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'Enganchados a la carne' La obsesión por la carne, una historia de más de 2 millones de años

La periodista polaca Marta Zaraska publica en castellano 'Enganchados a la carne' (Plaza y Valdés). En él, hace un repaso histórico y sociológico para tratar de explicar de dónde viene la querencia del ser humano por los productos cárnicos. 

Un carnicero corta un filete en una carnicería de Toronto, Canada. REUTERS/Hyungwon Kang

Alejandro tena

Es difícil salir a cenar y encontrar un menú en el que la mayoría de platos ofertados estén libres de carnes. El consumo de productos animales parece inherente al ser humano. Aunque cada vez hay más colectivos que, en base a discursos basados en la ética animal, pugnan por el fin de este hábito de consumo, la realidad es que la carne sigue siendo vicio difícil de combatir. Pero, ¿por qué? Esa es la pregunta que trata de resolver la periodista polaca Marta Zaraska en su libro Enganchados a la carne, un ensayo que trata de hallar las razones sociológicas y biológicas de la dieta carnívora.

La ciencia advierte, "los consumidores de grandes cantidades de carne tienen un riesgo entre el 20% y el 30% mayor de padecer cáncer colorrectal", detalla el libro. Sin embargo, toda esta cantidad de informes, que además advierten de las amenazas ambientales que supone la industria cárnica, no tienen apenas repercusiones en los hábitos de consumo de los seres humanos que parecen padecer una adicción. De hecho, los datos apuntan a que este gusto masivo por la carne se encuentra en una tendencia al alza.

"Gastamos más energías en buscar transportes eléctricos que en reducir el consumo de carne"

Los medios de comunicación se han centrado más en los problemas medioambientales –también importantes– que suponen las dietas cárnicas. En un ejercicio de utopía, Zaraska explica que si todo el mundo se volviera vegano de la noche a la mañana el efecto en el planeta sería el mismo que si se suprimieran todos los medios de transporte. Sin embargo, esta realidad suele pasar desapercibida. "Seguimos gastando muchas de nuestras energías en nuevos transportes eléctricos y limpios en lugar de tratar de reducir el consumo de carne", declara la periodista polaca, que ha venido a España a presentar su libro.

Todo tiene que ver con un estado de adicción a la carne. Según explica la autora, esta obsesión del ser humano comenzó cuando la tierra era aún virgen, unos 2,5 millones de años atrás; momento en el que el organismo de nuestros ancestros se consiguió adaptar al consumo de carne no humana. "Tenían las herramientas para obtenerla y el cuerpo para digerirla", apunta el ensayo. Un cambio climático acontecido durante la época provocó un descenso de las precipitaciones y, por ende, menos cantidad de frutas y bayas que recolectar.

Los australopitecus, eligieron comer plantas de menor calidad. Los primeros Homo, por su parte, decidieron abrazar la carne –complementada con la dieta vegetal– y empezaron beneficiarse, como explica la autora, "de la abundancia de herbívoros que había en la sábana". ¿Vieron a un depredador devorar un antílope? ¿Se toparon con un animal muerto y decidieron rapiñar? No hay evidencias que nos permitan explicar este cambio, pero si sabemos por estudios prehistóricos que fue en esta época –2,5 millones de años atrás– cuando nuestros antepasados pusieron la primera piedra para que McDonalds, Burger King y otras cadenas se enriquecieran a costa de la manía carnívora. 

Una adicción cultural

El origen del consumo carne está claro. Es un método de supervivencia adoptado por el ser humano que atiende a razones biológicas y evolutivas. "Los primeros homínidos se dieron cuenta de que la carne les aportaba una mayor sensación de energía y les saciaba más", manifiesta la escritora. "Su sabor se tiende a relacionar con una mayor presencia de proteínas", añade. No obstante, las razones evolutivas no son suficientes para entender como este producto ha conseguido mantenerse durante toda la historia de la humanidad como uno de los más anhelados. 

"La carne es un sinónimo de poder que ha imperado a lo largo del tiempo"

La historia cultural de la humanidad nos puede dar alguna pista. Tanto es así, que según la autora del libro, la carne ha estado asociada con el poder y la ostentación.
Cazar un mamut o una pieza pesada suponía el reconocimiento social dentro del seno de la tribu, ya que, sin congeladores, el animal terminaba siendo compartido. Ese podría ser el comienzo de todo. Incluso, la razón que explica el proceso evolutivo por el que la humanidad terminó convirtiéndose en lo que es hoy.

Ese mismo nexo entre poder y carne se mantuvo en la etapa medieval y la edad moderna, cuando un buen chuletón era inalcanzable para la gleba y los estratos sociales más bajos. Garbanzos y lentejas para los campesinos, cochinillo para el señor del castillo. "La carne es sinónimo de poder, es algo que ha imperado a lo largo del tiempo y ha llegado hasta nuestros días", declara la experta. El vínculo del consumo cárnico con las altas esferas se fue articulando a lo largo de la historia, hasta el triunfo del liberalismo, cuando las chuletas pasaron a ser un producto más sujeto a las leyes de la oferta y la demanda. 

En nuestra época la adicción a la carne es tal que los propios veganos buscan alimentos con forma y sabor a carne. Se podría decir que es como una especie de droga de la que nos es difícil separarnos. Tanto, que uno de cada tres vegetarianos come carne cuando está borracho, lo que recuerda a aquellos que recaen en el tabaquismo tras tomarse un par de copas. Aunque se podría seguir estableciendo vínculos entre el poder la carne, en la actualidad el lobby de la industria cárnica es uno de los elementos sociales que permiten que esta dependencia se mantenga en alza.

Asociación Estadounidense de Criadores de Ganado Vacuno, Consejo Estadounidense de Productos de Cerdo, Asociación de Procesadores de Carne, Asociación Canadiense de Ganaderos, Asociación Nacional de Industrias de la Carne de España, Federación Empresarial de Carnes e Industrias Cárnicas... La lista de organizaciones en defensa de la producción cárnica es inacabable. Éstas se articulan como grupos de presión que, entre otras cosas, patrocinan informes, artículos y estudios pseudocientíficos con el fin de defender sus intereses económicos. 

Brocheta de verduras con aceite de oliva. / Pixabay

Brocheta de verduras con aceite de oliva. / Pixabay

La transición alimenticia

"La máquina sigue rodando y pararla es complicado", opina Zaraska, que estima que el crecimiento demográfico que está experimentando la Tierra podría suponer que "la demanda de carne sea cuatro veces superior de aquí a 2050", lo cual es incompatible con los límites físicos del planeta. "Se nos queda pequeño". En virtud de ello, la autora reclama en su ensayo una transición alimenticia hacia unos hábitos de consumo basados en verduras, cereales, fruta y legumbres como las lentejas o las judías.

"¿Qué salva más vidas: una persona que deja de comer carne o millones de personas que eliminan una comida a base de carne al mes?"

"Ya hemos hecho cosas así en el pasado", argumenta. Lo cierto es que a lo largo de la historia el ser humano a reacondicionado sus dietas en función de las necesidades del ecosistema. India, por ejemplo, vetó el consumo de vacas a través del poder de la religión debido a los problemas económicos asociados a este animal, tal y como explicaba el antropólogo norteamericano Marvin Harris. Zaraska no reclama una prohibición pero si un cambio que, a su juicio, no puede pasar por "las barricadas" entre vegetarianos y carnívoros. 

"Piénsalo: ¿Qué salva más vidas, una persona que deja de comer carne por completo o millones de personas que eliminan una comida a base de carne al mes?", zanja el libro. 


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