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¿Por qué uno de cada tres ludópatas es mujer y sólo piden ayuda terapéutica una de cada diez? "La adicción al juego es un tabú para ellas porque son estigmatizadas, lo que provoca que les cueste más reconocer el problema y buscar una solución", deja claro Ángela Ibáñez, psiquiatra y responsable de la Unidad de Ludopatía del Hospital Ramón y Cajal de Madrid.
Mientras que los hombres son considerados enfermos, las mujeres no dejarían de ser unas "viciosas", porque la sociedad es más incomprensiva y les reprueba su conducta, advertía ya en 2012 María Josefa Vázquez Fernández, profesora de la Universidad Pablo de Olavide (UPO) de Sevilla, en Ludopatía y mujer: un análisis desde la perspectiva de género.
"Mujeres de conducta reprobable, madres descuidadas y despreocupadas de sus hijos, derrochadoras, irresponsables y culpables de los problemas del hogar". Adjetivos que para Vázquez difuminaban una adicción que les hacía perder su autoestima, sentirse culpables y sufrir "verdadero pánico a ser descubiertas" por sus familiares y conocidos.
Enfermas que tenían "miedo a ser tachadas de viciosas o degeneradas", una percepción del entorno que las abocaba a una posición de desventaja, vulnerabilidad, fragilidad, indefensión y maltrato por ser consideradas "peor persona", denunciaba en su investigación la profesora del departamento de Trabajo Social y Servicios Sociales de la UPO.
"La ludopatía está peor vista en su caso, por lo que cuando llegan a las consultas se refieren a la vergüenza que les produce padecer este trastorno", afirma Susana Jiménez, responsable de la Unidad de Juego Patológico del Hospital de Bellvitge. "Es más, cuando finalmente se descubre, nadie cercano puede creerse que el problema sea ése".
La psiquiatra del centro médico de Hospitalet de Llobregat explica que, desesperadas por las deudas económicas, en ocasiones terminan confesándole la adicción a los suyos. Aunque, cuando se encargan de la economía doméstica, a veces logran ocultarla durante mucho tiempo, lo que agrava su situación antes de acudir a terapia, expone Sánchez.
"Suelen hacerlo de forma clandestina, sin informar a la familia ni dejarse ayudar por ella, al contrario de lo que sucede con los hombres", escribe la autora del trabajo, donde se subraya que ellos sí cuentan con sus parejas o familiares para ponerlos en manos de profesionales. La mujer está dispuesta a ayudar, pero prefiere no recibir asistencia.
A pesar de que se inician más tarde en el juego, desarrollan el trastorno con mayor rapidez, por lo que los daños se manifiestan antes. "Es lo que se conoce como efecto telescópico, una variable clínica que las diferencia de ellos, al igual que las preferencias de juego, pues eligen los no estratégicos, como las tragaperras o el bingo", señala Susana Jiménez.
Rasgos de la ludópata
Las causas principales son "la soledad, el aburrimiento, la baja autoestima, el estrés y la depresión", así como la necesidad de evadirse de problemas personales o familiares", indica la profesora de la Universidad Pablo de Olavide, quien advierte de que la ansiedad o la depresión también pueden deberse a la adicción y no al contrario.
"El perfil más disfuncional se ha asociado a edades más avanzadas, estado civil de soltería o separación-divorcio, vivir sola, percibir que se reside en barrios inseguros, situación laboral inactiva, nivel económico medio-bajo o bajo, y recibir ayudas o prestaciones sociales", señala una investigación en la que participa el Hospital Universitario de Bellvitge.
Coordinada por la Dirección General de Ordenación del Juego (DGOJ), el Estudio y análisis de los factores de riesgo del trastorno de juego en población clínica española 2017 añade las loterías a sus preferencias de juego. Sin embargo, no practican modalidades como las apuestas de caballos o las deportivas, así como la mayoría disponibles en internet.
Las separadas o divorciadas realizan más apuestas en juegos múltiples y acumularon más deudas en el pasado, según el citado trabajo. Mientras, las solteras deben más dinero en el presente y acusan más distorsiones cognitivas asociadas a la adicción. "Vivir sola se asocia a mayor nivel de afectación-severidad por la conducta de juego", refleja también el estudio.
"Hacen menos apuestas deportivas que los hombres porque el deporte socialmente está más vinculado a ellos. Ellas recurren a las tragaperras y el bingo, tanto presencialmente como online, si bien últimamente hemos percibido que la ruleta electrónica ha cobrado mayor peso en las salas y en internet", explica Ángela Ibáñez.
La responsable de la Unidad de Ludopatía del Hospital Ramón y Cajal señala que es más frecuente que sufran trastornos depresivos o del estado de ánimo asociados, que pueden ser previos o posteriores. "Usan el juego como vía de escape, pero la adicción genera otros problemas", advierte. "De hecho, cuando confiesan su ludopatía mejoran emocionalmente".
Perfil de la jugadora online
El Análisis del perfil del jugador online 2018, elaborado por la DGOJ, refleja que sólo un 16,75% de las personas que jugaron en internet en 2018 fueron mujeres (247.291 frente a 1.229.094 hombres, un 17,66% más que el año anterior). Gastan de media 276 euros y ellos 484. Aunque el porcentaje es del 10,29%, sorprende un aumento del 105,74%.
Si nos ceñimos a las apuestas, hay 984.477 jugadores activos (86,17%) y 158.010 jugadoras (13.83%), aunque en proporción también se incrementan cada año (un 13.04% más que en 2017). En cambio, la diferencia se reduce en el bingo, donde ellas son un 40,98% frente al 59,02% de hombres, pese a que aumentaron un 47,9% y ellos un 6,49%.
Sin discriminar por sexos, el Estudio y análisis de los factores de riesgo del trastorno de juego señala que la edad de iniciación media se aproxima a los veintiún años, si bien casi el 36% de los participantes en la muestra reconoció que empezó antes de los dieciocho. Las mujeres en situación grave habían comenzado a jugar a una edad más temprana.
Si nos ceñimos a un centro concreto, de los 3.531 pacientes que pasaron desde 2005 hasta 2018 por la Unidad de Juego Patológico del Hospital de Bellvitge, un 3,1% tenía entre dieciséis y veintiún años, de los cuales sólo el 2% eran chicas. Un 17,4% tenía entre veintidós y treinta y uno, mientras que el 16,1% iba de esa edad hasta los treinta y cinco.
El reciente Estudio sobre menores y juego en la comunidad gallega, realizado por la Facultad de Psicología de la Universidade de Santiago de Compostela, refleja que uno de cada tres adolescentes varones entre doce y diecisiete años apostó alguna vez en su vida a juegos de azar (un 32,7% presencialmente y un 13,7% en internet). El 14%, en el último mes.
El muestreo, coordinado por el profesor Antonio Rial con información aportada por nueve mil chavales, evidencia que las niñas apuestan menos (el 13%) y que se inclinaron por los presenciales (12,5%) frente a los online (2,3%). Aunque el porcentaje sube con la edad, a los doce y trece años ya había jugado alguna vez un 14% de los encuestados.
Aunque es un hábito mucho más frecuente entre los chicos, quienes sextuplican a las chicas en las webs de apuestas y de azar, los investigadores advierten de que en los últimos años se ha percibido un ligero incremento entre ellas. También insisten en la temprana iniciación, pues casi la mitad de los menores tienen quince años o menos.
Ludópatas jóvenes
Aunque se inician a edades tardías, ya con familia y trabajo, Ángela Ibáñez indica que cada vez acuden a tratamiento mujeres más jóvenes. Apenas van a casas de apuestas y optan por internet, aunque también frecuentan bares y salas con máquinas. La psiquiatra del Ramón y Cajal apenas advierte diferencias entre las ludópatas jóvenes y las veteranas.
"Al margen de los tipos de juego, las formas y los mecanismos que las conducen a la adicción son los mismos, por lo que hacemos un tratamiento conjunto que agrupa edades, género y modalidades", explica la responsable de esta unidad pionera en nuestro país, quien subraya que las desemejanzas entre las mujeres son individuales y generacionales.
Tampoco encuentra diferencias por género, sino por la persona concreta. "Depende más de la edad y de sus características particulares, de ahí que no haya un abordaje específico para ellas", añade Ibáñez, quien sí tiene en cuenta otros trastornos asociados al juego. Por ejemplo, algunos hombres abusan del alcohol y las drogas, según la psiquiatra.
Susana Jiménez cifra en un 3,2% las mujeres enganchadas al juego online que han pasado por las consultas de Bellvitge durante casi dos décadas, aunque esa media esconde una evolución y una tendencia que la especialista considera positivas. En 2014 fueron un 2.8%, en 2015 un 10.7%, en 2016 un 8.8% y en 2017 un 9.5%.
"Están empezando a venir mujeres algo más jóvenes y con problemas de juego en internet, encerradas en sus habitaciones ante su ordenador, pues así se sienten menos estigmatizadas", explica Jiménez, quien traza un retrato robot que se ajustaría a la media: tiene treinta y ocho, comenzó a los veintinueve y llevaba cuatro años sufriendo el trastorno.
¿Hay menos o son invisibles?
En 2017 participó en el estudio internacional Gambling Disorders in Women, donde analizó a más de trescientas mujeres de población general y a una treintena que padecía el trastorno. El resultado reveló que un 3,5% de las primeras presentaba una conducta elevada de riesgo con el juego, recuerda la psiquiatra.
"Los factores que se asociaban a una conducta problemática fueron su bajo nivel de ingresos económicos, pensar que el juego podía aumentar sus ingresos, practicar determinados tipos de juego, hacerlo de forma regular a tres o más modalidades durante todo el año y jugar como única forma de ocupar el tiempo, entre otros", enumera Jiménez.
Núria Aragay, coordinadora de la Unidad de Atención al Juego Patológico y otras Adicciones No Tóxicas del Consorci Sanitari de Terrassa (CST), cree que los hombres resuelven sus dificultades de modo distinto y que ellas expresan su problema de otra manera. "Aun así, probablemente sea un trastorno que les afecta más a ellos", matiza la psicóloga.
"En todo caso, las mujeres sienten una mayor incomodidad a la hora de acudir a una consulta. Y, de hecho, no llegan todas porque la sociedad estigmatiza a esas pacientes", opina la psicóloga. A veces, la ludopatía es invisible a ojos de los otros. En el caso de las jóvenes, si su comportamiento cambia o falta dinero en casa, su familia piensa en la droga.
Más allá del tópico y el desconocimiento, el Estudio y análisis de los factores de riesgo del trastorno de juego en población clínica española señala que las más jóvenes registran niveles más bajos de autodirección. Es decir, "déficits en la toma de decisiones, planificación y persistencia para conseguir los objetivos en la propia vida".
Cuanto más difícil les resulta asir el timón, reaccionan con una mayor impulsividad ante emociones positivas y negativas, presentan más problemas de salud que los hombres y acumulan numerosos acontecimientos vitales estresantes. Quienes poseen las tres primeras características son las que mayor severidad registran en el juego, advierte el estudio.
Acabar con la discriminación
"Los hombres juegan para ganar dinero y para ser considerados unos triunfadores [...]. Ellas buscan el llamado efecto oasis. Evasión... un paraíso en el que los problemas —laborales, domésticos— desaparecen de golpe", escriben Luis Díez y Daniel Díez Carpintero en ¡Jugad, jugad, malditos! (Akal).
Las mujeres, según los autores, prefieren "los juegos continuos que se prolongan sin interrupciones" y donde los conocimientos —como podría suceder con las apuestas deportivas— no importan, sólo el azar. "Un estímulo tras otro", como acontece con las máquinas recreativas. Un juego sin ego.
"Sí hay empresas que se centran en el público femenino y que prescinden de los deportes y ofrecen sólo las variedades más anestésicas —bingo y tragaperras—, entonces el juego entre las mujeres existe y supone un negocio suculento", indican en el libro, subtitulado La epidemia del juego en España: ludópatas y capos del azar.
Díez y Carpintero también aluden al estigma que persigue a los adictos, mucho más pronunciado en su caso. "Los salones de juego y apuestas, con su atmósfera de competición y testosterona [...] son lugares hostiles para las mujeres. ¿Una chica acudiendo sola? No estaría bien visto. Mala madre, mala novia, mala encargada de su hogar".
Para acabar con el prejuicio, María Josefa Vázquez ya abogaba en 2012 por considerar a la ludópata no como una "viciosa", sino como una persona que sufre una enfermedad. Así se superarían "los estereotipos que llevan a discriminar o estigmatizar de manera especial a quien lo padece en razón del género, siendo menos tolerantes con las mujeres".
Una labor que debe abarcar todos los ámbitos de la sociedad, empezando por el educativo. No sólo para formar a los niños, sino también para prevenirlos. "Es urgente incidir en la población infantil y juvenil, por ser la más vulnerable y con mayor riesgo de convertirse en futuros ludópatas", escribía la profesora. Entonces sonaba a mal augurio. Hoy es la dura realidad.
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