madrid
Sarah se vio obligada a pagar a un funcionario para lograr el estatus de refugiado en Sudáfrica, familias sirias en Alemania son forzadas a abonar un alquiler doble que se suma al que ya paga el gobierno, migrantes en Libia pagan un extra con su cuerpo a traficantes... La corrupción es un factor determinante en la migración, tanto en el país de origen como en la travesía y después en el destino.
Sobre el impacto de la corrupción en los procesos migratorios y la particular vulnerabilidad de mujeres y niñas en este contexto han hablado expertos de diversas organizaciones durante los Días Europeos sobre Desarrollo que tienen lugar estos días en Bruselas.
Cuanto mayores son las dificultades para migrar legalmente, mayor es el beneficio para los traficantes y mayor es el riesgo para los migrantes de sufrir todo tipo de abuso. Y en esto, la corrupción juega un papel fundamental. Primero porque mientras no existan vías seguras de llegada a los países de destino, los migrantes seguirán poniendo su vida en manos de traficantes, estarán dispuestos a pagar sobornos… Segundo porque una vez en tierra prometida, estas personas se encuentran en una situación de vulnerabilidad que permite su explotación y alienta la corrupción del sistema. En muchas ocasiones, se ven obligados a pagar para poder acceder a servicios a los que, en teoría, tienen derecho. La investigadora Ortrun Merkle, de la Universidad de Naciones Unidas, denuncia que esta práctica es particularmente habitual en el sur de Europa.
Merkle trabaja en una investigación sobre la corrupción como factor clave en el proceso migratorio. Según la investigadora, no pocos migrantes abandonan sus países “conscientemente debido a la corrupción” y la mayoría renuncia a volver a sus países de origen precisamente debido a esto.
La corrupción puede ser un factor determinante por muchas razones. Primero porque genera situaciones de inseguridad política y social, particularmente durante conflictos armados pero también por el nepotismo estructural que impera en muchos países. Y segundo, cuando la corrupción llega a las fuerzas del orden o el sistema judicial. Cuando las instituciones que deben proteger a los ciudadanos no funcionan, se genera una ambiente hostil y de vulneración de los derechos humanos “que fuerza a las minorías a marcharse”.
Además, la corrupción también puede afectar indirectamente a los ciudadanos, por ejemplo cuando actividades ilegales tienen como consecuencia desastres naturales o hambrunas. Un sistema corrupto pude ser también un factor de freno a la migración. Sucede cuando el acceso a los documentos de viaje o los visados es imposible sin el pago de sobornos. Estas prácticas aumentan la desigualdad y además alientan la migración irregular.
'Sextorsión': el cuerpo de la mujer como campo de batalla
El 48% de las personas migrantes en 2015 eran mujeres. Ellas están expuestas a una violencia mayor que los hombres en el proceso migratorio y uno de los fenómenos más habituales es la ‘sextorsión’.
La ‘sextorsión’, explica la investigadora Ortrun Merkle es una forma de corrupción que hace del cuerpo de la mujer un mero objeto para el intercambio de favores. “Mientras los hombres pagan con dinero, las mujeres pagan con su cuerpo”, explica la investigadora. La particular vulnerabilidad de la mujer radica en que muchas de ellas viajan solas, “sin el consentimiento de la familia y por tanto, sin recursos”.
Esta situación se vuelve especialmente difícil cuando no existen vías legales, dado que en muchos países no se permite a las mujeres viajar por su cuenta. La ‘sextorsión’, aunque se repite en diferentes ambientes, es particularmente relevante en las zonas fronterizas, donde los guardias reclaman favores sexuales a cambio del paso.
También los traficantes reclaman un pago extra con su cuerpo e incluso amenazan a las familias de las víctimas si estas se niegan a hacerlo. Marwa Fatafta, representante de Transparencia Internacional, explica que la ‘sextorsión’ es la mayor forma de corrupción ligada al género. Se trata de una forma de corrupción porque tienen dos componentes: el reclamo de un favor sexual (ya sea físico o en forma de petición de imágenes) y el abuso de una posición de autoridad para exigirlo.
Fatafta denuncia que aunque se trata de una práctica extendida en distintos ambientes, también es un crimen oculto. Oculto porque las víctimas, marcadas por la estigmatización de la agresión sexual o temerosas de la falta de protección de las autoridades, apenas denuncian. “No hay vías seguras para que las mujeres hablen de lo que han experimentado y además tienen miedo de posibles represalias” explica la representante de Transparencia Internacional.
Por eso, coinciden Marwa Fatafta y Ortrun Merkle, la definición de la ‘sextorsión’ como práctica y su inclusión en el ordenamiento jurídico, son claves para atajar el problema. Algo en lo que una asociación internacional de juezas trabaja en este momento. Cabe destacar que aunque esta forma de corrupción tiene un marcado carácter de género, afecta también a adolescentes y niños, mucho más vulnerables.
Empoderar a la sociedad para luchar contra la corrupción
François Mengelé, que lidera un proyecto de la Agencia de Cooperación al Desarrollo alemana en Mali, destaca que asegurar el acceso a puestos de trabajo a los jóvenes malienses es clave para poner freno a la migración y contribuir al desarrollo. Mengelé denuncia además que es necesario trabajar para dar voz a estos jóvenes que no se sienten representados en las instituciones. Informar a la sociedad sobre la corrupción en los gobiernos, empoderarla para que se organice y la denuncie y hacer nacer así instituciones más fuertes y democráticas, es clave para lograr que los jóvenes en Mali, y en todo el mundo, se sientan representados y tengan esperanza en un futuro mejor dentro de su propio país.
Algo en lo que coincide Marwa Fatafta, que en insiste en la necesidad de “ciudadanos comprometidos, una sociedad civil activa y autoridades públicas” también dedicadas a resolver los problemas de corrupción en cuanto suceden. Algo que a día de hoy, sin embargo, parece lejos de ser una realidad.
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