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La plaga de orugas regresa con fuerza a Madrid sin planificación para combatirla

Las orugas procesionarias son una amenaza para animales domésticos y para personas. Desde la oposición municipal denuncian que el Consistorio no ha tenido previsión para gestionar un problema cíclico que se repite de manera natural cada año con la llegada del calor.

Vista general de un grupo de orugas.
Vista general de un grupo de orugas. Dominique Faget / AFP

La oruga (Thaumetopoea pityocampa) desfila ya por los parques de Madrid, en procesión, bajando de las copas de los pinos para esconderse bajo la arena. Son una plaga cíclica y anual que deja ciertos riesgos en los parques, amenazando, en gran medida, a perros y niños. Este año, la sequedad del otoño y del invierno, ha adelantado su presencia, pues suelen bajar de las copas de los árboles en la previa de la primavera. 

El Ayuntamiento de Madrid ha retirado ya en torno 58.000 bolsones de los troncos de los árboles, una suerte de trampa que atrapa a las orugas en su descenso. Sin embargo, la actuación llega algo tarde y poco ajustada con las previsiones propias de un invierno cálido. Así lo considera Ignacio Benito, concejal del PSOE que denuncia la falta de medidas para resolver una problema que se repite cada año. "Se deben poner las pilas, al menos para el año que viene porque las orugas ya han bajado de los árboles", dice el políticos socialista, que en la pasada Comisión de Medio Ambiente del Consistorio reclamó al concejal popular Borja Carabante medidas para atajar esta plaga que "cada año deja numerosos perros afectados" por la toxicidad de los capilares que protege a estos curiosos gusanos. 

José Luis Viejo, catedrático de Entomología de la Universidad Autónoma de Madrid y miembro de la Asociación Española de Entomología, explica que "este año la llegada se ha adelantado unos quince días en Madrid" y señala que las actuaciones por parte del Ayuntamiento llegan algo tarde. "Se debe trabajar siempre desde la prevención. Las mallas y barreras para impedir que bajen de los árboles se debían haber colocado en el mes de enero, no ahora", indica el experto, que aconseja a los ciudadanos que avisen a las autoridades si ven procesiones de orugas para tratar de atajar la plaga. "Pueden ser animales peligrosos, no sólo para los perros, a algunas personas les puede afectar a la mucosa y a los ojos", advierte.

Para Benito la actuación del Consistorio llega demasiado tarde, sobre todo porque desde Línea Madrid hay documentados avisos de procesionarias en el mes de enero. Un mes después, es probable que la mayor parte de los insectos que no hayan sido capturados puedan haber descendido de las copas de los pinos para enterrarse. El político socialista reclama al Ejecutivo municipal que apueste por medidas basadas en la naturaleza para luchar contra el despliegue de este insecto. "Hacemos una sugerencia amable y sencilla para que se favorezca la presencia de algunas aves como los carboneros o herrerillos, que se alimentan de las orugas. Sabemos que no van a acabar con ellas, pero pueden ayudar y traer algo positivo para el parque". 

Carabante, el concejal del PP responsable de las problemáticas ambientales de la capital, anunció en la última Comisión que se estaba trabajando para colocar trampas de feromonas, una suerte de pastilla que atrae hormonalmente a los machos y los condena a muerte. 

El entomólogo indica que las trampas de feromonas no son una solución para este momento de la plaga, sino para más adelante, cuando las orugas salen de bajo tierra en busca de las hembras. "Se deben utilizar cuando ya está bien entrada la primavera. Se ponen las feromonas dentro de unas bolsas negras, es habitual verlas en los parques, y esto permite atraer a los machos que danzan por la zona en fase reproductiva. Cuando llegan a las bolsas quedan atrapadas y se achicharran al calor", explica, para agregar que la solución basada en aves no podría atajar el problema de una forma radical. 

La llegada adelantada de esta plaga de lepidopteros es un ejemplo de la incidencia de la crisis climática en el ecosistema mediterráneo. Los inviernos cálidos, cada vez más comunes, facilitan que las procesiones de orugas emprendan su camino antes. "Si los inviernos son más fríos se mueren más. Si hay cambio con invierno menos intensos se supone que habrá más plagas", valora Viejo, que informa de que el impacto de estas plagas no sólo incide en animales domésticos y personas. "Si la infestación es muy grave pueden llegar a matar pinos, ya que anidan en la copa, amarillear las hojas y debilitar ejemplares", zanja.

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