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"La falta de apoyo institucional y legal deja desprotegidas a las víctimas de los ataques anti-género"

Els investigadors Maria Rodó i Leon Freude, al Campus Ciutadella de la Universitat Pompeu Fabra (UPF).
Los investigadores María Rodó y Leon Freude, en el campus de la Universidad Pompeu Fabra (UPF). Públic

La entrada del feminismo en las instituciones y la aprobación de normas estatales como la Ley Trans o la ley del solo sí es sí demuestran, con creces, la evolución positiva en derechos feministas y LGTBI en nuestro país. Unos avances que, desafortunadamente, han ido acompañados de un movimiento anti-género cada vez más "agresivo" y principalmente impulsado —aunque no exclusivamente— por la extrema derecha.

Ahora, un estudio liderado por Maria Rodó, investigadora del Departamento de Ciencias Políticas y Sociales de la UPF y directora del Grupo de Investigación GRETA, y el investigador postdoctoral Leon Freude, en el marco del proyecto europeo RESIST, analiza el impacto de este movimiento con datos de Catalunya y Euskadi. Gracias al testimonio de 33 participantes académicas, activistas e intelectuales, la investigación revela que los ataques anti-género son "deliberadamente políticos" y buscan afectar a figuras visibles del feminismo, con "graves consecuencias" emocionales y psicológicas.

¿En qué consiste el movimiento anti-género?

Leon: Los discursos anti-género cuestionan los avances y políticas feministas que se están desplegando, pero también incluyen ataques dentro del propio movimiento feminista al sector transinclusivo.

Maria: El concepto anti-género se crea en el mundo académico para identificar movimientos o discursos que se oponen a las políticas feministas, a menudo referidos como "ideología de género". Es un término que se usa más en el mundo anglosajón, pero cuando explicábamos a las entrevistadas que son discursos que van en contra de cuestiones vinculadas con los derechos sexuales y reproductivos o con la diversidad sexual y de género, rápidamente conectaban con la idea.

¿Cómo se diferencia de discursos machistas o sexistas?

M: A las personas entrevistadas les costaba distinguir el sexismo o la discriminación que sufren en su vida cotidiana de los ataques anti-género. Son cuestiones absolutamente ligadas.

L: Los discursos anti-género se hacen evidentes, por ejemplo, en dos cuestiones clave que dentro del feminismo están en disputa: el trabajo sexual y las personas trans.

Los ataques anti-género, aunque ahora se identifiquen con este nombre, no son nuevos. ¿Han crecido en paralelo con la extrema derecha? ¿Van asociados a un marco ideológico concreto?

M: Claramente, hay un auge vinculado a la extrema derecha, pero con nuestro proyecto queríamos ampliar la perspectiva. No pretendíamos limitarnos a un único chivo expiatorio, como si solo la extrema derecha fuera responsable de potenciar o difundir estos discursos. Queríamos explorar cómo se manifiestan en muchos otros espacios, también de izquierdas y feministas. Puedes estar sufriendo ataques anti-género en tu propia casa.

L: Una de las entrevistadas, muy experta en el tema, alertaba de que no solo se trata de un contramovimiento a las políticas feministas de los últimos cinco años, sino que el movimiento anti-género viene de mucho más atrás, desde los años noventa y vinculado a grupos religiosos.

M: Las que ya eran feministas en la época de la Transición dicen que ha existido siempre, lo que pasa es que ahora vemos cómo ha aumentado el nivel de agresividad y beligerancia.

¿Por qué son más agresivos ahora los discursos anti-género?

M: El porqué no lo sabemos. Simplemente sabemos que se perciben de esta manera, sobre todo por cómo se configuran y el peso que tienen en el debate público.

¿Por qué la denuncia de las activistas en cuestiones vinculadas con el racismo, por ejemplo, acaba derivando en ataques anti-género?

M: Los discursos anti-género tienen diferentes ejes que están interconectados. Evidentemente atacan cuestiones de género y LGBTI, pero también se vinculan a la anti-inmigración y el racismo, al nacionalismo español que va en contra del movimiento independentista y a la gordofobia.

¿A través de qué formas concretas se expresan los ataques anti-género?

L: Van desde acciones cotidianas, como el caso de talleristas que ofrecen talleres sobre género o feminismo y son acusadas de introducir la agenda woke en el aula, hasta situaciones mucho más graves. Datos sensibles de activistas publicados en las redes, mensajes y amenazas...

M: Queremos destacar que son ataques que se manifiestan en el ámbito público y en el privado, es decir, pueden ser boicots a actos feministas o pintadas en el lugar de trabajo, pero dentro de las casas y en los espacios más íntimos también suceden.

¿Qué papel juegan las redes sociales?

M: El ámbito online toma mucha centralidad porque es más fácil, no hay que desplazarse y con una sola publicación en X ya tienes 500 personas que quieren atacarte. De todas maneras, no es un problema exclusivo del ámbito online, sino que se reproducen cosas que ya se viven en la realidad. En el informe no hemos puesto detalles muy concretos porque creíamos que no era necesario, pero hay activistas que reciben amenazas de muerte, de violación, imágenes pornográficas, amenazas de publicación de datos personales como la dirección de su casa... La mayoría de los ataques se realizan desde el anonimato.

L: Hay personas que tienen la capacidad de ignorar los ataques online, pero son especialmente dolorosos los ataques en espacios más íntimos donde, en principio, se debe encontrar el confort. Y que pasen estas cosas genera otra vez un efecto de silenciamiento en privado.

¿Son efectivos los ataques anti-género? ¿Cómo condiciona la vida cotidiana de las víctimas?

M: Las principales consecuencias son el silenciamiento o la automoderación del discurso. Los ataques tienen el objetivo de crear miedo, no solo a la persona que lo sufre, sino también a su entorno para que no actúen de la misma manera. La gente deja de ir a sitios, de tener un perfil público, de usar ciertas redes sociales, de asistir a espacios de activismo político... Además, también hay una gran sensación de agotamiento.

Aun así, también hay personas que nos han dicho que no piensan callar y que planean seguir difundiendo su discurso porque tienen un compromiso con una lucha política.

Más allá del silenciamiento, ¿cómo afecta a la salud mental?

M: Muchas han tenido problemas de salud mental, sobre todo porque se las arreglan solas. No hay nada que las ayude o las proteja, deben buscar sus propias redes de apoyo o solidaridad. Se crean lo que llamamos "burbujas" para establecer lugares libres de este tipo de agresiones.

¿Qué son los "espacios de resistencia activa" que mencionáis en el informe?

L: Tienen diferentes formas. Para una periodista pueden ser sus compañeras, la familia... En el ámbito político pueden ser las redes de apoyo. Hubo unas participantes en el estudio que fueron encausadas por haber respondido a un grupo anti-género, y su red hizo público el caso, explicó la represión y organizó actividades para recaudar fondos y financiar la defensa.

¿Denunciaban las entrevistadas una falta de apoyo policial, legal o administrativo?

M: Todas, todo el tiempo. Muchas veces el único apoyo que encuentran es en las amigas, esas personas que eliges, con quienes te entiendes políticamente y con quienes te sientes segura. Esto es lo que permite sobrevivir a muchas de las entrevistadas. Queremos destacar la importancia de la amistad.

L: Las amistades son importantes porque a menudo los ataques son muy personales, como los insultos gordófobos.

M: Todas denunciaron la falta de apoyo institucional. En otros países las instituciones se enorgullecen de políticas y leyes anti-género. Aquí no tienen ese papel de manera directa, pero tampoco protegen de los ataques. Presentar una denuncia no sirve, ya que no hay leyes contra la violencia digital. Si este tipo de violencia no se reconoce como violencia política, será difícil que las víctimas reciban protección. No se trata solo de que "todo el mundo insulte en redes"; es una agresión específica, dirigida, que afecta a personas concretas.

¿Qué perspectivas de futuro expresaban las entrevistadas?

M: Había una diversidad de opiniones. Hay gente muy harta, muy cansada, pero también depende de las condiciones en que se encuentra cada una. Pueden ser ataques y formas de resistencia diferentes. En nuestro estudio de caso no lo hemos visto tanto, pero hay víctimas que optan por migrar como estrategia de resistencia. Depende de la situación familiar, de los recursos, de la salud mental.

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