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La penúltima consecuencia de lo frágil que puede ser la última y brillante capa de internet, las redes sociales, la hemos visto esta semana con Facebook. Un fallo en un protocolo invisibilizó todo el universo de plataformas de la compañía, es decir, la propia red social, Instagram, WhatsApp, Oculus y demás. Con 2.300 millones de usuarios, —más de 3.500 millones si agregamos los perfiles de todas esas redes sociales— para medio planeta la caída de Facebook significó casi la caída de internet mismo. ¿Cómo se puede evitar éste y otros problemas derivados del gigantesco tamaño de esta multinacional?
Recientemente, un informe sobre economía digital de la Agencia de Naciones Unidas para el Comercio y el Desarrollo (UNCTAD) constataba que el alcance global que han logrado las grandes compañías de internet se basa, fundamentalmente, en el creciente acceso privilegiado a los datos. Estas compañías son Apple, Microsoft, Amazon, Alphabet (Google), Facebook, Tencent y Alibaba, que acaparan un inmenso poder financiero, tecnológico y de mercado.
Tanto desde EEUU como desde Europa los poderes públicos se están dando cuenta de la dificultad de aplicar las normas antimonopolio a estos mastodontes empresariales, dado que no se pueden aplicar las normas del siglo XX a la realidad (digital) del sigo XXI. "Clarísimamente estas empresas han crecido tanto porque la normativa anticompetencia no ha funcionado, está pensada para evitar la concentración de empresas en perjuicio del precio", sostiene la abogada especializada en tecnología y privacidad Paloma Llaneza, que añade: "Como los servicios digitales son generalmente gratis, pues no parece que exista tal perjuicio".
En una conversación con Público, Llaneza, autora de 'Datanomics' (2019), insiste en que el problema principal para poder enfrentarse al gran poder de esas plataformas es que "se salen del esquema clásico de la competencia". De hecho, a uno y otro lado del Atlántico, los esfuerzos políticos y jurídicos se están encaminando hacia ahí, es decir, hacia una nueva definición de "competencia".
"Las normativas de competencia ya han obligado a grandes empresas a trocearse en el pasado", recuerda esta experta, tal fue el caso de AT&T en 1982, cuando fue forzada a vender varias subsidiarias. En este caso la escala es mucho mayor, porque hablamos de las compañías más grandes del mundo. La valoración por capital bursátil catapulta a Apple al primer lugar (de momento) con 2,03 billones de dólares (el PBI de Italia), seguida de Microsoft, y a continuación, Aramco (una petrolera saudí), Amazon, Alphabet (matriz de Google), Tencent, Facebook, Tesla y Alibaba.
Tradicionalmente, las normas sobre competencia en los mercados están pensados para evitar que dos o más actores lleguen a acuerdos en perjuicio del consumidor; es decir, una práctica que tratan de evitar es que se acuerden los precios de un bien (por ejemplo, la gasolina) entre las distribuidoras, de modo que es posible legalmente demostrar que esas prácticas existen (si existen) y los reguladores pueden actuar contra dichas prácticas.
Lo que sucede en las compañías digitales es que no suelen cobrar al consumidor final: proporcionan productos muy buenos, de alta calidad, fáciles de usar y rápidos, sin cobrar directamente. Nadie paga dinero por tener una cuenta en Facebook o Instagram. No hay un precio determinado, son 'gratis'.
Además, no sólo no acuerdan entre ellas nada sino que son competidoras, en el sentido tradicional del término. O bien, directamente, se compran entre ellas, como pasó en su día con Facebook cuando adquirió Instagram y WhatsApp. Compiten por un supuesto liderazgo en la innovación tecnológica.
Llaneza insiste en poner el foco en uno de los principales pasos para tratar de controlar a las multinacionales tecnológicas: la privacidad y la protección de datos. El Reglamento General de Protección de Datos europeo (RGPD), de aplicación directa desde mayo de 2018, describe cuál es el negocio de estas plataformas: la recopilación y el uso masivo de datos y metadatos. Y, de pronto, desde los reguladores de la competencia se dieron cuenta de que las normas existentes hasta ahora ya no eran eficaces para estos negocios.
Es decir, lo que la protección de los datos personales puso encima de la mesa fue el hecho de que la remuneración que obtienen las plataformas y redes sociales no tiene que ser dinero, sino los datos.
Ahogar a la competencia
Además, se llegó a la conclusión de que "la competitividad tiene que ver más con el hecho de que esta gigantes ahoguen a cualquier potencial competidor, bien imitándolos o bien directamente comprándolos a golpe de talonario", apunta Llaneza, que añade: "De esta manera no dejan espacio para otros incumbentes en el mercado, no hay apenas alternativas; y esas alternativas no se basan ya en el precio sino en una privacidad más reforzada", apunta.
"En EEUU hay una comisión en el Congreso que lleva más de un año investigando y ya ha llegado a la conclusión (PDF) de que, para controlar estas entidades, hay que trocearlas", señala la experta, que recuerda que si una de esas compañías estadounidense termina desmembrada, lo estará en todos los mercados el mundo. No estamos hablando de algo nuevo, sino de un movimiento que comienza a darse desde 2016 por parte de activistas que exigen que estas entidades se ajusten a una competencia justa.
Esta forma de abordar el problema del monopolio de estas plataformas tiene uno de sus claves en un 'paper' de Lina M. Khan, titulado "La paradoja antimonopolio de Amazon" (PDF) en el que se expone de forma muy clara cómo esa compañía se ha situado en el centro del comercio mundial escapando al escrutinio de los reguladores antimonopolio, y describe el modelo de ésta y otras plataformas: hacen que lo gratis (o un precio claramente predador) se vuelva racional, mientras asfixian a cualquier posible competidor.
Llaneza destaca que las normas comunitarias en la UE "ya van a ir por ahí". Existen en concreto dos reglamentos europeos en marcha, uno sobre plataformas digitales y otro sobre mercados, que apuntan directamente a ese problema: el sistema de competencia actual no sirve para contrarrestar el poder de las tecnológicas, luego lo que hay que hacer es cambiar el sistema de competencia para ajustarlo a las nuevas necesidades del mercado.
La utopía que no fue
La utopía de internet, de una red descentralizada, democrática, libre y autogestionada, resuena en las cabezas de la generación que protagonizó la primera digitalización de las telecomunicaciones. Durante los años noventa, antes de la obsesión por la 'monetización', la red de redes era un espacio colaborativo, sin más normas que la llamada 'netiqueta' y en donde no importaba la comodidad, sino la libertad.
Pero desde hace años no hay espacio para la nostalgia. Desde que en 2007 el iPhone de Apple mostró el camino para llevar internet a los móviles a base de aplicaciones bien delimitadas y cercadas, la idea de una red de redes abierta resulta de alguna manera ingenua porque realmente nunca fue así. Por si fuera poco, las últimas revelaciones sobre cómo funciona por dentro el universo Facebook y el conocimiento efectivo que tiene de su "toxicidad" para los ciudadanos, gracias al testimonio de Frances Haugen, aumentan aún más el interés público de pedir explicaciones y cierto control a la empresa.
En una conversación telefónica, el informático Marcelino Madrigal plantea a Público una cuestión meramente práctica. "¿Hay alternativas a estos servicios? Pues claro que las hay, lo que pasa es que la gente quiere algo que use todo el mundo, por lo que la ventaja la tiene el primero que llega y da el campanazo", resume.
"Recordemos qué sucedió con el Messenger de Microsoft, si hubiese evolucionado el servicio sería ahora mismo el rey de la mensajería", apunta Madrigal, que recuerda que el auge de las redes sociales y de los gigantes de la red "parece fruto de una serie de catastróficas desdichas, estamos en un escenario fruto de decisiones equivocadas una tras otra: hay que recordar, por ejemplo, que el ascenso de WhatsApp fue, sencillamente, el precio disparatado de los mensajes SMS, de modo que nos la colaron por el bolsillo".
A pesar de que existen alternativas a casi todos los servicios que prestan estas grandes compañías, su tamaño y sus prácticas claramente anticompetitivas nos están conduciendo a escenarios inquietantes, como la aparente desconexión global de esta semana. "La dependencia que tenemos con los proveedores de servicios y plataformas es tan evidente que salta a la vista cuando sucede un evento como el que ha pasado con Facebook", razona este experto que, siempre alerta, apunta: "Cada uno debería valorar la información que maneja".
Casi nadie fuera de Facebook sabe lo que pasa dentro
Los gigantes de internet no sólo pueden ser perniciosos para el mercado sino, sobre todo, para las personas. Frances Haugen, la exempleada de Facebook que ha sacado a la luz las prácticas de la compañía, denunció en el Senado de EEUU que casi nadie de fuera de la firma sabe lo que pasa dentro de ella, donde se "engaña repetidamente" al público sobre los efectos nocivos de sus plataformas. Haugen explicó ante el subcomité de Protección al Consumidor, Seguridad de Productos y de Datos de dicha Cámara que el tiempo que estuvo trabajando en la empresa se dio cuenta de una "verdad devastadora": La compañía oculta información al público y a los Gobiernos, informa EFE. "Los documentos que he proporcionado al Congreso prueban que Facebook ha engañado al público de forma repetida sobre lo que su propia investigación revela acerca de la seguridad de los niños, la eficacia de su inteligencia artificial y su papel para expandir mensajes divisorios y extremistas", dijo.
Haugen compareció ante el subcomité de la Cámara Alta después de las filtraciones que ella misma hizo en los últimos días al diario The Wall Street Journal. La informante reveló su identidad en una entrevista emitida el domingo con el programa 60 minutos del canal de televisión CBS. La exempleada afirmó que ha decidido testificar ante el Congreso porque cree que los productos de Facebook dañan a los menores, fomentan la división y debilitan la democracia. “Los líderes de la compañía saben cómo hacer que Facebook e Instagram (propiedad de Facebook) sean más seguros, pero no harán los cambios necesarios porque anteponen sus beneficios astronómicos a la gente", denunció.
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