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Actualizado:Todo el mundo conocía al maestro José Suárez (Sevilla, 1959). Había llegado en 2005 al colegio público Gloria Fuertes, en Montequinto (Dos Hermanas), y se había integrado con facilidad en el equipo docente.
El resto de profesores lo acogió con agrado, porque desde el principio se implicó en el proyecto del centro y mostró un compromiso especial con el alumnado y sus familias.
En el verano de 2008, el claustro de maestros se reunió el último día de clase para preparar el inicio del curso siguiente. Allí, delante de sus compañeros, José anunció algo que cambiaría su vida y la del colegio para siempre: "Soy transexual. Soy una mujer que nací en un cuerpo equivocado, el de un hombre. Quiero informaros de que acabo de iniciar mi transición física, un proceso de reasignación de sexo, y que el curso que viene volveré a clase como maestra: Josefa".
Por un momento se hizo el silencio. Nadie sabía qué decir. ¿Se trataba de una broma? José Suárez llevaba cuatro años en el colegio, tenía plaza fija, se había mudado al barrio, estaba casado con otra profesora, tenían un hijo en común…
Caras de sorpresa y estupor. Parece que de este claustro no saldrá la planificación del próximo curso escolar. "Hay dos tipos de transexuales y yo no soy la clásica. Nunca he tenido pluma. Mis compañeros no lo sabían porque yo nunca se lo conté, porque hasta entonces había pasado toda mi vida metida en el armario durante años, años y años", recuerda ahora Josefa.
Aquel día, los profesores del colegio público Gloria Fuertes se marcharon a casa con una historia increíble que contar a los suyos en casa.
Era el año 2008: Navarra no aprobaría la primera ley autonómica sobre derechos de transexuales hasta el año siguiente, y aún tendrían que pasar seis años hasta que Andalucía aprobase la suya.
Después del shock, vino la calma, las bromas, los abrazos, la normalidad: las compañeras le confesaron a José (¿o ya era Josefa?) que siempre le habían "notado algo" ("podía no tener pluma, pero su lenguaje corporal era femenino"). Los hombres, "ni idea".
Aquel claustro fue la última vez que vistió como hombre. Esa misma noche, hubo una cena de todo el equipo docente para despedir el curso, a la que Josefa ya acudió vestida de mujer. ¿Ya? ¿Tan pronto? "Para mí no es pronto. He esperado más de 20 años".
En aquel tiempo era muy típico que los psicólogos te hicieran esa putada, lo llamaban experiencia de vida real. Te obligaban a que tuvieras un rol de mujer al 100%: vestuario, peinado, maquillaje, todo. Eso era una barbaridad, durísimo. Te empujaban a vestirte de mujer y a salir a tu entorno habitual sin que aún estuvieras mentalmente preparada, sin que hubieras hablado con nadie. "Era una barbaridad", recuerda ahora.
La Ley andaluza de Transexualidad (2014) eliminó el examen psicológico que hasta entonces era obligatorio antes de poder someterse a un proceso de hormonación.
La Ley andaluza de Transexualidad (2014) eliminó el examen psicológico que hasta entonces era obligatorio antes de poder someterse a un proceso de hormonación.
Cuando Josefa empezó su transición, sí era imperativo, y ella lo sintió como una "bofetada". "Yo me había negado antes, pero paradójicamente, en aquella cena, cuando ya se lo había contado a todos mis compañeros, al fin sentí la necesidad de dar el paso definitivo. Lo hice a mi modo, porque yo nunca he sido una mujer ostentosa, no me he puesto un tacón en mi vida, eso nunca ha entrado en mi canon de mujer".
Durante la cena, al fin, llegó la lista inacabable de las preguntas de sus compañeros. ¿Y desde cuándo lo has sabido? ¿Y tu mujer lo sabe? ¿Se lo habéis contado a tu hijo? ¿Y por qué no nos lo comentaste antes? ¿Y, pobrecita, lo has pasado muy mal? Nadie sabía entonces que el director del colegio había entrado en barrena, que pensaba que aquello sería "una catástrofe para todos".
Las preguntas que se agolpaban en su cabeza eran otras: ¿Y cómo se lo decimos a los padres de los alumnos? ¿Y cómo le explicamos a los niños que su maestro de Lengua ahora es su maestra de Lengua? "Mi director no sabía dónde meterse, el pobre. Él confiaba en que el verano me haría cambiar de opinión, pero no fue así. Y en septiembre, antes de que empezara el curso, me llamó a su despacho: "Mira José" -me dijo- he hablado con la Delegación de Educación y me han dicho que te puedes ir allí, a un puesto burocrático unos añitos, en comisión de servicio mientras dura tu proceso de cambio. Y después ya desde allí te vas al colegio que te dé la gana y nadie va a saber de ti"
20 años antes
Otra vez aquello de esconderse, de negarse a una misma. 20 atrás, Josefa había escuchado la misma oferta del cura de su pueblo, Valencina. Tenía 17 años cuando le confesó a su madre que sentía que aquel cuerpo no era el suyo, que ella era una niña atrapada dentro de un niño. Se marchó del pueblo, se subió a un tren hasta Barcelona, a casa de unos tíos maternos, entró a trabajar en una peluquería (el oficio de su padre) y empezó a hormonarse para frenar su pubertad de niño.
Era el año 1977, España apenas había estrenado la democracia, no tenía Constitución y seguía hundida en el tardofranquismo. "La palabra transexual no existía. Nosotras mismas usábamos el término travesti, porque entonces no entendíamos las connotaciones peyorativas. Yo tenía 17 años, no sabía cómo llamarme".
A finales de los setenta, Barcelona era "un paraíso de modernidad" comparado con un pueblecito de Sevilla. En el 77 aún estaba en vigor la Ley de Peligrosidad y Rehabilitación Social, que mandó a la cárcel a dos amigas transexuales de Josefa.
"Con aquella ley fueron a saco contra todas las mariquitas o invertidos, que es como nos catalogaban a todos, fuéramos o no homosexuales”, pero en Barcelona "a veces hacían la vista gorda".
José siguió vistiendo como un muchacho, pero empezó a llamarse Toñi y cambié de look: los colores de la ropa, el estilo, el peinado… Llevaba tres meses en la ciudad condal cuando su padre sonsacó a su madre y se enteró de todo.
"Me reclamó a la Guardia Civil. Un día volví del trabajo y me encontré a dos agentes de paisano en casa de mis tíos. De allí me escoltaron hasta la estación de tren y me metieron en un vagón. "Ni se te ocurra irte de casa otra vez, maricón. Y si te intentas escapar, te llevamos directo a los juzgados”, me amenazó uno.
Mi padre se lo había contado todo.Regresó al pueblo, a Sevilla. "Volví al armario. Mi padre estuvo dos años sin hablarme. Algunas amigas mías tuvieron el coraje de irse al extranjero, pero yo no pude. Me quedé sin fuerzas y caí en una profunda depresión. Como si la vida se acabara a los 17".
La madre de Josefa, una mujer profundamente religiosa, le decía que aquello que se le había metido en la cabeza era "una locura", y le animó para que pidiera ayuda a su párroco.
"Que yo volviera a la vida, aunque fuera a la vida de armario, se lo debo a mi madre y al cura. Él me sirvió de refugio, me sacó del pozo por el único hueco que había entonces. Ni él ni yo conocíamos otra salida".
El religioso le preguntó al joven José si le gustaban las niños. Y él respondió que no, que nunca había estado con un chico. Que novias, "sólo platónicas", pero que gustarle las niñas, sí que le gustaban. "Los mariquitas con pluma, a los que ahora adoro, entonces no me gustaban. No me servían de referente, no era lo que yo quería, porque esa no era mi identidad sexual, esa no era yo".
El cura le dio la solución que le pareció más lógica: "Si te gustan las niñas, eso de que quieres ser una mujer es una locura. Échate novia, cásate y te quitas todo ese cacao de la cabeza". ¿Qué otra explicación había? Se sabía muy poco de la transexualidad, que en aquella época era un mundo muy marginal.
"Había putas, gente muy enganchada a la droga y al alcohol, y gente medio loca porque la hormonación era bestial y algunas se quedaban en el camino con trombosis, porque no estábamos controladas médicamente. Las que tenían un pase se dedicaban a la peluquería, al mundo del espectáculo, al teatro de varieté. Por entonces, las transexuales imitaban a las vedettes y artistas del momento. Pero en general el ambiente en el que se movía una persona transexual era tan negativo, que se tenían que evadir como fuera de aquella situación tan tremenda de marginalidad. Si no estaba la Policía, el chulo, si no el cliente agresivo o la compañera que te quitaba el puesto… aquello era un desastre autentico, un mundo sórdido".
"La negación es como esconderse de una misma, negar tu propia transexualidad es un mecanismo de defensa"
De modo que Josefa hizo lo que el cura le había recomendado: Se apartó de aquel mundo, se matriculó en Magisterio en la Universidad de Sevilla, donde conoció a la que años más tarde sería su pareja, en 1985 empezó a dar clases como interino en un colegio de Lebrija, se casó, tuvieron un hijo….
"La negación es como esconderse de una misma, negar tu propia transexualidad es un mecanismo de defensa". Al poco de casarse, su mujer se dio cuenta enseguida.
Fue la vida sexual lo que evidenció que algo no iba bien. "Aunque a mí me gusten las mujeres, no me gustan como a un hombre: el instinto de penetración, el papel que juega el hombre dentro de la pareja… siempre me ha provocado rechazo. La genitalidad ha sido la parte más conflictiva de mi cuerpo, y cuando haces uso de ella, ese conflicto aumenta hasta prácticamente aborrecer el sexo. Mi mujer se dio cuenta enseguida de todo esto"
Josefa sentía atracción erótica por su pareja,y pensaba que su parte masculina saldría a flote después de casarse, como le había dicho el cura. Pero no ocurrió así.
"Sinceramente yo pensaba que tenía algún problema mental. No sabía nada de transexualidad. No había internet ni libros. La mayoría nos llamábamos maricones, travestis… luego intenté averiguar qué era eso del travestismo, di con Freud, y sí pero no. Yo no tengo una atracción especial por la ropa de mujer. Me gusta, claro, pero no como un fetiche. Estábamos muy despistadas todas", recuerda.
La realidad sexual es mucho más compleja que las siglas del colectivo LGTB (Lesbianas, Gays, Transexuales y Bisexuales)
La realidad sexual es mucho más compleja que las siglas del colectivo LGTB (Lesbianas, Gays, Transexuales y Bisexuales). Hay lesbianas que no responden al 100% a la idea de lesbianas, y gays que no son sólo gays. La propia complejidad de la transexualidad de Josefa se proyectó hacia su pareja.
"Ella no quiere que la encasille en ninguna letra. ¿Es lesbiana? No, porque también estuvo con un hombre. ¿Es bisexual? Tampoco lo creo. Lo que sí sé es que ella me aceptó como hombre y luego como mujer. Ella me ha querido a mí siempre con el cuerpo que he ido modificando a lo largo de mi historia”, dice ahora.
En medio de todo aquello nació su hijo. "Mi niño, deseado, que hoy tiene 25 años, es el que definitivamente me pone freno, porque con mi hijo de por medio yo no iba a hacer mi transición a mujer. Decidí protegerlo. Él estaba antes que yo".
El joven fue educado en valores de respeto, igualdad y tolerancia. Sus padres le contaron la historia cuando apenas había cumplido los seis años, y Josefa no concluyó su transición hasta que su hijo hubo cumplido los 17 años, la misma edad con la que ella se había marchado de casa mucho tiempo atrás.
Regreso al presente
Todos estos recuerdos se mezclan en la cabeza de Josefa, en aquel mes de septiembre de 2008, cuando el director del Gloria Fuertes le invita a buscar otro destino, otro colegio "donde nadie va a saber de ti".
Pero los miedos habían desaparecido, había cambiado la sociedad y había cambiado ella. Necesitó 20 años para encontrar la respuesta que le dio al director, sin pensarlo un segundo: "No. No voy a irme a ninguna parte. Este es mi colegio y aquí vamos a vivir mi transición todos juntos. Yo la primera, y después todos los demás, porque esto será una transición para todos"
"Este es mi colegio y aquí vamos a vivir mi transición todos juntos. Yo la primera, y después todos los demás, porque esto será una transición para todos"
Al día siguiente, Josefa empezó a telefonear a los padres y madres de sus alumnos y los convocó a una reunión en la escuela para contarles su historia. “No es que las familias me apoyaran, es que me apoyaron públicamente, que es mucho más importante y significó mucho más”.
Luego llegó el primer día de clase, y uno a uno entraron en el aula todos sus estudiantes. Los mismos chicos y chicas que llevaban con él desde 1º de Primaria, que ahora tenían 10 y 11 años, habían terminado 4º curso y estaban a punto de empezar 5º.
"Yo estaba nerviosa y ellos estaban muy cortados. Me hicieron muchas preguntas. Pero lo que más me llamó la atención fue el instinto protector que les salió conmigo, querían protegerme, no querían para nada molestarme, porque me adoraban. Cada vez que se les escapaba llamarme maestro, en vez de seño, se disculpaban, los pobrecitos. Sé que algunos se sintieron frustrados, como se les hubieran robado a su maestro. A esa edad, siendo preadolescentes, el maestro es un referente para ellos. Llevábamos juntos cuadro años, conviviendo todos los días en clase"
Aquel fue el primer grupo de alumnos que la acompañó en su transición. Ese mismo año, el 12 de diciembre de 2008, Josefa Suárez se sometió a la operación de cirugía de reasignación de sexo.
Desde entonces, cada vez que le toca un curso nuevo, con los más pequeños (6-7 años), dedica la primera clase a explicarles su transición, de cómo nació niño y logró convertirse en mujer. "Yo tengo visibilidad 100%, lo cuento cada año. Creo que hay que contarlo, y yo, que soy maestra, se lo voy a explicar mejor que cualquier otra persona".
Josefa se ha apropiado de la metáfora del gusano que se transforma en mariposa, pero los chavales, muy espabilados, no ven ni un indicio de hombre en su maestra.
"¡Seño, eso es mentira, te estás quedando con nosotros!" Y ella les cuenta que encontró unas "pastillas mágicas" que le ayudaron a ser quien es.
"Tengo dos alumnas de 9 años que me han pedido las pastillas mágicas. Me recuerdan mucho a mí hace muchos años. Ahora ellas y sus familias están en la misma fase de negación por la que yo pasé" dice con cierta pena.
Ha cambiado el mundo muy despacio mientras el maestro de Lengua del colegio Gloria Fuertes se convertía en maestra
Ha cambiado el mundo muy despacio mientras el maestro de Lengua del colegio Gloria Fuertes se convertía en maestra.
Una asociación ultracatólica (Hazte Oír) ha puesto en marcha un autobús contra los transexuales para que recorra España, "difundiendo el odio y el rechazo a lo diferente"; dice Josefa.
Hace unos días, el Gobierno de Susana Díaz ha premiado con la Bandera de Andalucía 2017 el activismo en favor de los derechos de los transexuales de la maestra Josefa Suárez Míguez, maestra durante 33 años, y expresidenta del colectivo Defrente, en defensa de los transexuales.
Es la primera vez que un premio institucional andaluz recae en una persona LGTB.
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