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Desempleo Encarna y Laatra: la cara del desempleo tras años de trabajar en la sombra

Son mujeres, tienen más de 45 años, llevan en paro más de doce meses, y no hay curso de formación al que no se presenten. Su pelea diaria es encontrar un trabajo y mantener a raya su autoestima. Hablamos con dos representantes del colectivo más golpeado por el desempleo.

Varias mujeres esperan en la cola del paro./EFE

AGNESE MARRA

Encarna y Laatra no han podido tener vidas más diferentes. La primera es murciana, madre de tres hijos desde muy joven, dedicada al transporte, la administración, contabilidad. La segunda, es una argelina muy asturiana, con más años vividos en Gijón que en su país, dedicada a la venta de arte, exposiciones, galerías. Ningún hijo. Hasta aquí el pasado de diferencias.

“Hago todos los cursos que me dicen que tengo que hacer", asegura Encarna Bernal

En el presente es donde comienzan las coincidencias. Encarna Bernal Román (58) y Laatra Benchikh Elfegoun (52) están desempleadas desde hace más de un año. Ambas se han deprimido, han llorado mucho -también lo hacen mientras hablamos con ellas-, han luchado más -“la vida entera”, dicen las dos- y no se rinden. “Hago tooodos los cursos que me dicen que tengo que hacer. No tengo miedo a trabajar de lo que sea”, nos dice Encarna, con un tono entusiasta. “Llevo ya tres cursos y me estoy formando en un cuarto que me recomendaron. Haré lo que haga falta para trabajar de nuevo”, nos dice Laatra más seria.

Como un hilo conductor entre el pasado y el presente de estas mujeres hay un relato que se repite: una vida laboral dedicada a sus maridos. No nos referimos al cuidado de la casa, de su pareja, de los hijos -en el caso de Encarna-, que también. Hablamos de un currículum vitae hecho a la medida de sus parejas. Encarna en lo que llama “empresa familiar” que consistía en ayudar a su marido -un transportista autónomo-, a llevar las cuentas, organizar los transportes, y más de una vez a subirse a la camioneta y ponerse a repartir. En el caso de Laatra, ser la sombra de su esposo, un pintor asturiano -“bohemio y maravillosa persona”, dice emocionada-, por el que aprendió a ser marchand de arte, secretaria, representante ante galerías nacionales e internacionales.

“No puedo encender la calefacción ni media hora al día", Laatra Benchikh

Ambas han trabajado más de treinta años “en negro”, sin cotizar a la Seguridad Social, sin rastro de su esfuerzo. Y ambas se quedaron sin nada cuando ellos no pudieron trabajar más. El marido de Encarna tuvo un accidente que lo apartó para siempre de la furgoneta. En el caso de Laatra, su marido falleció después de una larga enfermedad. “Gasté todos mis ahorros en él, en sus cuidados durante todo ese tiempo en el que ya no podía pintar”, nos lo cuenta una mujer que hoy también es una víctima de la pobreza energética. “No puedo encender la calefacción ni media hora al día. Una cuenta de 20 euros es muchísimo para mí”, dice esta viuda de corazón grande y resquebrajado en pleno invierno asturiano.

Si miramos las estadísticas, Encarna y Laatra, forman parte de los dos colectivos más maltratados por el desempleo en España: el de las mujeres, y el de los parados de larga duración. En España hay 1,5 millones de parados de larga duración, , lo que se traduce en que más de un 44% de esta población se encuentra en una situación de desempleo que se prolonga desde hace doce meses o más, según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE).

Aquí las mujeres también son mayoría. Sus números no hacen más que aumentar. Si miramos al segundo trimestre de 2013, los hombres representaban el 53,1% de los parados de más de un año, ahora son las mujeres las que alcanzan el 53% mientras que los hombres no superan el 47%. Y al fijarnos en la edad, las personas de entre 45 y 59 años son las que representan el 57% de los desempleados de larga duración.

“Hay un riesgo alto de que estas personas que entran en el paro a partir de los 45 años no vuelvan a conseguir un trabajo nunca”, señala un informe de Funcas realizado por los economistas Marcel Jansen, J. Ignacio García-Pérez y Samuel Bentolila. Estos expertos advierten que el 40% de los parados de larga duración, seguirán en la misma situación doce meses después, y una vez pasado este tiempo, la posibilidad de seguir en el paro a los 24 meses es del 80%.

La batalla de la autoestima

Como una ficha de dominó las vidas de Encarna y Laatra se desmoronaron. Sin trabajo, con menos dinero, llegaron las enfermedades. La primera pasó un cáncer, a la segunda le quitaron un fibroma “gigante” que le dejó 75 centímetros de cicatriz en el cuerpo. Ambas batallaron y salieron adelante, pero el día a día del rechazo, el “no tienes experiencia suficiente”, el “con vuestra edad no ofrecéis productividad”, o el “no estáis al día de las nuevas tecnologías” fue calando como esa gota que deja herida en la piedra.

Encarna Bernal Román con su hijo

Encarna Bernal Román con su hijo

“Me sentí abandonada por todo el mundo, como si nadie reconociera mis años trabajados, mi conocimiento, mi experiencia. Me había quedado en ser “la mujer de…”. Con tres hijos y tres nietos he tenido que empezar de cero”, nos dice Encarna. Ella, que hasta entonces siempre había estado de acá para allá, creando asociaciones de mujeres en la concejalía de Cultura de su pueblo, haciendo bolos con la Compañía de teatro “Talía". De repente la soledad le cayó como una losa: “Viviendo con mi marido ha sido cuando más sola me he sentido, que quede claro. Menos mal que mis hijos siempre han estado a mi lado”.

No es el caso de la argelina que durante meses vagaba por las calles de Gijón buscando al pintor con el que lo había compartido todo. “Sin trabajo, sin poder pagar las cuentas, salía de casa esperando encontrármelo, le buscaba por todos lados. Su muerte me devastó”. Un día de esos desnortados se dio de bruces con una de las sedes de Cruz Roja en Gijón.

Las dos mujeres afirman: "He vuelto a creer en mí misma"

Y aquí, la vida de ambas vuelve a parecerse. Encarna tocó la puerta de esta organización después de muchas entrevistas de trabajo sin respuesta, con el ánimo por los suelos: “Tenía que hacer algo, no soportaba más el día en casa sin hacer nada”, recuerda. Para la argelina y para la murciana sus vidas cambiaron al entrar en la ONG. “Les estoy tan agradecida por todo, por lo que aprendo en sus cursos, por sus consejos. Fíjate que hasta les doy las gracias por haberme ayudado a decidir divorciarme”.

Pero si hay una agradecimiento que es unánime y que las dos repiten en más de una ocasión durante la charla es el siguiente: “Me han hecho sentir que le importo a alguien”. Y éste también: “He vuelto a creer en mí misma”.

Sin ayudas

La técnico de empleo de Cruz Roja, Belén Barbosa, trabaja en Sevilla y nos cuenta que la fotografía allí también es la misma: “En nuestros cursos la mayoría son mujeres, mayores de 45 años a las que les ha sucedido algún problema familiar, algún acontecimiento que hace que tengan que entrar en el mercado laboral después de muchos años trabajando en casa o sin cotizar”. Ls casos de divorcio también son habituales: “Hay historias muy diferentes pero he visto muchas mujeres que se han pasado la vida cuidando de la familia, de sus parejas, o trabajando para ellos, y un día deciden divorciarse y enfrentarse de nuevo al mercado laboral. Llegan con muchas ganas y necesitan mucha ayuda”, nos dice Barbosa.

No lo tienen fácil. Los últimos datos de la EPA indican que las mujeres se mantienen como las más castigadas por el desempleo. La tasa de paro femenina ha subido al 16,6% con 156.100 mujeres más que hombres que siguen sin encontrar trabajo: “Aunque algunos lo pretendan ignorar, la brecha de género persiste tanto en el empleo como en el desempleo, con importantes desigualdades en las prestaciones y subsidios”, denuncian desde UGT.

Ninguna de las dos mujeres han recibido ayudas, ni subsidios de ningún tipo

Ni Encarna ni Laatra han recibido ayudas, ni subsidios de ningún tipo. Toda una vida trabajando en la sombra que las deja excluidas de cualquier protección. Ni por enfermedad las escuchan. Encarna, además de haber pasado un cáncer de mama -“del que por mucho que te curas, uno ya no es el mismo”, quiere subrayar- tiene espondolitesis degenerativa, una enfermedad que la deja con una discapacidad del 33%. Pero ni por ésas: “Me dijeron que aunque tuviera 58 años y una discapacidad no me correspondía nada porque no había cotizado”.

Encarna se saca 216 euros al mes por hora y media al día que dedica a limpiar la tercera planta del Juzgado de su pueblo. Un empleo que le salió gracias a Cruz Roja, donde ha hecho todo tipo de cursos: “Haría hasta el de carretillera, porque no le tengo miedo a nada. Las mujeres somos más valientes y podemos hacer lo que queramos”. Son palabras de esta murciana que pese a pasarlo mal y soltar alguna lágrima, las ganas de sonreír y salir adelante pesan más. Sus nuevas amigas son las que ha ido haciendo en los diversos cursos por los que ha pasado: “Allí somos todas mujeres, mayoría absoluta”, y ríe más fuerte.

Laatra ha hecho cursos de lavado y planchado, de gericultura y consiguió trabajar durante una semana como limpiadora en una residencia de ancianos: “Hice una sustitución y gané 200 euros”. Cada noche de sábado se saca 30 euros cuidando de una anciana. Nos dice que las personas mayores le encantan, que hay que mimarlas y protegerlas, que todos vamos a ser mayores y que deberíamos ser más cariñosos con ellos, y con todas esas palabras, más lágrimas se le escapan. Se las seca y sin pretenderlo, se anuncia: “Soy buena trabajadora, tengo mucho amor que dar a los viejitos porque al final con amor todo se consigue. Lo que me falta es trabajar y sentirme útil”. Laatra vive de alguna ayuda que le mandan sus padres y hermanos desde Francia, y de bonos sociales puntuales que le ofrecen Cruz Roja o Cáritas.

-¿No ha pensado en volverse a Francia con su familia?- le preguntamos.
-No. Yo ya me siento asturiana.

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