Madrid
Actualizado:"Tengo 44 años y cuando tenía 11, en los años 90, ya me dijeron los médicos que tenía obesidad de tipo 3. A esa edad empecé a engordar sin motivo aparente. Mi madre decía: Lleva una alimentación normal y saludable como todos en mi casa, ¿qué es lo que está pasando? Y respondían que simplemente me faltaba desarrollarme. Cuando no decían eso, aseguraban que tenía ansiedad y le daban a mi madre la típica hoja de la dieta de 1.200 calorías". Quien habla es Alicia Garzón, que explica con cierto nerviosismo en su voz cómo y cuándo comenzaron sus problemas.
Lo que Alicia describe no es una excepción, es mucho más habitual de lo que podría llegarse a imaginar y tiene un nombre: gordofobia médica. Las afectadas nos aseguran que esta situación se repite sin cesar: acuden a un centro sanitario por un problema de salud y, sin apenas preguntarles por sus síntomas, la solución se reduce a "haz dieta y adelgaza", sin ni siquiera hacerles las pruebas pertinentes.
"Cuando tú eres una niña y tienes una dieta, un parón en tu cuerpo porque te restringen la comida, luego a escondidas comes. Y más con 11 años, que no tienes capacidad de entender. Solo sabes que tienes hambre y comes. Yo he entendido ahora que tengo un trastorno de la conducta alimentaria (TCA) y que ya lo tenía entonces".
Pero las cosas no quedaron ahí. Con 18 años, acudió por primera vez al ginecólogo por retrasos en su menstruación y se encontró con lo que describe como la consulta médica "más traumática" de su vida. Explica a Público que el sanitario no atendía a sus palabras, tan solo la miraba con "cara de asco" y, cuando terminó de hablar, su respuesta fue la siguiente: "Mira, ¿ves el gesto que hago con las manos? Lo que cabe dentro de una mano es lo que comen los niños en Nigeria y allí no hay gordos". "Yo salí de allí horrorizada, traumatizada", explica, para a continuación recordar que, cuando la regla se retrasa, es normal engordar. Pero no le hicieron entonces ni una sola prueba médica.
"Hay muchas personas que dejan de ir al médico y eso sí que vulnera nuestro derecho a la salud porque igual cuando vas ya es tarde y no acudiste antes por miedo a lo que te pudieran decir", explica la conocida activista Magda Piñeyro, autora de libros como 10 gritos contra la gordofobia y Stop Gordofobia y las panzas subversas.
"Algunos sanitarios cometen negligencias médicas con las personas gordas", denuncia. "Hay compañeras activistas que lo que hacen cuando va al médico es decir directamente: ¿Usted qué me recomendaría si yo fuera flaca? Si en lugar de estar gorda, fuera delgada, ¿qué pruebas me haría?", ejemplifica.
Desde Murcia, María Ángeles Vietor narra su experiencia en las consultas médicas. Un suma y sigue de malos tragos que la llevaron a decir "basta" y dar el salto al activismo. Con su historia, confirma las palabras de Piñeyro. "Se supone que ellos tienen que velar por nuestra salud y debería ser un entorno seguro, pero no lo es, es un entorno de tortura y de violencia", añade con un punto de enfado en su voz.
"Yo acudí en 2013 a la consulta de un especialista por un pequeño bulto que me provocaba problemas en una pierna y no me dejó hablar, me trató de forma violenta y humillante y, nada más abrir la puerta, me dijo: Tú, a la bariátrica [cirugía para la reducción de peso]. Pero así, sin decir ni buenos días ni preguntar cómo estaba ni nada".
Ante la perplejidad de María Ángeles, el médico no cesó en su actitud gordófoba, sino que continuó diciéndole: "Te tienes que operar porque te va a dar cáncer de mama, cáncer de útero...". La mujer llevaba consigo numerosos expedientes médicos y no fue capaz ni de articular palabra. "Lo único que se me ocurrió decir fue: ¿Por qué me dice usted estas lindezas?. Y, entonces cogí todos mis papeles, decidí que este hombre a mí no me iba a tratar y ahí empezó mi activismo", explica.
En ese momento, decidió poner una reclamación telemática. La Administración le dio la razón y terminó por cambiarle de especialista. En ese instante, comenzó un peregrinar de consulta en consulta. Hasta tres sanitarios más la atendieron y ya en 2021, cuando el último de ellos le vio, le dijo que el bulto que tenía en la ingle había malignizado y que debía extirpárselo. La cirugía fue bien, pero este ir y venir de un lado para otro le dejó una secuela en la pierna: "Se podían haber evitado consecuencias como el linfedema que me ha quedado", lamenta la activista, que fue una de las creadoras del comunicado conjunto publicado por el Día contra la gordofobia.
"No nos pueden tratar con esa violencia y de forma automática como si no nos afectara a nuestra salud mental. Estas situaciones nos hacen caer en depresión, en baja autoestima o hasta en un TCA. Yo me he sentido como una ciudadana de segunda, como ganado inservible al que hay que extinguir", zanja.
Un caso similar vivió J.O., un hombre que prefiere mantenerse en el anonimato. Acudió a la consulta del traumatólogo por un dolor en los pies y este le comentó nada más verle: "A ti te duele por el peso". "No fue agresivo o faltón, como lo suelen ser con las mujeres. Simplemente lo constató solo con verme", apunta.
La respuesta del paciente fue clara y concisa: "¿Y no debería hacerme una radiografía o algo para confirmarlo?". Entonces, le mandó descalzarse y, al verle, respondió: "Ah, qué curioso, no tienes callos, que es lo que deberías tener". Solo entonces fue cuando le solicitó la mencionada prueba médica, que reveló que tenía un metatarso un poco desplazado. Tan solo hicieron falta unas plantillas para que remitiera su padecimiento.
"Vas a una consulta médica por cualquier otro motivo y, ya de paso, te dicen que tienes que perder peso, que te van a recetar una dieta o te derivan a la nutricionista", narra. "Y dices: A ver, que me parece muy bien, gracias por la preocupación, pero si yo voy a neumología...".
Otra muestra más de gordofobia la sufrió este hombre en una consulta a la que acudió porque no respiraba bien. La respuesta fue la de siempre: el problema estaba en su peso: "Pues mira, llevo con él un tiempo y nunca me había pasado nada así antes", contestó J.O. Finalmente, se trataba de asma derivado de una alergia. Con un inhalador y antihistamínicos se solucionó el problema.
"Yo lo único que pido es que me traten como a cualquier otro paciente. Si aquí viene una persona delgada y le haces una prueba, pues a mí hazme la misma", afirma de manera airada. "Y, si hablan con una mujer, encima se sienten más envalentonados. Piensan que pueden decirle lo que quieran y de malas maneras porque no va a pasar nada", añade.
Alicia Garzón, no obstante, matiza algo que todos confirman: no todos los sanitarios son iguales. "Durante mi embarazo me vieron los médicos de nueva generación, como yo los defino, y me trataron muy bien. Realmente, la gordofobia la ejercen más los médicos de la vieja escuela. La situación está cambiando muy poco a poco".
Desterrar la gordofobia de las consultas
"Existe una trampa, que es la gordofobia, que supone juzgar a las personas por su tamaño corporal a nivel de hábitos, a nivel de salud... Y lo que dice la evidencia es que puede haber salud en los cuerpos gordos y en los cuerpos no gordos", explica Mireia Hurtado, una psicóloga y dietista especializada en psicología de la alimentación.
"Hay una serie de influyentes que condicionan la salud de las personas gordas. Estos no tienen que ver tanto con el peso sino con el hecho de vivir en un cuerpo no normativo", añade la experta, que enumera una serie de factores: infradiagnósticos en las consultas, el impacto de la discriminación en su salud física y mental (estrés, exceso de adrenalina, etc.), la factura que pasan los "ciclos interminables" de subida y bajada de peso a causa de las dietas...
Glenda Hernández, enfermera y nutricionista, va un paso más allá al explicar a Público cómo se enfoca la atención sanitaria a las personas gordas en las universidades. "Tanto en Enfermería como en la carrera de Nutrición hay una gordofobia brutal. Nos enseñan a mirar a ver la persona directamente desde su patología y ya, si vemos un cuerpo gordo, ya lo asocian con obesidad, malos hábitos, dicen que tiene que bajar de peso, que por eso tiene ese problema de rodillas, ese problema cardíaco, esa enfermedad...". Y todo ello, sin ir más allá a valorar sus hábitos o su estilo de vida, añade, para posteriormente puntualizar que ella habla desde un cuerpo normativo, con los privilegios que ello conlleva.
"Otro factor clave es el nivel socioeconómico del paciente, porque estamos hablando de menos recursos económicos para la educación, la sanidad, menos recursos para dedicar a una buena cesta de la compra, etc.", matiza Hurtado.
Mireia Hurtado: "Lo que dice la evidencia es que puede haber salud en los cuerpos gordos y en los cuerpos no gordos"
Para evitar este sesgo discriminatorio, ambas trabajan desde el método HAYES (Health at Every Size, traducido como Salud en todas las tallas), que está enfocado en la persona. "Puedes tener una paciente gorda y no tienes por qué enfocarte en su peso. Si tiene buenos hábitos, una buena relación con la comida, si se mueve, si no tiene patologías... Puede haber salud en todas las tallas. Se trabaja sin juicio", cuenta Hernández.
Por ello, el primer paso en sus consultas consiste en eliminar en las pacientes todo rastro de la vergüenza y la culpa que arrastran debido a la gordofobia. Es decir, se las enseña a desaprender esa cultura de la dieta a la que las tienen acostumbradas.
"Desde ese punto de partida, nos enfocamos en empezar a construir una relación sana de autocuidado donde el foco no esté puesto en el peso, sino en los hábitos, porque es lo que está en nuestra mano, la modificación de los hábitos, porque el cuerpo no es tan modificable como nos quieren hacer creer", arguye Hurtado.
Y, por supuesto, desmontan el machismo imperante, como J.O. ya apuntaba: no se trata de igual modo en las consultas médicas a hombres y mujeres. Con ellas, la agresividad es mayor y más constante. "Hay un componente machista, debido a la imposición más estricta de los cánones de belleza, puesto que a la mujer siempre se le exige tener un cuerpo concreto y al hombre, no tanto. Pero nosotras tenemos que estar perfectas siempre", dice Glenda Hernández.
Ella hace un ejercicio con sus pacientes gordas para extraer de ellas el prejuicio con el que también cargan: "¿Qué pasa si ves a una mujer gorda comiendo una hamburguesa?, pregunto. La gente responde juzgándola. ¿Y qué pasa si ves a un hombre hacer lo mismo?, cuestiono entonces, a lo que me responden: Mira, no lo pensaría tanto, verlo en una mujer me provocaría más rechazo".
María Ángeles Vietor es tajante: "Sé que la medicina tradicional está formada en el pesocentrismo, pero eso no tiene nada que ver para que nos humillen y nos den un trato vejatorio. ¿Que no te quieres deconstruir? Vale, pero nos tienes que tratar con respeto y, sobre todo, la Medicina debe humanizarse. Somos personas, no ciudadanas de segunda".
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