madrid
Los 800 kilómetros del litoral andaluz registran cifras de ocupación urbana sin precedentes. Más del 60% de la primera línea de costa está ya en un avanzado proceso de artificialización, con tramos que superan el 90% de suelo urbanizado, como es el caso de la Costa del Sol, paradigma de la industria turística de playa desde los años sesenta. Los datos son demoledores. En los últimos 50 años, el suelo urbano se ha incrementado en un 700%, lo que comporta consecuencias muy graves en términos medioambientales y de destrucción de paisajes naturales que ya no volverán a recuperarse.
Así queda reflejado en un exhaustivo estudio publicado recientemente por el arquitecto Pedro Górgolas, profesor de la Universidad de Sevilla, que analiza 77 planes generales del litoral andaluz y otros 13 de ámbito subregional a la luz de la reactivación del boom inmobiliario en los últimos años. “La situación es muy preocupante, con casos absolutamente dantescos”, alerta el experto.
Pedro Górgolas apunta que "la situación es muy preocupante, con casos absolutamente dantescos"
Górgolas no únicamente describe un panorama desolador de saturación urbana en la franja litoral, sino que advierte de que el fenómeno se puede incrementar sustancialmente en los próximos años si no se adoptan medidas correctoras urgentes. El especialista ha estudiado los 62 municipios del litoral andaluz y otros vinculados por proximidad a la dinámica costera y ha constatado que los ayuntamientos prevén en sus planes de ordenación urbana un crecimiento medio de otro 60% del suelo construido.
"Este proceso camina a la contra de todos los criterios de ordenación territorial que están encima de la mesa. Y contraviene no solo las recomendaciones de la UE sino incluso de nuestras propias legislaciones", subraya el arquitecto. El Plan de Ordenación Territorial de Andalucía (POTA), promulgado en el año 2006, ya estipulaba limitaciones para el suelo urbanizable de los municipios de hasta un máximo del 40% del construido en ese momento, justamente con el objeto de frenar la por entonces imparable fiebre inmobiliaria.
La crisis del ladrillo congeló en seco el desarrollo urbanístico. Todos esos planes quedaron dormidos y con la reactivación económica están volviendo a la vida. ¿Si el POTA limitaba el crecimiento del suelo urbanizable al 40%, cómo es posible que la media de los planes aumente el 60%? En opinión de Górgolas, la propia administración autonómica ha desarrollado instrumentos que permiten interpretaciones laxas de la ley y abren la puerta a incrementos por encima de lo inicialmente marcado. Es el caso de Barbate (Cádiz), donde los ecologistas han denunciado la eventual urbanización de 1,6 millones de metros cuadrados, conforme al PGOU de 1995, que incluye la afectación de 200.000 metros del mayor pinar de la provincia.
Pero existen casos que desbordan cualquier racionalidad. “Hay más de 20 municipios donde la superficie de suelo urbanizable representa el 100% del urbano. Es decir: se duplicaría la superficie construida actual”. Y además con el aval legal. “Nadie lo podría impedir”, lamenta Górgolas, “porque están habilitados por los planes generales en vigor en todo el litoral”.
Aparte de la Costa del Sol, la más saturada de la franja marítima andaluza, hay otras áreas que también registran una potencialidad edificatoria enorme. Por ejemplo, el levante almeriense, la costa oeste de Cádiz y la Axarquía malagueña. Los ayuntamientos están atrapados en una espiral socioeconómica que complica seriamente cualquier reconversión ordenada de la política territorial. Muchas de esas regiones han tenido una vinculación histórica con la actividad primaria, fundamentalmente la agricultura, cuya rentabilidad atraviesa una prolongada crisis. “Los ayuntamientos han visto en el turismo una tabla de salvación y han tomado como modelo a la Costa del Sol, donde el paro nunca ha subido por encima del 14%, incluso en los momentos peores de la crisis”, explica Górgolas.
El suelo urbanizable solo en la costa ya contempla la edificación de casi un millón de casas
El futuro, por lo tanto, en términos ambientales, no presagia nada bueno. Mientras el Instituto Nacional de Estadística fija las necesidades de vivienda para Andalucía en 300.000 nuevos hogares en los próximos 15 años, el suelo urbanizable solo en la costa ya contempla la edificación de casi un millón de casas. Tres veces más. “Desde el punto de vista ambiental implica la adulteración de valores naturales, la degradación paisajística y la detracción del territorio para otras funciones distintas”, sostiene el experto en ordenación del territorio.
El modelo de ocupación del suelo en algunas provincias ha sido “salvaje”, argumenta Carlos Jiménez, catedrático de Ecología de la Universidad de Málaga. Y sus consecuencias devastadoras. “Se ha producido una degradación del litoral y de las comunidades de fauna y flora”, detalla. La construcción intensiva de infraestructura de defensa, como puertos, paseos marítimos y espigones, han afectado gravemente a la “dinámica” costera y los sedimentos marinos. Y muchos ayuntamientos aún no disponen de sistemas de saneamiento integral de las aguas residuales, que acaban vertidas en el mar.
A Carlos Jiménez le preocupa particularmente la disminución de algas autóctonas, en especial los farenígamos, cuya función en la producción de oxígeno es relevante. “Si se pierden los lechos de macroalgas se empobrece el sistema costero de especies. Y está habiendo una reducción importante. Además, las praderas de farenígamos constituyen un modo de protección natural contra el oleaje, porque los temporales llegan ahora sin amortiguar hasta las playas”, explica.
Los daños son, en algunos casos, irreversibles. En las últimas décadas se han recalificado muchos terrenos y se han otorgado licencias en zonas protegidas, áreas inundables y y franjas costeras a pie del mar. “El paisaje costero está totalmente urbanizado en la Costa del Sol. Hay que irse hacia el este de Málaga para ver espacios que se conserven mínimamente naturales”, indica el catedrático de Ecología.
Situaciones similares en otros puntos costeros de España
Similares desafíos afronta el litoral valenciano. Algunos expertos cifran la saturación edificatoria en hasta un 70% de media en primera línea marítima. Es el caso de José Luis Miralles, profesor de la Universidad Politécnica de Valencia y autor de una notable producción investigadora del fenómeno urbanizador costero. “Estamos llegando a los límites del crecimiento. En un planeta finito, no puede haber un crecimiento indefinido. Ni el turismo puede aumentar sin límites”, reflexiona Miralles. “Se está produciendo una degradación urbana del litoral. Pero también de los servicios turísticos y su atractivo se puede perder”. Para el experto de la Politécnica, un caso paradigmático de la saturación es la Manga del Mar Menor, cuyo entorno se encuentra “muy degradado”.
¿Y qué se puede hacer? Este profesor asegura que se están abriendo paso corrientes “renaturalizadoras”. “Hay que pensar en recuperar el territorio”, añade. La amenaza del cambio climático, con el previsible aumento del nivel del mar, nos obligará a plantearnos seriamente el riesgo grave que representan las urbanizaciones a pie de playa en algunas zonas. “Los daños serán cada vez mayores. Habría que pensar si determinadas partes hay que reubicarlas si se tiene ya la certeza” del incremento significativo del nivel del mar. Miralles es partidario de tomar decisiones y buscar el equilibrio entre el derecho al desarrollo turístico y urbano y la protección de los valores naturales, que cumplen una función medioambiental básica.
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