madrid
Actualizado:Arranca la temporada de compras navideñas. Comienza el consumismo con otro Black Friday lleno de sombras y humo. Mucho humo que calienta el planeta a un ritmo vertiginoso. Los datos evidencian que el pico de compras que se registra en estas fechas supone una presión adicional sobre los ecosistemas, con un incremento de emisiones asociadas al transporte y a la logística, y con una huella de residuos vinculados a la cadena de producción cómo al escaso tiempo de vida que tiene la mayoría de productos vendidos en los mercados durante estas fechas.
El consumo exacerbado, atraído por ofertas y descuentos, ha incrementado cada Black Friday un 20% desde 2015 hasta la fecha, con cada vez más plataformas comerciales que operan en España rebajando sus precios durante el último viernes de noviembre. Todo ello con un impacto importante en la atmósfera. Durante esta jornada de compras, una ciudad como Madrid emite el 1,7% de las emisiones anuales de gases contaminantes debido al incremento de transporte y producción.
El grueso de las ventas tienen que ver con el sector de la moda y la denominada fast-fashion, ropa y complementos producidos en fábricas deslocalizadas, con un sistema de seguimiento opaco, y con una importante huella de carbono asociada, en buena medida, a las emisiones de barcos y aviones de mercancías que tienen que transportar a las cargas desde la otra punta del planeta hasta Europa. Según Statista, en 2020, el 53% de las compras del Black Friday tienen que ver con ropa y el 39% con calzado y complementos. Laura Villadiego, periodista investigadora del colectivo Carro de Combate y coautora del ensayo Consumo Crítico (Catarata), destaca la importancia del tipo de producto textil que impera en el mercado y sus consecuencias ecológicas: "Se promueve un producto de usar y tirar, y se busca el consumo más compulsivo de prendas que se ponen entre cuatro y siete veces al año y que terminan convertidas en residuos muy pronto por su baja calidad".
Según datos de la ONU recogidos por Greenpeace, el 73% de la ropa que se compra en estas fechas se tira en menos de un año y termina en los vertederos o incineradoras. El impacto de los residuos en los entornos se suma así al que ya genera la producción de prendas, pues el 20% de la contaminación industrial de las aguas del planeta tiene que ver con los procesos de fabricación textil, asentados en países del sudeste asiático con normativas ambientales laxas.
El 73% de la ropa que se compra en estas fechas se tira a la basura en menos de un año
El otro gran atractivo del viernes negro es la tecnología. El 35% de las compras de esta jornada tiene que ver con electrodomésticos, aparatos electrónicos o teléfonos móviles, según el ranking de Statista sobre las ventas de 2020. Aunque Europa trabaja a contrarreloj para acabar con la denominada obsolescencia programada, los residuos de este sector siguen siendo notablemente altos y difíciles de reciclar. Sólo el 17,4% de los desechos tecnológicos consiguen reutilizarse, según Greenpeace, y la muerte rápida de los aparatos genera 48 millones de toneladas de CO2 asociadas al consumo de electricidad y al incremento de la producción en Europa, según la European Environmental Bureau (EEB).
El viraje de las compras hacia un modelo online presiona también sobre la escasa estabilidad ambiental del planeta. Según los datos del Instituto Nacional de Estadística, la compra por internet está cada vez más asentada en España y representa ya el 2,1% del gasto anual de los hogares. Villadiego señala cómo el pico de producción consumo asociado al Black Friday puede tener consecuencias negativas a nivel ecológico, debido la carga extra de emisiones de CO2 asociada al reparto: "Es un estadio más de la huella de carbono que tiene que ver, sobre todo, con la denominada última milla. Se tiende a comprar en el último momento, en un envío urgente. Todo esto supone que se hagan más viajes de domicilio en domicilio, a veces sin que el camión o la furgoneta esté ni siquiera lleno. A esto se suman los típicos casos de reparto en los que no hay nadie en casa y se tiene que volver más tarde o al otro día. Se aumentan las emisiones no sólo de gases de efecto invernadero que contribuyen a la crisis climática, también de partículas que empeoran la calidad del aire de nuestras ciudades".
José A. Mansilla, profesor de Antropología de la Universitat de Barcelona y miembro del Observatori d'Antropologia del Conflicte Urbà (OACU), señala cómo la importancia de lo ecológico en la sociedad ha cambiado las preferencias del consumidor y ha obligado a las empresas a transformar el lenguaje de ventas con "típicas pautas de greenwashing". "El concepto de sostenibilidad se ha convertido en hegemónico para bien y para mal y nos hemos tenido que mover en torno a él. El sector productivo se ha dado cuenta de ello y lo añade como apelativo a todo, incluso a través de formas de consumo de reparto o delivery", advierte el antropólogo. Todas estas prácticas de marketing verde se intensifican en un periodo como el Black Friday, donde los descuentos de los escaparates se edulcoran con mensajes que apelan a la buena conciencia ambiental del ciudadano.
Más presión para los trabajadores
En febrero de este año un accidente provocaba la muerte de 28 trabajadores en un taller textil clandestino de Tánger que suministraba productos a marcas importantes europeas. En 2020, 43 obreros fallecían a causa de un incendio en una fábrica de bolsos de Nueva Delhi. Cuatro años antes, perdían la vida 1.129 trabajadores tras el derrumbe de un edificio que daba cobijo a ocho talleres. Son ejemplos que se escapan de lo puntual y anecdótico. La deslocalización del modelo productivo afecta al precio final, pero también a las condiciones laborales y a la opacidad de las cadenas de suministro, tanto en el mundo textil como en parte del sector tecnológico.
"En estas fechas muchos trabajadores se ven sometidos a jornadas más intensas, más estrés y más ritmo de trabajo"
Si se atiende al principio de la cadena de valor, a las fábricas que se asientan en el sudeste asiático y en otras zonas del Sur Global, funcionan con unas condiciones de semiesclavitud, con jornadas de 12 y 14 horas realizadas, en su mayoría, por mujeres que a veces duermen en el propio centro de laboral, tal y como explicaban a Público expertas de la ONG Setem en el mes de febrero, tras el mencionado accidente textil de Tánger. Para satisfacer la demanda de consumo de occidente, los centros de producción deben elevar la producción y estos empleados asumen un elevado coste laboral. "En China lo estamos viendo claramente durante este año. Muchos trabajadores, además, están dejando de ir a trabajar debido a las cuarentenas de la covid y no se están generando nuevas contrataciones, dejando el peso del trabajo en manos de menos empleados. Este año el Black Friday va a tener ese estrés adicional ligado a las disrupciones de la pandemia", detalla Villadiego.
Durante el Black Friday y otras campañas que estimulan las ventas las cadenas de producción se resienten a todos los niveles, desde la fábrica clandestina hasta el último de los comerciales que trabajan de cara al público en las grandes superficies. "Todas las personas se ven sometidas a jornadas más intensas, más estrés y más ritmo de trabajo", comenta la investigadora de Carro de Combate, que señala además como la temporalidad de los empleos es cada vez más acuciante en las grandes cadenas que operan en España. Esto es algo que durante los últimos años han denunciado sindicatos como UGT o CCOO, que advierten de una pérdida de puestos en los comercios debido a las ventas por internet.
Consumo sin tradición
Mansilla analiza este fenómeno cada vez más habitual en un país como España. "Estamos asistiendo a una desconexión en el tiempo de compra tradicional, que tenía unos tiempos muy señalados a lo largo del año, acontecimientos determinados como la Navidad. El intercambio de regalos significa el afianzamiento de vínculos entre familias y amigos, pero cuando aparecen este tipo de acontecimientos como el Black Friday, ajenos a nuestra tradición, nos despegamos de cualquier consideración cultural y rompemos con los ciclos de consumo habituales". Aunque se orienta como el inicio de la temporada de compras de regalos navideños, el investigador recalca que se trata de una celebración derivada del festejo de Acción de Gracias norteamericano, "que no tiene en España ningún sentido más allá de la esfera de consumo".
Pese a todo, las campañas que incitan a la compra se han asentado ya en Europa y en España. La concienciación ciudadana por el entorno ambiental no ha frenado el triunfo de las marcas, que cada año llenan las cajas en el último viernes de noviembre. Las organizaciones ecologistas y sociales apelan a la concienciación ciudadana y al papel del individuo para frenar un dispendio que va contra los propios recursos limitados que proporciona el planeta. Para el antropólogo de la Universitat de Barcelona, el papel del consumidor tiene que "ir de la mano" de la acción del Estado. "Si todo queda en manos de la responsabilidad individual vamos muy mal. Se debe politizar el asunto, sólo con leyes se pueden cambiar las cosas, porque mientras tu eres consciente hay siete millones de personas que no y las empresas siguen con manga ancha", valora, para hacer referencia a cómo desde la Administración se pueden poner topes a prácticas que incentivan el consumo online, como el cobro obligatorio de los gastos de envío, para movilizar al ciudadano hacia los comercios locales en detrimento de las grandes plataformas que van camino de hacerse con el monopolio.
Cómo sobrevivir al Black Friday
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Reparación: no siempre hace falta comprar. En ocasiones compensa llevar al costurero unos vaqueros o preguntar en la tienda si el cristal de la pantalla del móvil que te compraste hace menos de un año se puede reparar.
Alternativas de segunda mano y comercio local. Si necesitas algo, prueba a ir a la tienda de barrio o busca comercios que ofrezcan productos de cercanía.
No te hagas el harakiri. La responsabilidad individual es importante, pero si compras no te martirices. No eres el culpable de la crisis climática. Aunque no debe ser una carta blanca, piensa que sólo 20 grandes empresas son responsables del 35% de las emisiones de CO2 globales que calientan el planeta.
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