El Ministerio de Justicia del Reino Unido y el cementerio londinense de Gunnersbury han vuelto a autorizar por segunda vez la exhumación del cadáver de Miguel Ángel Martínez Santamaría (Erandio, 1960) con el fin de permitir que su familia realice una tercera autopsia que pueda contribuir a aclarar por qué motivo su cadáver fue enviado en 2005 a Inglaterra desde Estocolmo sin su corazón, tres quintas partes de su hígado y su páncreas. El permiso ha sido expedido a petición de la hermana de la víctima, Blanca Martínez Santamaría, quien lleva luchando desde hace quince años con una determinación inquebrantable para averiguar lo que ocurrió y más especialmente, para que se esclarezcan las irregularidades que rodean al caso y se haga justicia.
Blanca Martínez ni siquiera tiene claro si los restos mortales que yacen sepultados corresponden en verdad a su hermano, fallecido en extrañas circunstancias en Suecia, enigma que podrá ser definitivamente desvelado cotejando el ADN de esos restos con el que se tomó a sus padres después del fallecimiento.
El PNV remata a las víctimas
En realidad, se trata de la segunda vez que las autoridades británicas autorizan a exhumar el cuerpo para identificarlo y examinar sus restos. Ya a mediados de 2018, los ingleses expidieron un permiso con validez de un año para efectuar las pruebas. No obstante, el plazo se agotó sin que los restos pudieran ser desenterrados debido, entre otras cosas, a que Blanca carecía de los recursos necesarios para hacer frente a los costes de la operación y las autoridades vascas incumplieron su compromiso verbal de ayudar a las víctimas.
El último jarro de agua fría para la familia tuvo lugar durante una reunión de la Comisión de Derechos Humanos del Parlamento vasco llevada a cabo el pasado mes de diciembre. En lugar de formalizar su apoyo a las víctimas secundarias del caso de Miguel Ángel Martínez , tal y como en realidad se hallaba previsto, la representante de EAJ-PNV, Eva Juez, puso en entredicho el proceder de la familia afectada sacando a relucir algunos rumores infundados, y según la familia demostradamente falsos, y planteando preguntas insidiosas que impidieron que se aprobara la moción. Las víctimas se sintieron más "victimizadas" todavía por la comisión que debía brindarles protección.
Transcurridos cuatro meses, Blanca Martínez Santamaría ha logrado recabar nuevos apoyos recurriendo a otras vías. La investigación prosigue y tras obtener la luz verde administrativa de la Justicia británica, se propone desenterrar los restos antes de que concluya el año. Existen otros casos en Europa de cuerpos repatriados sin alguno de sus órganos, pero ningún otro precedente de familiares embarcados en una cruzada tan tenaz para sobreponerse a la opacidad de los Estados −en este caso, el sueco− y a las trabas interpuestas para que se esclarezcan los hechos y las responsabilidades de quienes deberían haberlos investigado y no lo hicieron.
Así fueron los hechos
Miguel Ángel Martínez abandonó en tren el País Vasco en abril de 2005 con más de 10.000 euros en su cuenta y el deseo de viajar por toda Europa. Su familia ya no volvió a saber de él hasta que, el 29 de septiembre de ese mismo año, recibió una llamada de una comisaría de Bilbao en la que se les comunicaba que su cadáver había sido hallado flotando en avanzado estado de putrefacción junto a la orilla del fiordo de Lidingö, un barrio residencial de clase alta situado en la periferia de Estocolmo. Un año y medio después, se les remitió la autopsia definitiva donde se formulaba la versión que, con variantes, vienen manteniendo las autoridades escandinavas desde entonces. Lo que básicamente afirman es que Miguel Ángel se arrojó desde uno de los buques que efectuaban el trayecto entre Helsinki y Estocolmo semanas antes del día (22 de septiembre de 2005) en que una ciudadana del Reino Unido de la que jamás después se supo, Sara Evans, encontrara su cadáver. Con arreglo al examen post mortem llevado a cabo por la sueca Petra Rästen-Almqvist, el vasco murió por ahogamiento.
Todas las afirmaciones de carácter especulativo formuladas por los suecos hubieran sido dadas por buenas si no se hubiera producido una disparatada circunstancia fortuita. Miguel Ángel deseaba ser sepultado junto a una amiga portuguesa en la capital británica, ciudad en la que trabajó durante dos años y medio. Su cadáver fue trasladado por una compañía funeraria el 4 de noviembre de 2005 al aeropuerto de Heathrow, en Londres, donde fue sometido a una segunda autopsia por la corte forense de Westminster el 17 de noviembre de ese mismo año.
Las conclusiones del patólogo Peter Witkins no dejaban lugar a los equívocos: el cadáver enviado por los suecos carecía de corazón y de la mitad del hígado. El informe señalaba textualmente: "Ambos pulmones han sido diseccionados y no presentan cambios patológicos específicos diferentes a los de la descomposición (...). Fueron identificados 600 gramos de un hígado parcialmente seccionado. (...) El corazón no fue identificado". Contradiciendo las conclusiones de la forense sueca Rästen-Almqvist, la autopsia británica reveló también que los pulmones no mostraban signos de ahogamiento ni de encharcamiento pulmonar.
La "hermana coraje"
La "hermana coraje" de la víctima lleva ahora quince años denunciando el proceder de la policía y los forenses suecos, así como el de las autoridades del país escandinavo y españolas. ¿Qué es lo que puede esperarse de esa exhumación? Si la identificación es positiva, los restos de Miguel Ángel se someterían a una nuevo examen posmortem. Dado el tiempo transcurrido desde su muerte y el hecho inapelable de que sus tejidos blandos se hallarán descompuestos, no será posible confirmar si, en efecto, sus restos mortales fueron enviados a Inglaterra sin parte de sus órganos (lo cual, por otra parte, se halla acreditado ya), pero tal y como señaló a Público Blanca Martínez, existen, no obstante, otros fiables procedimientos científicos de Medicina Forense que permitirán arrojar alguna luz sobre la verdadera causa de su muerte mediante el análisis de sus restos óseos. Existen incluso recursos que podrían ayudar a confirmar o descartar si Miguel Ángel murió ahogado, tal y como insinuaba la forense sueca sin ninguna prueba objetiva que sus propias presunciones.
En contra de lo que se ha sostenido en algunos medios de comunicación, la hermana de la víctima no ha afirmado nunca de forma categórica que la razón de lo ocurrido guarde en verdad relación con el tráfico de órganos. A su juicio, este es solo uno de los posibles escenarios en el contexto de una historia mucho más amplia donde sí existen, sin embargo, algunas certezas. La principal es, a su juicio, que se produjeron numerosas irregularidades tanto durante el levantamiento del cadáver como durante el examen forense y la investigación o ausencia de investigación de una muerte sobre la que pesaba la sospecha de un origen violento.
Mentira tras mentira
La familia ha criticado asimismo duramente la falta de amparo y el maltrato al que ha sido sometida por las autoridades españolas y su falta de colaboración a la hora de presionar a las autoridades suecas para que delimiten las responsabilidades y reabran la investigación. Es tal la magnitud de la chapuza escandinava que el cuerpo de Miguel Ángel − si es que en verdad es él− hubiera sido sepultado en una lápida sin nombre si una enfermera de origen español no hubiera hurgado en sus bolsillos cuando su cadáver se hallaba todavía en la Morgue de Solna. Esto es, la policía que levantó el cadáver no fue capaz siquiera de comprobar que obraba en su poder una fotocopia del DNI y remitió el cuerpo al depósito sin identificar. La familia tiene la certeza de que los suecos han mentido tanto que se ven ahora en la obligación de ocultar sus falsedades con nuevas mentiras, y las falacias han alcanzado tal nivel, que la verdad no puede ser ya revelada.
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