barcelona
"Hasta que tuve 15 años no supe qué era que te gustaran las chicas. No me habían contado que significaba ser lesbiana, y lo único que sabía eran cosas malas. Cuando descubrí que mi sexualidad no era normativa, fue un trauma. Un trauma por el que ninguna niña no debería pasar". La que habla es Katy Pallàs, que explica la invisibilización que ha sufrido su orientación sexual en las aulas: ya fuera cuando era una niña o cuando volvió, años más tarde, como maestra. La homofobia todavía acompaña al profesorado, que siente que debe ocultarse. "A veces cuesta que el entorno nos acepte, y debemos obviar nuestras parejas de las conversaciones, evitando, por ejemplo, hablar de que hemos hecho el fin de semana", asegura.
Para Pallàs, que también es presidenta de la FLG-Associació de Familíes LGTBI, que el profesorado no pueda salir libremente del armario supone una "pérdida irreparable de referentes para el alumnado". Esta carencia de espejos en la diversidad afectivo-sexual y de género entre los adultos cercanos se retroalimenta con la ausencia de personajes abiertamente gays, lesbianas o trans entre los que se estudian en el currículo. La historia está llena de nombres de hombres, la mayoría blancos y heterosexuales. Pero incluso cuando estos personajes célebres eran homosexuales se tiende a ocultar esta parte de su vida. "Es imposible estudiar la poesía de Lorca sin dejar claro que era gay. Hay quien cree que obviar el hecho de que era homosexual significa que se ha normalizado su orientación, pero nada más lejos de eso", explica Katy Pallàs.
"Es necesario que se nos visibilice con una etiqueta, para luego normalizar la diversidad. Si no nos nombran, dejamos de existir", asegura. La visibilización es, pues, una de las herramientas primordiales del colectivo que, entre otras cosas, lleva años luchando para que los formularios y las comunicaciones de las escuelas sean más inclusivos. Sustituir el "padre / madre" por "familias" fue uno de los primeros gestos que la escuela Sant Felip Neri de Barcelona llevó a cabo, ya en 2015, para "dar respuesta a una tipología de familias que no estaban siendo atendidas como deberían serlo. Estábamos obviando toda una realidad", reconoce Anna Regàs, directora del centro.
Esta escuela fue la precursora, hace seis años, de la red de Escoles Rainbow, que aglutina a centros de Barcelona que trabajan con una perspectiva inclusiva y transversal la diversidad afectivo-sexual y de género. De la mano de la FLG se creó esta red, que ofrece formación y recursos a escuelas que tienen la voluntad de ser más inclusivas y respetuosas. Así, la FLG facilita consejos, talleres o lotes de libros para todas las edades que tratan y visibilizan todo tipo de familias, cuerpos, orientaciones y formas de ser. De esta manera, se invita a repensar los formularios, las agendas escolares, las festividades que se celebran y los referentes que se proporcionan al alumnado, para ofrecer un salto cualitativo en la atención.
"A menudo, cuando se habla de diversidad, tendemos a entenderla como diferencia. Nosotros hemos apostado por los referentes positivos, para tratar la diversidad como una opción válida, no como la excepcionalidad que debe ser integrada en la normalidad", explica Regàs. Así, en la escuela Sant Felip Neri se ha apostado por un tratamiento de la diversidad afectivo-sexual y de género huyendo de la postura reactiva. Y es que el error que cometen algunos centros, según opina Pallàs, es hablar de diversidad sólo cuando hay diversidad. "Los niños y niñas tienen derecho a conocer todas las opciones y saber que son válidas. Las infancias trans y homosexuales están transformando el mundo educativo, y pensar que si no hablamos no existen es una falacia", asegura.
Homofobia liberal
Una de las primeras cosas que hizo la escuela Sant Felip Neri cuando comenzó a trabajar la diversidad fue pasar un cuestionario a los alumnos y el claustro, elaborado por la FLG, para identificar desde donde partían. "Allí vimos el peso brutal que tiene la homofobia liberal", recuerda la directora. Este tipo de discriminación se caracteriza por estar a favor de la diversidad sexoafectiva y de género, siempre que no se haga visible en exceso. Es por ello que, según Regàs, no hay más centros en la Xarxa de Escoles Rainbow: "Hay quien se pone las manos en la cabeza y piensa que sólo hacemos que hablar de sexualidad y que incitamos a los niños a tener sexo y hacerse gays, lesbianas o trans ", explica la directora, con una risa resignada.
Tanto desde la FLG como desde Sant Felip Neri reconocen que han encontrado reticencias con algunos claustros y familias a la hora de plantear un proyecto de centro inclusivo. "Pero esta negación viene del desconocimiento y la ignorancia. Un niño no se hará LGTBI porque le cuentes que hay gente que es gay. Ser LGTBI no es una decisión, lo serán tanto si hablamos como si no. Los escuchemos o no. Lo único que podemos decidir nosotros es si los ahorramos un sufrimiento innecesario ", afirma Pallàs. La homofobia liberal, pues, esconde la diversidad bajo la alfombra hasta que ya no hay más remedio que abordarla. Pero entonces ya es demasiado tarde. "Si sólo hablamos de diversidad cuando un alumno sale del armario, problematiza su experiencia, y es muy grave para un joven que su sexualidad no esté representada en ninguna parte", opina Laura Coll, cofundadora de la cooperativa Mandràgores, que realiza sesiones de educación sexual con perspectiva feminista a centros educativos.
Coll explica que hablar sin tabúes sobre la sexualidad, generando espacios seguros, da lugar a que se muestren las consecuencias de esta invisibilización. "Hay chicas lesbianas que no saben cómo tener sexo. No tienen referentes y no saben a quién preguntar", explica. De este modo, la vergüenza y los prejuicios no vienen sólo de los otros, de aquella parte de la sociedad que no entiende una manera de vivir fuera de la heteronormatividad, sino que la culpa proviene de uno mismo. "Si las películas, las canciones, los currículos o nuestros adultos de referencia no son diversos, es muy difícil que se vean a sí mismos como personas que pueden desear o ser deseadas. ¿Si la diversidad de cuerpos, de género o de orientación no se merece que nos la muestren siendo amada, como queremos que los jóvenes se sientan seguros y libres? ", Se pregunta Coll.
Todos estos mensajes que nos tira la cultura y la sociedad se enquistan y, por ello, en Mandràgores aseguran que la educación sexual debería comenzar mucho antes. Normalmente estas sesiones son diseñadas por los propios centros como quieren y pueden, y a menudo están planificadas para tercero de ESO, el momento en que supuestamente nace el despertar sexual. "Pero las criaturas se palpan, se masturban, se autoexploran y se descubren mucho antes, durante la primaria y la guardería", explica Coll. El sexo, sin embargo, sigue siendo un tabú, incluso cuando se trata desde la heteronormatividad. "Decimos a los jóvenes que deben tener miedo de los embarazos y de las ETS, dejando de lado todas las prácticas sexuales y orientaciones que no implican estos riesgos. Enfocamos la educación sexual desde el miedo y la culpa, porque el sexo todavía nos da miedo a los adultos", apunta Coll.
Por eso en Mandràgores recomiendan que, a la hora de abordar la diversidad en el aula, el primer paso es que los adultos se den "la oportunidad de revisar y romper tabúes. Trabajar con jóvenes obliga a estar en constante deconstrucción". Igualmente opina Anna Regàs, que reconoce que es el claustro el que aprende de los alumnos, cada vez que mencionan un nuevo tipo de relación que nunca habían oído. "Abiertas, cerradas, libres, poliamorosas, asexuales... El mundo cambia constantemente, y los adultos pensamos que lo sabemos todo, y no es así. Para nosotros es un simple aprendizaje, pero para muchas personas, de eso los depende la felicidad. No somos conscientes de los privilegios que tenemos", concluye Regàs.
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