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El autobús 32 vincula el centro de Sevilla con el Polígono de Sur y el Polígono Sur con el centro de Sevilla. 45 minutos, con un tráfico normal, separan La Campana, donde brillan las luces que pagan las grandes marcas que conforman el capitalismo global y unifican la estética del centro de las ciudades, de una de las zonas más empobrecidas del país, un caso extremo de segregación social.
En el centro, plagado de turistas, uno se topa con facilidad con las máquinas de limpieza, se puede caminar sin tropezar con una cantidad excesiva de bolsas de plástico, de latas de refresco, de bolsas de pipas.
En un parque infantil, al lado de la barriada Murillo —el Polígono consta de seis barrios— la basura se acumulaba este jueves en las esquinas, sin recoger. Lo mismo sucedía en numerosas calles, según pudo comprobar Público.
En estas circunstancias, la gente cuida su propio entorno. Con la escoba y la fregona en la calle, mujeres, en su mayoría, no hombres, barren y friegan lo que pueden. Mantienen en orden, al menos, contra viento y marea, la entrada de su casa.
Basta así una sola mirada, nada más bajar del autobús 32, para ver que el Estado —Ayuntamiento, Junta y Gobierno— no ofrece en este lugar los servicios de una calidad e intensidad equiparables a los que existen en otras zonas de Sevilla.
"Lipasam sí viene. Se limpia, pero papeleras no hay", afirma P., vecina del Polígono Sur, que no quiere dar su nombre. "Yo vivo aquí", aporta como argumento para no darlo. P. trabaja como limpiadora cinco días a la semana fuera del barrio, asegura a Público.
En el ojo del huracán
El Polígono Sur está de nuevo en el ojo del huracán, después de que la semana pasada se produjera un tiroteo con armas de grueso calibre tras un "vuelco" de droga, según el Gobierno, y de hasta tres actuaciones policiales, en las que participaron 300 agentes de Policía.
El delegado del Gobierno, Pedro Fernández (PSOE), hizo balance este jueves de la actividad policial: once detenidos por tráfico de drogas, tenencia ilícita de armas, defraudación de fluido eléctrico y robos con fuerza, cinco armas decomisadas y 21 plantaciones de marihuana, con unas 5.000 plantas, destruidas en el Polígono Sur de Sevilla.
"Ante los acontecimientos violentos, hemos guardado un prudente silencio para no participar del circo mediático, que solo busca el morbo, ni de la algarabía política, que solo busca descargar la responsabilidad en el adversario", afirma la plataforma vecinal Nosotros también somos Sevilla, de la que es portavoz Rosario García.
"La violencia que padecemos no es la causa de los problemas del Polígono Sur, es la consecuencia de las decisiones políticas que se han tomado durante años y siguen tomando", agrega la plataforma.
Los vecinos están ya hartos de una forma de mirar el barrio "racista, antigitana y aporofóbica" —en palabras de la excomisionada del Polígono Sur, la profesora de Psicología en la Universidad de Sevilla Mar González. "Se produce una estigmatización interseccional, es la conjunción de ambas cosas, de población gitana o asimilada a gitana, y pobre", agrega.
"Eso sí existe. Esa mirada por encima. No puedo decir fuera del barrio que soy de aquí. Porque si de entrada lo digo, ya no te cogen. Te analizan sin conocerte. De que no eres como otras personas", afirma P. en conversación con Público.
"Nadie tiene la valentía de decir que los guetos [una palabra utilizada por el alcalde de Sevilla, José Luis Sanz (PP), durante la polémica posterior al tiroteo] se construyen con una voluntad política", abunda el investigador Miguel Ángel Vargas, que vive y trabaja en el Polígono Sur desde hace cuatro años.
"Al alcalde le hemos dicho —asegura P.— que, para empezar, la delincuencia también se quita dando puestos de trabajo en condiciones, no trabajos de hojalata para ponerse la medallita. Dicen: Vamos a dar un fondo pa dar cursos. Que se formen y lo ponen en letras grandes. Pero no llega nunca a conseguirse ese puesto de trabajo para que una familia tire p'alante con su casa. Dan contratos de tres meses y ya está".
"No será posible —analiza Vargas— abordar el problema de la gentrificación y la turistificación sin abordar el problema de los seis barrios [los más empobrecidos de la ciudad]. Para que tengamos las cifras que tenemos de turismo, Sevilla necesita el Polígono Sur".
"Es una cuestión de ciudad, del modelo de ciudad al que Sevilla se enfoca. Para que haya una ciudad justa tiene que haber un abordaje de cómo se ha construido Sevilla y de cómo se sigue construyendo. Las dinámicas se siguen reproduciendo", afirma Vargas.
"¿Por qué no ha funcionado el plan integral del Polígono Sur? Porque necesitan al Polígono Sur como cuarto trastero de Sevilla. Les es necesario para esconder la pobreza y la exclusión que generan las políticas de empleo, de vivienda, de educación, salud y todas las demás que utilizan", añade la plataforma a la que pertenece Rosario García.
Estas tesis engarzan con las investigaciones del geógrafo y profesor de la Universidad Pablo de Olavide Francisco José Torres, que resume en el trabajo Polígono Sur en Sevilla, historia de una marginación urbana y social: "Las acusadas desventajas actuales [del Polígono] enraízan en la concentración de población empobrecida que representó el proyecto urbanístico original: un polígono de viviendas sociales en la periferia de la ciudad, construido fundamentalmente entre los años 60 y 70".
"En él se realojaron muchas familias —continúa el estudio— humildes de distintas procedencias, desahuciadas de barrios históricos o provenientes de poblados chabolistas, refugios o infraviviendas, que sufre con mayor intensidad los diferentes momentos de crisis y que, durante largos periodos de tiempo, es desatendido por la Administración".
"Lo que hay es lo que hay, un barrio con mucha gente, hay una gran mayoría de personas responsables y hay una serie de gente que no trabaja", afirma P.
"La orientación de la política urbana y los fenómenos que se vinculan con el funcionamiento del mercado de la vivienda, las operaciones especulativas y posibilidades residenciales (planificación y zonificación social, renovaciones y recualificaciones, gentrificación y turistificación, deterioro y marginación...) manifiestan mecanismos determinantes en la consolidación de la segregación urbana", analiza el profesor en su trabajo.
Una comisaría en el barrio
Nadie niega la necesidad de la presencia policial en una zona donde existe la droga, donde se vende y se compra con tremenda facilidad, y donde, en los últimos tiempos, han proliferado las plantaciones de marihuana. De hecho, una de las reivindicaciones fundamentales del barrio, que ha sido incumplida sistemáticamente por el Gobierno de España, ha sido una comisaría de Policía Nacional en el barrio.
Esto formaba parte del Plan Integral al que hace referencia la plataforma Nosotros también somos Sevilla, que, a pesar de haber creado la figura del comisionado del Polígono Sur, que aún sigue en pie, y de haber logrado algunos éxitos, no ha terminado de cuajar, sobre todo, debido a renuncias estratégicas y a no perseverar en los programas en marcha que empezaban a funcionar.
La excomisionada plantea: "¿Todo es un problema de Policía?". González responde: "Obviamente no". "A veces —añade González—, parece que solo se habla de Polígono Sur para hablar de la Policía, y con una mirada represora. Es no ver las fortalezas del barrio, tiene muchas: hay capacidad de coordinarse y de lucha. A este barrio le han dado todas las tortas del mundo, pero es resiliente y ha luchado por salir adelante".
"La comisaría fue una gran lucha, hubo concentraciones, manifestaciones, todo el mundo estaba a una, profesionales, movimiento vecinal: todos pedíamos la comisaría dentro del barrio y la sacaron fuera por pura ideología. No les dio la gana de ponerla dentro. La Polícía tiene que estar presente. Hay problemas con la droga, hay venta, cultivo de marihuana, la hay. Y todo eso solo se puede combatir si el barrio se fortalece y siente la alianza de la Policía", añade.
"El cambio de mirada hay que gestarlo. Todo tiene que ver con la mirada que posamos sobre el barrio, las de las propias personas que tienen responsabilidad en lo que ocurre. La ciudad tiene que mirarnos de otra manera y el propio barrio se tiene que mirar de otra manera. Hay gente acostumbrada a la exclusión multinivel en la que viven. Las Vegas, Las Tres Mil, los de fuera cuando dicen Las Tres Mil no reconocen la dignidad de la zona", analiza González.
Desigualdad, muros
El Polígono Sur comprende seis barrios —La Oliva, Las Letanías, Murillo, Antonio Machado, Martínez Montañés y Paz y Amistad— y casi 9.000 viviendas —la zona conocida como Las Tres Mil es el número de pisos que hay en Murillo, una de las barriadas—. En torno a 30.000 personas habitan allí, según las cifras del padrón, pero es difícil saber cuántas viven realmente.
Dentro del barrio, hay desigualdades. "La barriada La Oliva presenta una situación similar a la de otros sectores urbanos plenamente integrados o no vulnerables, casi todas las secciones de Las Letanías, junto a las de Paz y Amistad, reflejan desventajas relativas, mientras que barrios como Murillo, Martínez Montañés y Antonio Machado acogen las poblaciones más desfavorecidas, en un nivel grave y muy grave", recoge el profesor Torres en su estudio.
"Para comprender lo que sucede en el Polígono Sur es clave entender cómo funciona el racismo. Es también una jerarquía de poder, que es la que permite que sigan existiendo barrios como este. Necesitamos abordar una cuestión clave. Y hay una: los gitanos viven diez años menos de media, a nivel europeo. Tenemos una población en Sevilla que vive diez años menos. Eso no se debe aceptar", afirma Vargas.
"El Consejo de Europa define el antigitanismo no solo como el que existe hacia las personas gitanas, sino también hacia aquellos que son percibidos como gitanos", agrega el investigador.
"Los elementos físico-espaciales, el capital social y comunitario y la movilización ciudadana y acción institucional no han propiciado suficientes cauces de transformación; más bien han ido convergiendo, con distintas orientaciones en cada momento, en la perpetuación del deterioro del barrio, si no general, sí relativo y focalizado y en el agravamiento de su estigma", escribe Torres.
Uno de los símbolos del aislamiento, de la segregación de la zona es el muro y las vías del tren que separan el Polígono Sur del barrio adyacente de Bami, donde se ubica el Virgen del Rocío, uno de los hospitales más grandes del país.
"Esos muros físicos no son tan grandes de atravesar como los muros psíquicos, los de prejuicios. El Polígono Sur solo está así porque existen esos muros que lo ocultan del resto de la ciudad. El resto de la ciudad ve el muro como una defensa. Así se sigue incrementando la exclusión y un gran estigma", afirma González.
Además de los procesos de trabajo y la alianza con la gente, palabra clave para la excomisionada, "hay tres grandes cosas que hacer de las que cuestan dinero, las que tienen que ver con el presupuesto. La comisaría, aún están a tiempo de poner una accesoria durante 24 horas dentro del barrio; el soterramiento de las vías [unir el Polígono con Bami], que fue el proyecto original, y la rehabilitación de la vivienda pública, trabajando a la vez lo urbano y lo humano".
"Este ha sido un barrio muy luchador por todo lo que tiene. Por tener colegios, centros de salud, un centro cívico. Un comisionado, una figura de coordinación y lo consiguieron. Cuando las administraciones dan pasos atrás, y aquí los ha habido, cuando no sigues impulsando el trabajo integral en salud, cuando dejas de hacer alianza por el barrio, dejas de tener control de lo que pasa. Nos estamos equivocando", remacha la excomisionada González.
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