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Matar cerdos para fletar aviones 'sostenibles'

Una publicación de la Federación Europea de Transporte y Medio Ambiente revela cómo ha incrementado la producción de biocombustibles a partir de grasas animales. Los ecologistas alertan de los impactos ambientales de esta práctica.

Imagen de varios cerdos en la granja porcina  de De Montburon en Confrancon, centro-este de Francia.
Imagen de varios cerdos en la granja porcina de De Montburon en Confrancon, centro-este de Francia. Bertrand Guay / AFP

Cerdos muertos y aviones. Dos elementos inconexos que, sin embargo, han acabado entrelazados gracias a las políticas energéticas de la Unión Europea. Bruselas apuesta por combustibles alternativos a los hidrocarburos fósiles. La mayoría –y los más conocidos– son los biocombustibles vegetales, compuestos por aceites de palma y otras sustancias que requieren de bastas plantaciones en otras partes del planeta. Pero no son los únicos. En los últimos años, la industria del transporte y Europa han potenciado el uso de carburantes compuestos por grasas animales bajo la excusa de transitar hacia un modelo de movilidad más sostenible. En resumen, matar cerdos para fletar aviones e impulsar coches y furgonetas. 

En 2006 el uso de grasas animales destinadas a producir combustibles de aviones y vehículos terrestres representaba sólo el 1% del total de los usos de estas sustancias (calentar calderas de hogares, industria oleoquímica o producción de alimentos para animales de granja). Después de 15 años, en 2021, la obtención de biocarburantes con grasas animales representan el 46% de los usos, según los datos publicados Federación Europea de Transporte y Medio Ambiente (Transport and Environment).

Los impactos de este auge son evidentes. En 2006 la industria del transporte, en especial la aviación y el interés de volar con biocombustibles, requirió de 30.000 toneladas de animales muertos para fabricar sus carburantes, mientras que en 2021 la cifra se elevó hasta 1,4 millones de toneladas. La publicación, realizada por la consultora Cerulogy por encargo de Transport & Environment, estima que actualmente un avión que se nutre de estos carburantes compuestos por grasas animales y que viaja desde París hasta Nueva York consume el equivalente a 8.800 cerdos.

"Aunque por si solos pueden parecer una buena opción, lo que vemos es que el uso de estas materias primas no nos permiten cumplir con los objetivos climáticos. Hay que tener en cuenta que todo esto va ligado a macrogranjas con emisiones de metano y con otros impactos ambientales en el territorio", opina Carlos Rico, de la oficina española de Transport & Environment. Aunque las granjas de cerdos y de otros animales no se crean exclusivamente para producir biocarburantes, sino que se aprovechan las grasas de los animales que van a matadero, desde la organización europea entienden que la creciente demanda de estos carburantes condiciona la producción ganadera y fomenta un modelo de producción que deja graves problemas como los vertidos de purines y la contaminación de los acuíferos. 

Si los biocombustibles ya absorben cerca de la mitad de la producción de grasas animales, las proyecciones del mercado no hacen prever una caída. La publicación recoge los pronósticos de demanda estiman que, para 2030 triplique la demanda de biocombustibles de origen animal en Europa y se llegue a las 3,9 millones de toneladas, según los datos del informe y las previsiones de crecimiento de mercados de Stratas Advisors

"Si aumenta la demanda el resto de industrias van a tener que verse obligadas a migrar su abastecimiento. Tendrán que buscar otro aceite vegetal y lo más probable es que esta sustitución sea gracias al aceite de palma, del que hay ya grandes evidencias de los problemas que conlleva su producción, asociados a la deforestación o el aumento de emisiones de CO2", analiza Marta García Pallarés, portavoz de Ecologistas en Acción.

Mal uso de grasas animales

La legislación europea establece tres categorías para la grasa animal en función de los usos prioritarios que se les debe dar y la calidad del producto. Las categorías 1 y 2 son las que hacen referencia a aquellas a los derivados animales que se pueden utilizar para usos industriales y para fabricar biocombustible. La categoría 3, por su parte, al ser de mejor calidad se perfila como un producto destinado a otras industrias como la producción de alimentos para animales.

Pese a ello, la publicación revela que el uso de la categoría 3 se ha incrementado mucho más que el resto de categorías de grasas animales, coincidiendo con el despunte de los biocombustibles: un 160% frente a un 36%. 

"Lo que hemos visto es que los países europeos declaran el doble de grasas animales de categoría 1 y 2 de las que la propia industria ha declarado producir. Puede estar dándose un caso de fraude en la que se categoricen grasas 1 y 2 cuando son de categoría 3, solo porque 1 y 2 y tienen una mayor recompensa de créditos de descarbonización", denuncia Rico.

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