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CIS Casi la mitad de la población cree que la vacuna de la covid-19 debe ser obligatoria pese a las dudas éticas y sobre su utilidad

Los expertos no suelen estar de acuerdo con este tipo de medidas punitivas pese a que algunos países están apostando por ellas.

Varias personas acuden recibir la vacuna contra el Covid-19, en un punto de vacunación instalado con motivo del Festival de Les Arts, a 4 de noviembre de 2021, en València.
Varias personas acuden recibir la vacuna contra el Covid-19, en un punto de vacunación instalado con motivo del Festival de Les Arts, a 4 de noviembre de 2021, en València. Europa Press

Cada vez se habla más de la posibilidad de que la vacuna contra la covid-19 sea obligatoria. Algunas personalidades políticas han pedido en España que así lo sea para determinados trabajadores. Otros países como Austria han decidido imponer un confinamiento parcial para personas no vacunadas, mientras que Singapur cobrará los gastos médicos a quienes no quieran vacunarse contra la covid-19 y contraigan la enfermedad. El Gobierno de Pedro Sánchez no ha puesto sobre la mesa estas medidas punitivas, pero hasta un 46% de la población cree que, ante los riesgos de contraer la covid-19, la vacuna debería ser obligatoria para toda la sociedad, según ha publicado este miércoles el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS).

En la encuesta de este mes de noviembre se pregunta por cómo se ve esta posibilidad y solo un 22,9% de la población cree que no habría que obligar a nadie a vacunarse.

Aún más personas creen que habría que obligar a vacunarse al personal sanitario, al personal que trabaja en las residencias de personas mayores, y a los que tienen relaciones profesionales directas con el público en general. El porcentaje llega aquí al 67%.

Este tipo de medidas, que amenazan con ser cada vez más populares, realmente conllevan grandes riesgos, tal y como explica el epidemiólogo Pedro Gullón en este artículo de Público.

El experto plantea que estas medidas podrían parecer que funcionan para aumentar el número de personas que se vacunan y frenar un aumento de casos a base de dificultar el contacto físico de personas sin vacunar. Pero esto lo desmonta: las medidas punitivas y el uso del miedo suelen general más rechazo que las emociones positivas y las vacunas han demostrado que son enormemente útiles para prevenir casos graves y muertes, pero no para la infección.

Por último, y más allá de otros temas éticos, Gullón expone que España es un de los países con la incidencia más baja de Europa y con la cobertura vacunal más alta. Por esto, sostiene que "comprender y facilitar a las personas que, por ejemplo, se encuentran muy alejadas de las instituciones" facilite más el convencerles para que reciban la dosis que hacerlo a través del miedo.

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