar la emergencia habitacional, ha ayudado a paliar la situación, pero cuando los propietarios no están dispuestos a negociar, el vecindario sigue movilizándose para evitar, o como mínimo, retrasar el momento en el que se les echa de sus casa.
Paralelamente, cada vez es más común que varias unidades familiares se agrupen en un solo hogar donde no tienen un espacio mínimo para vivir dignamente. “Hoy mismo una vecina contaba que está viviendo en casa de sus padres y duerme en el suelo con su hija, porque no tiene otro sitio”, expone Filiberto Bravo.
Durante los años más duros de la recesión económica, el movimiento vecinal también tuvo que intervenir en la alimentación, “porque había niños que se desmayaban en las escuelas y en la biblioteca”. “Si montábamos una comida gratuita, veías que la gente venía con ansia, comían un plato detrás el otro, no era normal”, recuerda Bravo. Actualmente, la Cruz Roja gestiona este servicio en Ciutat Meridiana y muchos vecinos son enviados al centro DISA de Nou Barris, un local de distribución de alimentos y ropa que el Ayuntamiento cedió a ocho parroquias.
La adversidad ha unido a los residentes del barrio y, cuando las respuestas no vienen de las instituciones, el tejido asociativo se organiza. En este contexto han emergido diferentes proyectos que trabajan sobre el territorio con la voluntad de procurar unas condiciones mínimas para los vecinos y vecinas. Un ejemplo es la asociación Petit Sol, que hasta el pasado mes de noviembre, ha contribuido a cubrir las necesidades más inmediatas de 100 familias con menores de tres años a cargo, a las que ayudaban con leche y pañales. Su presidenta, Pilar Murteira, cree que medidas impulsadas por la administración como la renta garantizada infantil han servido para calmar la situación, pero que a pesar de “la buena voluntad”, a la hora de ejecutarlas “se tarda muchísimo y es el momento de pasar a la acción”.
A través de talleres de risoterapia, yoga, teatro o visitas a los museos, acercan los niños a la cultura “y a la posibilidad de ver que la vida no sólo es tristeza y ajustarse el cinturón”
La asociación La Indomable es otro de los proyectos que ha surgido ante la emergencia social de Ciutat Meridiana. Se ocupa sobre todo de la infancia en riesgo de exclusión y trabaja principalmente en la organización de espacios para las épocas de vacaciones. “El ocio es la excusa, porque además de hacer que los niños y niñas se lo pasen bien, nos aseguramos que durante los periodos que no hay escuela también tengan garantizado el almuerzo, la comida y la merienda”, explica su presidenta, Mirta Manzetti.
A través de talleres de risoterapia, yoga, teatro o visitas a los museos, acercan los niños a la cultura “y a la posibilidad de ver que la vida no sólo es tristeza y ajustarse el cinturón”. También les descubren nuevas experiencias, como comer en un restaurante, una actividad que muchos de ellos no habían hecho nunca. “Pedralbes tendrá mejores indicadores de todo que nosotros, pero en participación y ganas de salir adelante no creo que nos gane nadie, esta es una medalla que nos podemos colocar”, comenta Manzetti.
El barrio de la provisionalidad
Estas entidades califican Ciutat Meridiana como “el barrio de la provisionalidad”. “Somos los primeros en entrar a la crisis y los últimos en salir”, explica Pilar Murteira, “nos hemos acostumbrado a que nuestro nivel de vida haya bajado mucho y a tener unas instalaciones deficientes”. Ejemplos hay muchos: la Asociación de Vecinos está en barracones, el club de petanca se ubica en una roulot, la zona deportiva es provisional, las entidades se reúnen en el centro cívico porque no disponen de un espacio físico donde encontrarse y el casal de los abuelos está situado en los bajos de un piso. Quizás por eso, el barrio tiene la sensación de haber quedado excluido y abandonado. “Te pondré un ejemplo sencillo: tú coges el tren, entras a Barcelona y te pone ‘Barcelona Sants’, ‘Barcelona Plaça Catalunya’ o ‘Barcelona Arc de Triomf'”, explica Filiberto Bravo, “pero cuando llegas aquí, esto es simplemente 'Torre Baró- Vallbona’. Nosotros ya no somos Barcelona”.
“Pedralbes tendrá mejores indicadores de todo que nosotros, pero en participación y ganas de salir adelante no creo que nos gane nadie”
Los vecinos están cansados de “parches” y reclaman apuestas políticas transformadoras e integrales. “Yo no me pondré por bandera que somos el barrio con la renta más baja de Barcelona”, sentencia Pilar Murteira, “seguiré reclamando que nos devuelvan nuestra dignidad”.
Pedralbes, un barrio para las rentas altas
Veintiocho paradas de metro más allá, se ubica el barrio de Pedralbes, caracterizado por grandes avenidas, pocos comercios y algunas zonas con enormes casas señoriales, ocupadas por personas que no han notado los estragos de la crisis. Si la media de la renta familiar disponible de Barcelona es de 100, en el barrio se sitúa en 250,5. En el otro extremo aparece Ciutat Meridiana, con 34,5. Aunque también hay viviendas más modestas, el precio del metro cuadrado en Pedralbes es el más caro de Barcelona. “Un piso de 90 metros cuadrados puede costar tranquilamente unos 2.000 euros de alquiler, y ahora ha subido todavía más”, explica Marta Blanco, vecina del barrio, “pero la parte buena es que la zona es muy tranquila, tiene áreas verdes y no escuchas ni un coche”.
Según los datos de la Secretaría de Vivienda de la Generalitat, Ciutat Meridiana es el barrio con los alquileres más bajos y sus habitantes pagan, de media, 373 euros por un piso. En Pedralbes, en cambio, el alquiler sube hasta los 1.700 euros mensuales. Por ello, sólo las rentas más altas de Barcelona pueden permitirse el lujo de instalarse en este exclusivo barrio.
Un barrio con poca vida vecinal...
A pesar de que la tranquilidad es uno de los elementos que los residentes ponen en valor, la carencia de actividad hace que estén muy atomizados y que no haya cohesión social. Quitando las horas punta por la mañana, cuando los padres llevan los hijos a la escuela y por la tarde, cuando pasan a recogerlos, hay poca circulación. La mayoría de vecinos trabajan fuera del barrio y su rutina se queda en ir de casa al trabajo; no se encuentran en las plazas, no hacen vida en las calles. El tejido asociativo y vecinal es débil y según el presidente de la Asociación de Vecinos, Lluís Sanglas, “esto se explica porque sufrimos una carencia importante de equipamientos”.
“Es el principal problema del barrio, que no hay núcleos de reunión, no tenemos un centro cívico propio, ni un mercado, ni instalaciones deportivas”, comenta. Tampoco hay oferta de ocio y esto hace que los jóvenes se desplacen hacia zonas céntricas o hacia Sarrià para relacionarse entre ellos. “Puedes encontrar algún club de tenis y gimnasios muy pequeños, pero no tenemos cines, ni muchos restaurantes o bares de copas”, concreta Blanco.
Pedralbes tiene la apariencia de una gran urbanización con poca vida comunitaria y sin espíritu de barrio, pero para revertir esta lógica, desde la Asociación de Vecinos impulsan proyectos como el Mercat de Nadal [Mercado de Navidad], una carrera solidaria o una feria de arte, y han podido comprobar que tienen buena acogida. “Cuando se montan actividades o cuando hay un problema, la gente se moviliza”, explica el representante vecinal. “Cuesta más que en otros barrios pero lo vamos consiguiendo despacio”.
La precariedad y las dificultades en el acceso al trabajo y a la vivienda tienen muy poca incidencia en Pedralbes. De hecho, la tasa de paro de sus residentes, por ejemplo, es cinco veces inferior que la de los vecinos de Ciutat Meridiana. Pero, salvo las distancias, los habitantes de Pedralbes también han sufrido los efectos de la crisis, o así lo asegura Teresa Porredón, miembro de la Asociación de comerciantes Mirall de Pedralbes. “La gente vigila más lo que gasta, hemos notado una bajada en el consumo en los últimos años y también en el número de asociados, que no les va bien pagar las cuotas”, explica.
El tejido comercial en Pedralbes es muy reducido y el principal eje de negocio sólo ocupa una única manzana. Los pocos comercios de toda la vida se mantienen y los espacios que han quedado vacíos son absorbidos, principalmente, por cadenas de panaderías. La carencia de tiendas diversas hace que mucha gente se desplace fuera del barrio y que el pequeño eje tenga poca vida. Como propietaria de la tienda Estel, ubicada en la calle Capitán Arenas, Porredón dice que la gente con más recursos acostumbra a ir a tiendas más exclusivas y que por la zona se mueven, sobre todo, “los residentes, que son gente del barrio de toda la vida, algunos pocos turistas y extranjeros que trabajan en el servicio dentro de las casas”. “También ha habido gente que ha tenido que irse porque el alquiler o los gastos de comunidad eran muy altos y no los podía asumir”, continúa, “ la crisis se ha notado”.
…pero lleno de escuelas
Aunque hay una carencia de equipamientos y de comercios, Pedralbes está plagado de centros educativos y universidades. La degradación de Ciutat Meridiana se ha ensañado con los niños y sus posibilidades de futuro, pero en cambio, los niños y niñas de los barrios ricos parten de una situación ventajosa. Por cada diez universitarios del barrio de les Corts, hay uno en Nous Barris. Esto hace que, de entrada, unos opten a puestos de trabajo mucho más calificados que los otros. Además, los estándares de las escuelas tampoco son comparables. Muchas de las que están situadas en Pedralbes son concertadas, pero en la exclusiva Avenida Pearson se encuentran centros de élite privados, como el IESE Bussiness School, el Colegio Mayor Universitario y la Zürich Schule, o el Colegio Abat Oliva y el St. Paul’s School, concertadas ambas excepto el bachillerato, que es privado.
“No se entiende que en una ciudad con el prestigio que tiene Barcelona haya esta desigualdad”
La abundancia de escuelas ha hecho que los vecinos reivindiquen el transporte público. Más de 50.000 coches atraviesan cada día el corazón de Pedralbes y “esto es peligroso”, ya no sólo por la contaminación, sino porque los niños “tienen que poder disfrutar de unos caminos escolares seguros”, reclama Lluís Sanglas. También creen que el alumbrado es insuficiente porque los niños y jóvenes pasan por calles muy anchas donde las casas están separadas y “hay sensación de inseguridad”.
Para el representante vecinal, el Ayuntamiento tendría que impulsar un plan de choque para reducir las desigualdades entre barrios, sobre todo en cuanto a la educación, la pobreza extrema o la carencia de vivienda. “Estos problemas son muy graves y se tiene que destinar más recursos en las zonas que los sufren”, afirma. “Hay unos mínimos que todo el mundo tiene que tener cubiertos y no se entiende que en una ciudad con el prestigio que tiene Barcelona haya esta desigualdad”.
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