BARCELONA
Desde que el diario Ara destapó los abusos de poder, el acoso sexual y los maltratos psicológicos por parte de varios profesores del Institut del Teatre de Barcelona, se ha creado una bola de nieve que va ganando volumen. La onda expansiva de lo publicado ha salpicado a todos los brazos del Institut del Teatre, ha señalado con nombres y apellidos al dramaturgo Joan Ollé, apartado de la docencia, a Berty Tovías y Jorge Vera, ambos ya jubilados. La presión ha provocado finalmente también la dimisión de la hasta ahora directora del Institut del Teatre, Magda Puyo, y la cúpula directiva de la Escuela Superior de Arte Dramático (ESAD).
Los testimonios aseguran que los acusados sexualizaban las clases y abundaban los tocamientos bajo el pretexto de los ensayos. En el caso de Ollé, las acusaciones relatan su problema con el alcohol, y su tendencia al maltrato psicológico y a aprovechar su posición de poder dentro del sector teatral para beneficiarse de relaciones sexuales con las alumnas.
Casares: "Me han dicho muchas veces que no era bastante hijo de puta para ser buen director"
Si bien las instituciones han condenado lo sucedido y han mostrado su apoyo a las víctimas, el revuelo está servido. Con la etiqueta #NoÉsTeatre siguen surgiendo acusaciones y comentarios con la coletilla de "todo el mundo lo sabía". Pero todavía hay algo más preocupante, las insinuaciones de que el caso del Institut del Teatre es solo la punta del iceberg. En este sentido, Toni Casares, director de la Sala Beckett afirma: "sé que esto es la punta de un iceberg que va mucho más allá del teatro. Y ojalá cuando salga en el mundo de la empresa, en el de la universidad o del periodismo, también salga en las portadas. El nivel de incidencia pública, de polémica, cuando se trata del mundo del teatro tiene un punto de estigmatización, y no se habla de que lo mismo ocurre en otros sectores". Para Casares en el caso de la dirección teatral aún pervive un modelo autoritario: "hay una autoridad que se toma la figura del director, que normalmente es masculino, y que utiliza la creación como excusa para hacer lo que le da la gana y esto es muy del siglo XX. Se está terminando, pero todavía pervive. A mí me han dicho muchas veces que no era bastante hijo de puta para ser buen director".
Evidenciar el autoritarismo
La historia del abuso es muy antigua. La directora del Institut Ramon Llull, Iolanda Batallé, que lleva años dirigiendo equipos en el sector cultural y que acaba de publicar Atreveix-te a fer les coses a la teva manera (Ediciones Destino), un libro breve, pero contundente y generoso sobre el liderazgo femenino, es vehemente a la hora de afirmar que el abuso de poder es el pan nuestro de cada día. "Me parece que nadie puede obviar el tema. Yo empecé a trabajar a los 16 años y el abuso existe y sigue existiendo en muchos ámbitos, no solo en el de la cultura. Cuando las mujeres llegamos a puestos de liderazgo tenemos que plantar cara, pero el miedo está. Hay que verbalizar lo que ocurre, no tolerar los abusos ni los malos tratos".
Batallé: "Cuando las mujeres llegamos a puestos de liderazgo tenemos que plantar cara"
Batallé observa el miedo que habita en muchos equipos que trabajan bajo las directrices de personas tóxicas. Sostiene que "quién llega de fuera tiene que observar y desde el silencio ver lo que ocurre. Y si no se puede salvar, hay que despedir a esa persona. Y cuando despides te encuentras que esa gente que trabaja con miedo está muy afectada y tardará mucho tiempo en dejar de tener miedo. Todos venimos tarados de fábrica y encima las mujeres no tenemos demasiados referentes. Hay que evidenciar el autoritarismo y la manipulación. Nos tenemos que liberar de esa porquería. Yo practico el liderazgo compartido pero el y tú te callas y haz esto porque lo digo yo sigue existiendo".
Otro aspecto que Iolanda Batallé lamenta es que a muchas personas que abusan o practican los malos tratos, a pesar de ser despedidas se las vuelve a colocar en puestos de poder: "el sistema es muy perverso. Tu plantas cara con todo el esfuerzo y luego te los encuentras en otros puestos. Para decapitar a personajes así hay que hacerlo en secreto, sin grandes anuncios ni mucho ruido porque tienen tentáculos en muchas partes. A estas alturas Joan Ollé y compañía ya tienen más de 60 años, pero aún hay hombres de 30 y 40 años que son así".
Barderi: "Para mí no tiene nada que ver que alguien me eche una bronca a que me meta mano"
Por su parte, Montse Barderi distingue y mucho el acoso sexual del abuso de poder. "Para mí no tiene nada que ver que alguien me eche una bronca a que me meta mano". Barderi, escritora y filósofa, advierte que "El yo te creo, hermana solo lo aplico con los temas de presuntos delitos sexuales. Estamos en una sociedad donde todo debe ser políticamente muy correcto, pero a la vez es muy complicado. Y en todo esto me parecen muy importantes las intenciones. Yo creo que nadie es infalible, por lo que es muy importante la ética. Los nazis tenían una educación exquisita y hacían sonar a Wagner mientras mandaban a personas al crematorio. Por eso las formas son menos importantes que las intenciones. Estamos en un mundo en el que debemos tener cuidado, todo no puede ser blanco o negro".
A raíz del caso del Institut del Teatre la responsabilidad de los directivos y la efectividad de los protocolos han sido puestos en tela de juicio. Sobre el tema Toni Casares dice: "Los protocolos en la medida que se piden es que son necesarios. Un protocolo hecho en frío sin que haya la necesidad es bastante inútil. Yo no sé si Magda Puyo debía dimitir o no, pero hay que conocer la trayectoria de Magda Puyo. Yo sé quién es y qué ha hecho Magda Puyo toda la vida".
Atreverse a romper el 'status quo'
Al hilo del "todo el mundo lo sabía", Montse Barderi refuerza la idea que se trata de la cultura del miedo: "En una ocasión me hicieron mobbing en el trabajo, todo el mundo me decía que ya lo sabía, pero solo cuando empecé a amenazar a través del sindicato que haría alguna cosa, se terminó. Creo que debe haber más coraje y premiar a la gente que denuncia. La gente que denuncia, quien rompe el status quo suele tener consecuencias negativas".
Varela: "Los acosos se dan en entornos múltiples y las secuelas son muy graves"
Un acoso sexual se puede denunciar por la vía laboral o por la vía penal. Normalmente en las grandes empresas ya existen protocolos sobre estos temas. Y como confirma la abogada María José Varela, que se ocupó de la primera sentencia que se produjo en España como delito sexual en 1998, "los acosos se dan en entornos múltiples y las secuelas que dejan son muy graves". María José Varela, especialista en la defensa de la mujer y de la infancia, sostiene que "hay miedo a denunciar porque en el marco en el que se produce el acoso, el agresor tiene un ascendente sobre la víctima, tiene una posición jerárquica superior, y la víctima está coaccionada por perder lo que normalmente es su sustento. Y eso es un abuso de poder. Además, hay otro tema, históricamente a las mujeres no nos han creído en los delitos de género. Te vas a una comisaría a denunciar que te han robado el bolso y en principio te creen, pero si eres mujer, vas y denuncias que has sufrido un delito de género y en todo el proceso judicial tu versión está siempre como debilitada. Sobre ella hay una sombra como si planease algo para perjudicar al denunciado. Eso es así. Hemos empujado y las leyes han cambiado mucho, pero la aplicación de las leyes y los usos sociales no han cambiado lo suficiente y tenemos grandes obstáculos".
Todas las fuentes consultadas coinciden en que para seguir cambiando cosas hay que que creer en el feminismo. Gracias a la capacidad transformadora del feminismo, el iceberg se va destapando, y el sistema basado en el abuso de poder y el acoso sexual va perdiendo cómplices.
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