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¿Compartirán público? Las últimas imágenes aparecidas de la platea de la plaza de toros de El Puerto de Santa María, en Cádiz, así como de los asistentes al concierto de Taburete en el festival Starlite, en Marbella, hacían sospechar de si se respetaban las medidas de seguridad implantadas tras la pandemia. Las dos empresas se defienden mientras promotores musicales y gestores de teatros y cines se afanan en cumplir con la nueva normativa, una realidad que varía mucho entre la capacidad económica de las entidades para amoldarse a los nuevos tiempos.
Una corrida de toros soltó la liebre. El número de asistentes a la gaditana plaza de El Puerto, a simple vista, parecía que no respetaba el aforo permitido del 50%, algo que niega el dueño de la empresa que organizó el festejo, José María Garzón: "Hemos vendido un poco menos del aforo permitido y las entradas están certificadas por la ticketera con la presencia de un notario. La plataforma está programada para vender un número máximo de boletos dejando espacios entre cada reserva y cada ticket tiene un código de barras; es imposible manipular eso".
Lances de Futuro S.L. fue quien se encargó de colocar la señalítica pertinente en la plaza. "Tuvimos que pegar con silicona 5.482 cartelitos en los asientos excluidos, además de todas las señalas en las puertas, medir la temperatura a los asistentes y tener una carpa medicalizada", según el empresario. Desde su punto de vista, la polémica se reduce a que "aquí todo lo que sea español no gusta, todo lo que sea toros, leña al mono", en sus propios términos. Repreguntado por el hecho de que muchas personas no están en contra de la tauromaquia por ser algo meramente típico español sino por el sacrificio animal, esta fue su respuesta: "Si es porque ven mal matar un animal, yo no veo bien matar personas y aquí se aborta todos los días".
Algunos vídeos del concierto de Taburete muestran cómo el público no portaba su correspondiente mascarilla
Y la liebre siguió corriendo. También en Andalucía, pero esta vez en Málaga, el grupo de música Taburete daba un concierto enmarcado en la programación del festival Starlite Catalana Occidente. Algunos vídeos de los asistentes muestran cómo el público no portaba su correspondiente mascarilla, además de dar la sensación de no respetarse la distancia de seguridad. "Las fotos y los vídeos, al ser una imagen plana, pueden dar una impresión errónea, ya que no se perciben las distancias de seguridad entre el público. Ese es el riesgo de las redes sociales", ha comentado al respecto Sandra García-Sanjuán, presidenta del evento.
La organización también se defiende. Tal y como aseguran a Público, numerosos efectivos de seguridad controlan que todo el mundo haga uso de la mascarilla, que la venta de entradas está disponible con el bloqueo de butacas para así cumplir con las medidas de seguridad adoptadas y que el porcentaje de reducción del aforo se sitúa en el 52%. Sobre las declaraciones de Willy Bárcenas, vocalista de Taburete, en las que se le podía escuchar diciendo "ni una puta mascarilla" y que después él explicó que estaba dirigidas a, precisamente, reprender al público, desde Starlite remarcan que el propio cantante, en uno de sus comunicados, explicita que el personal de seguridad advertía a los asistentes de la obligación de ponerse la mascarilla.
Más allá de estos dos controvertidos sucesos, cientos de gestores culturales siguen replanteándose qué hacer. Ana Camacho, gerente del Teatro del Barrio, una pequeña sala sita en el céntrico y madrileño barrio de Lavapiés, comenta que han decidido abrir a partir del 15 de septiembre. Este teatro, que albergó una de las mayores despensas populares surgidas en los peores momentos de la pandemia debido a la inacción de los servicios sociales del Ayuntamiento de la capital, intentará volver a tener en cartelera las compañías que en marzo se quedaron sin trabajar.
"Hay que mantener la salud de las personas antes que la economía, aunque soy consciente de que la economía también es la salud de las personas", indica Camacho
Si se le pregunta por las imágenes del concierto de Taburete o la plaza de toros de El Puerto, Camacho es clara: "Me harta un poco esta comparación entre ricos y pobres. Me parece mal que no se haya evitado por todos los medios cualquier aglomeración, pero ahí y en cualquier sitio. Estamos en una situación con un conocimiento bastante limitado de la enfermedad y creo que hay que mantener la salud de las personas antes que la economía, aunque soy consciente de que la economía también es la salud de las personas".
Dada la incertidumbre de los meses venideros, en el Teatro del Barrio han optado por poner a la venta entradas teniendo como máximo el 60% del aforo máximo de la sala. "Hemos habilitado algunas zonas del patio de butacas para que la gente vaya reservando las entradas con cierta separación de los demás, aunque les moveremos si es necesario", agrega Camacho. De todas formas, lo que sí tienen seguro es que necesitarán más personal para que la entrada del público se realice de forma ordenada y se respete la distancia en las colas que previsiblemente se generarán.
"Imagina que en septiembre ya han encontrado una vacuna y todo vuelve a la normalidad. A nosotras nos parecería muy raro abrir como si no hubiera pasado nada. Creemos que es necesaria una reflexión sobre lo que ha sucedido y queremos que el Teatro del Barrio sea partícipe de esa reflexión común", concluye la gerente de la sala.
"Lo que se hace ahora es más para ofrecer un servicio y dar una imagen de vuelta a la cultura y al ocio", dice Julio Martí
La incertidumbre también es la protagonista en la vida actual de los promotores musicales. Julio Martí, miembro de la junta directiva de la Asociación que los engloba, no cree que la música en directo que se está llevando a cabo en estos momentos sea rentable: "Lo que se hace ahora es más para ofrecer un servicio y dar una imagen de vuelta a la cultura y al ocio, pero se puede ver que es absolutamente precaria", en sus propios términos. Tampoco ve con agrado el concepto casi impuesto de "nueva normalidad" debido a los grandes cambios que han afectado a la industria de los espectáculos musicales.
"Si nos situamos en el contexto, vemos que hay mucho menos público que antes, cuesta montar estructuras exteriores y los conciertos que se celebran son gracias a ayudas institucionales o patrocinios que les impulsan. A ello se le añade la problemática de que mucha gente no se controla. ¿Quién es el responsable de que alguien se quite la mascarilla?", se pregunta este promotor musical con 40 años de experiencia. Asimismo, preguntado por qué le parecen las imágenes difundidas del concierto de Taburete en Marbella, responde que "no perjudican pero tampoco ayudan".
Poniendo la vista en el invierno, Martí opina que el mundo privado de la música no se va a poder defender de ninguna manera. "Lo único que se podrá hacer es ayudar a bandas nacionales para tener un otoño e invierno musicalmente aceptable", concreta refiriéndose a la previsible imposibilidad de organizar conciertos internacionales. Se trata de un problema al que la industria del cine no se tendrá que enfrentar. Samuel Bolaños, director de comercialización de Cine Yelmo, comenta que la respuesta de los espectadores tras el confinamiento está siendo positiva ya que la asistencia a las salas está creciendo de forma paulatina.
Él mismo cita el estudio elaborado por la consultora Simon-Kucher para la Federación de Entidades de Empresarios de Cine de España (FECE) en el que se muestra que la percepción de seguridad en los cines es casi el doble que en restaurantes y tiendas. En el caso de Cine Yelmo, tal y como asegura Bolaños, sus clientes disponen de una distribución de butacas por grupos de una, dos, tres o cuatro butacas aisladas para que puedan seleccionar la opción que más se adapte a su visita y de esta forma quedan asientos libres entre estos, de manera que los acompañantes puedan sentarse juntos y, al mismo tiempo, mantengan la distancia de seguridad con el resto de los clientes, algo similar a lo implantado en el Teatro del Barrio.
Así es como diferentes parcelas del sector cultural se intentan amoldar a las nuevas exigencias teniendo en cuenta su capacidad organizativa pero también los recursos que poseen para ello. Desde grandes promotores musicales hasta salas pequeñas de teatro, pasando por un exhibidor cinematográfico con más de 500 salas en España, la industria del entretenimiento se afana en levantar cabeza.
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