barcelona
En el edificio del Instituto de Oncología de Vall d'Hebron (VHIO), situado en la falda de la sierra de Collserola, detrás del hospital de Barcelona, hace días que atienden más llamadas de periodistas que nunca. Preguntan por el equipo del centro liderado por la doctora Laura Soucek, que por fin ha conseguido desarrollar un tratamiento revolucionario contra el cáncer que perseguía desde hace al menos dos décadas.
Cuando la entrevistan, ella explica que el fármaco podría desactivar el núcleo de muchos tipos de células cancerosas, que ya se ha probado con éxito en ratones y se quiere probar en humanos el próximo año. Ahora bien, hasta el momento, nadie le ha preguntado a esta doctora por uno de los obstáculos más silenciados que ha tenido que superar en la carrera para sintetizar el Omomyc, el fármaco en cuestión: las discriminaciones que ha sufrido por el hecho de ser mujer en un mundo todavía de hombres.
Como ella, todas las mujeres tienen grabada en la memoria aquella hostia de la vida en que se dieron cuenta que, por el hecho de ser mujeres, el entorno las trataría peor. Un abuso, el primer acoso en la calle, el machismo en el patio de la escuela, una violación. Pero tanto daño hace este recuerdo como los micromachismos que sufren a diario, sobre todo si trabajan en mundos laborales eminentemente masculinos como el de la investigación. "¿Por dónde empiezo?", preguntan la mayoría cuando se les piden ejemplos de esta discriminación.
Soucek es la primera mujer que dirigió un laboratorio en el centro donde trabaja
Soucek recuerda cómo, hace apenas un mes, el presentador de unas jornadas científicas invitó al público a quedarse en la mesa donde ella participaba "porque había ponentes muy guapas" cuando del resto, compuestas todas por hombres, había alabado los méritos científicos. Aunque le duele también escuchar que compañeros de profesión mencionan de ella su "elegancia" y no sus méritos científicos, "como harían con un investigador hombre". O que la presenten junto a otros investigadores como "señorita Soucek" mientras al resto les tratan de profesores o doctores. "Yo también soy profesora y doctora!", exclama.
Aparte de estos comentarios -"que son los que te marcan el día a día", reconoce la investigadora-, varios estudios también han aportado datos que confirman que en la carrera científica es más fácil que una mujer quede atrás. En los centros de investigación, y según el informe del Gobierno español Científicas en cifras 2017, ellas consiguen sólo un 39% de los puestos de las plantillas (una cifra similar a la de hace diez años) y sobre todo se las encuentra ocupando puestos de menos responsabilidad. "Hay que trabajar para que las mujeres lleguen a los cargos de coordinación: sin una conciliación real muchas se acaban alejando", denuncia Soucek que, de hecho, es la primera mujer que dirigió un laboratorio en el centro donde trabaja.
También la financiación que reciben las mujeres para poder sacar adelante su línea de investigación es inferior al que perciben ellos. La Asociación de Investigadores y Tecnólogas (AMIT) ya denunció que las mujeres representaron sólo un 17,6% de las ganadoras en los premios científicos repartidos en España entre el año 2009 y en 2014; que, más allá de un reconocimiento, lo que realmente suponen es una inyección económica para la investigación de los premiados.
Feminismo entre probetas
Pero ante este panorama empieza a haber excepciones como la del centro donde trabaja la investigadora Laura Soucek, que ahora ya lo dirigen tantas mujeres como hombres. O como la catedrática Marilar Aleixandre, que acaba de recoger el premio internacional más prestigioso del campo de la didáctica de las ciencias. O como tantas otras. El feminismo también está removiendo conciencias entre probetas y cada vez más científicas están empezando a responder ante las discriminaciones que sufren en el trabajo. El pasado 9 de febrero, la prestigiosa revista científica The Lancet lo resumía lanzando un editorial que titulaba "El feminismo es para todo el mundo", también para el mundo de la investigación.
Hija de una abogada italiana, Soucek creció sabiendo que podría ser lo que quisiera. Y una estancia de diez años en Estados Unidos dice que le mostró que existen laboratorios donde las discriminaciones no tienen cabida. Seguramente de ahí los "yo no me callo nunca" que tantas veces repite cuando le preguntamos por cómo combate los micromachismos que vive en el trabajo.
De hecho, ese día que el presentador de unas jornadas animó al público a quedarse en su mesa porque las ponentes eran "guapas", dice que cuando le tocó el turno de intervenir agradeció la elección de los ponentes porque , detalló con sorna, también eran "muy guapos". El hombre no se dio por aludido, pero el público se levantó y aplaudió. "No debemos aceptar estas ofensas, debemos creer en nosotros mismos y contestar, con educación, pero contestar". Días después recibió un mail de disculpa.
Soucek sigue explicando las respuestas que acumula en su historial desde el despacho: pecera con peces minúsculos, ordenador con el mail abierto, chapa azul en la solapa de la americana con el eslogan "Proud Cancer Researcher" (investigadora oncológica orgullosa). Dice que el cambio llega, que lo importante es no tener miedo.
Pero Soucek habla desde una situación privilegiada: la mayoría de trabajadoras del mundo de la investigación no ostentan tanto poder como ella. A la hora de contestar, a ella el cargo la ayuda y es consciente: "Lo importante es que nosotros, ahora que hemos llegado aquí, trabajamos por la igualdad desde los puestos directivos", añade. Y explica que ella y otros investigadores del Instituto de Oncología de Vall d'Hebron (VHIO), por ejemplo, están instando a la institución para que incorpore mujeres al comité científico externo que los guía en sus programas de investigación. Actualmente está formado sólo por hombres, pero "cambiará porque lo hemos pedido", asiente con seguridad.
Cuatro años del proyecto Libra
En Barcelona hay más centros de investigación que también trabajan activamente para abolir las discriminaciones de género del mundo de la investigación. De hecho, en 2015 la ciudad fue escenario de una reunión donde trece instituciones europeas denunciaron las desigualdades de género en el terreno de la ciencia. Al frente de este grupo de centros estaba el Centro de Regulación Genómica (CRG), que tiene sede en la capital, ahora tocando al mar.
Juntos pusieron en marcha entonces el proyecto Libra, que pretendía hacer un diagnóstico de la situación e implementar acciones para la igualdad. "Aunque la mitad de los estudiantes de doctorado en Europa son mujeres, el número de investigadoras decae durante el posdoctorado y cae en picado en posiciones de liderazgo en los centros de investigación de Europa", denunciaban entonces.
El proyecto Libra pretendía hacer un diagnóstico de la situación e implementar acciones para la igualdad
Han pasado cuatro años de aquel encuentro, este mes de marzo se ha acabado la financiación que les proporcionaba la Comunidad Europea, pero se han dado pasos adelante. A pocas semanas para que un ente externo evalúe el proceso, la coordinadora de Libra, Isabelle Vernos, hace una valoración positiva. Entre otros, explica que se han generado planes de igualdad en todos los institutos, se ha elaborado una publicación con recomendaciones para una contratación igualitaria y se ha creado un módulo virtual para enseñar a los estudiantes que aporta la dimensión de género en la investigación -"se ha tirado mucho dinero por no haber probado medicinas en ratones macho y ratones hembra"-.
"Todavía hay mucho margen de mejora, pero las cosas están cambiando. Sobre todo porque desde arriba se están imponiendo planes para que la igualdad no dependa de la buena voluntad de la gente", explica Vernos. Y menciona el sello de la Athena SWAN, que distingue a los centros superiores del Reino Unido que aprueban en materia de igualdad.
Desde que se reunieron los trece en Barcelona, también ha aumentado la conciencia de género entre los trabajadores de los institutos del proyecto Libra y se han contratado más mujeres como investigadoras. En el Centro de Regulación Genómica, en concreto, cinco; cuando en las selecciones anteriores siempre habían contratado hombres.
El año pasado también nació la base de datos de mujeres investigadoras y tecnólogas de la AMIT. Nació con 1.500 nombres, ahora ya tiene más de 2.200 mujeres registradas. Ni Isabelle Vernos ni Laura Soucek están. Cada día son más las mujeres que trabajan desde sus laboratorios para que la igualdad de género sea palpable en el mundo de la investigación.
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