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Actualizado:Se llama Hossein, tiene 30 años y es de Bangladesh. Desde hace sólo tres semanas vive en el barrio del Eixample, donde comparte piso con una familia de Barcelona. Antes en casa de Pedro eran cinco y con Hossein son seis. Lo que tiene de especial su historia es que Hossein es un solicitante de asilo y representa el tercer caso de éxito de convivencia entre familias acogedoras y personas refugiadas que ha puesto en marcha Refugiados Bienvenidos en Barcelona, un programa en fase piloto que hace posible que personas desplazadas y locales con afinidades comunes compartan piso.
Buch: "Muchas personas solicitantes de asilo se ven en la calle o en albergues para personas sin techo"
El programa, aún bastante desconocido y encabezado por Jaume Buch en Barcelona, es la materialización de la proclama 'Casa nostra, casa vostra', tan secundada por la población catalana y que ahora por fin encuentra una vía concreta de hacerse realidad. "Es una puerta que se abre dentro de nuestra sociedad", dice Jaume. Tres personas refugiadas ya comparten piso con familias barcelonesas a través del programa, hay dos casos más en curso y cinco viviendas más para septiembre. En todo el mundo ya son 998 casos de éxito, 19 en España.
La importancia de esta iniciativa radica en el hecho que la vivienda es una auténtica barrera para las personas solicitantes de asilo, muchas de las cuales "se ven abocadas a la calle o a albergues para personas sin techo una vez agotan los seis meses en un centro de acogida que estipula el programa estatal de asilo ", explica Jaume. Esto es porque, a pesar de tener una prestación, los requisitos para alquilar un piso son demasiado exigentes para estas personas, que no pueden pagar una fianza y que no tienen permiso de trabajo hasta el mes siguiente de dejar el centro de acogida.
"Vivimos como una familia"
Jaume habla de 'caso de éxito' cuando sucede como con Hossein y Pedro. Sentados en un café cuentan su historia como si fueran familia, las afinidades son evidentes y las formas de ser bastante similares: mentalidades abiertas y ganas de aprender y de convivir. Pero para que esto suceda, hay detrás lo que llaman 'itinerario de convivencia', un período de entre uno y dos meses en que la persona local y la desplazada se conocen en reuniones con una tercera persona que hace de intermediaria. En el caso del Hossein, Paula, una de los 18 voluntarios que hace de puente entre las partes y "rompe el hielo".
Paula: "Los miedos y las dudas iniciales son normales, es un ejemplo de coraje muy fuerte"
Pedro, ya jubilado, se había inscrito en la iniciativa del ayuntamiento Barcelona Ciutat Refugi, que no pudo dar salida a la avalancha de ofrecimientos de vecinos de la ciudad y que pasó algunos casos al programa Refugiados Bienvenidos. Cuando Jaume llamó a Pedro para hablarle de Hossein, Pedro lo planteó a su familia y decidieron seguir adelante. "En la primera reunión en su casa, la conexión fue inmediata", explica Paula.
Pedro reconoce que en un primer momento "sientes desconfianza por una cuestión de privacidad, pero luego ves que no hay ningún problema". En este sentido, Jaume explica que muchas personas que se interesan por el programa "tienen que luchar primero con sus miedos y después con los de su entorno". "Es un ejemplo de coraje muy fuerte", añade Paula, que reconoce que "los miedos y las dudas iniciales son normales". Este itinerario de convivencia reduce al mínimo la posibilidad de error. "Deben sentirse cómodos, si no no seguimos adelante", explica Paula.
El deseo de integrarse
Hossein llegó a Madrid en diciembre después de un viaje que fue una dura odisea. Él, que huyó de su país porque su vida corría peligro, explica que viviendo con Pedro y su familia "es como cuando vivía con mi familia en mi país". En Bangladesh ha dejado a su madre y una hermana. A menudo Hossein cocina para su nueva familia y colabora como uno más en las tareas del hogar.
Hossein estudia castellano, empezará catalán y hace varios cursos formativos. "Es una nueva vida
para mí"
Con un castellano sorprendentemente fluido, Hossein explica que se siente como uno más en casa. "Es una nueva vida para mí", dice. Está estudiando castellano y quiere empezar con el catalán, además se ha apuntado a varios cursos formativos. El mes que viene ya tendrá permiso de trabajo. "Quiero trabajar, no me importa de qué, pero quiero hacer cursos para formarse en cosas concretas, como fontanería u otras formaciones profesionales", explica.
Su solicitud de asilo está en proceso y si se la conceden puede llegar a tardar dos años. Pero su situación está formalizada desde que en diciembre, al llegar a Madrid, contactó con CEAR y le asignaron un centro de acogida en Sant Boi de Llobregat. "El plan estatal te asigna el centro de acogida en cualquier punto del estado", explica Jaume. A Hossein, que llegó solo, no le importaba la ciudad de destino sino tener la oportunidad de tener una nueva vida.
Las condiciones para compartir piso
El rigor con que los voluntarios trabajan en el programa Bienvenidos Refugiados para que todo salga bien como en el caso del Hossein, comienza al principio del proceso. "No trabajamos con casos de urgencia, como familias o personas con problemas psicológicos o de drogas", explica Jaume. Esto es precisamente por "no añadir un fracaso" a las circunstancias ya complicadas de estas personas. Estudian bien el perfil de la persona desplazada, de la familia acogedora y buscan puntos comunes.
El objetivo es "que haya una relación de igual a igual, de compañero de piso"
En cuanto a la logística, quienes están interesados en participar activamente alquilando una habitación en su casa deben cumplir ciertas condiciones. La primera es que la habitación se alquile por un mínimo de seis meses, "es una estancia mínima para dar estabilidad a una persona que ya lleva un recorrido de inestabilidad importante", explica Jaume. Además, debe haber contrato formal de alquiler. El inquilino pagará un alquiler porque el objetivo es "que haya una relación de igual a igual, de compañero de piso".
Las otras condiciones son un precio social de alquiler de la habitación, de 300 o 350 euros mensuales como mucho en Barcelona -ya que la prestación de la persona desplazada es muy pequeña-, y que la habitación sea un espacio digno, con mobiliario que garantice su intimidad y que pueda acceder a espacios comunes de la vivienda.
Una vez superado el itinerario de convivencia, la persona que hace de vínculo local como Paula, se queda haciendo seguimiento del proceso, es decir, tanto el propietario como el inquilino la pueden llamar si surgen dudas o inquietudes. Este voluntario también se encarga de asegurar el ocio de la persona desplazada, para ampliar su red social y que no quede sólo en la nueva familia. La experiencia del proceso de convivencia quedará recogida en un 'Diario de a bordo'.
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