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Actualizado:La atención primaria ha sido la gran olvidada de la pandemia pese a estar en la primera línea de la lucha contra el coronavirus. Durante mes y medio ha sufrido un proceso de desmantelación en grandes comunidades autónomas como Madrid o Catalunya tras el cierre de la asistencia presencial en muchos centros de salud o de los centros de noche de emergencia. Muchos trabajadores fueron derivados a hospitales de campaña como el Ifema. Sus profesionales han estado atendiendo en residencias, en domicilios y dando atención telefónica; realizando test y haciendo seguimiento de los casos. Un dique de contención para que los enfermos sin gravedad no fueran a los hospitales. Un salvavidas para otros cuando los servicios asistenciales han estado saturados.
La atención primaria no cobró protagonismo hasta que el Gobierno dijo que será la clave durante la fase de desescalada y que de ella dependerán las pruebas del estudio de seroprevalencia. Pero sus profesionales no están siendo tratados como actores fundamentales. Sanitarios consultados por Público denuncian la pérdida de pruebas a trabajadores sospechos o con coronavirus, el alta antes de tener un test negativo, la falta de test para todos los trabajadores y para realizar pruebas a enfermos y la falta de equipos de protección individual.
La situación va mejorando. El caos inicial dejó a los trabajadores totalmente desprotegidos, pero los centros de salud fueron gestionando el día a día con los recursos que tenían. "Algunos centros han decidido organizarse por tareas (unos trabajadores atendían a domicilio, otros por teléfono...), pero nosotros pensamos que había que primar la longitunalidad, que cada profesional siguiera atendiendo a sus pacientes. Es más trabajo, pero la atención es mucho más personalizada. Hemos hecho seguimiento a nuestros pacientes y asumiendo los de los profesionales que iban cayendo. En un momento hubo más del 20% de la plantilla en aislamiento", cuenta a Público una enfermera del Centro de Salud Nuestra Señora de Fátima de Carabanchel, en Madrid.
En este centro, como en muchos otros que el tamaño lo permite, han organizado circuitos de aislamiento. La zona de arriba es la 'zona limpia' y abajo tienen tratan a las personas que acuden con síntomas de coronavirus. En la puerta dos enfermeros hacen triaje e indican a los pacientes donde tienen que ir o les piden el nombre para llamarles después y resolver la consulta por teléfono. La atención telefónica ha aumentado (hasta 65 llamadas por profesional) y se reinventan como pueden. "Al no tener pulsómetro recurrimos a otros medios. Pedimos a los pacientes que cuenten hasta 30 para ver cuando tosen o cogen aire y valoramos así", relata la trabajadora. También han aumentado las visitas a domicilio.
"Este trabajo ha sido inmenso y no muy reconocido, pero hemos contenido a muchos enfermos que, de no ser porque tienen a profesionales haciéndole un seguimiento, hubieran ido al hospital", valora un médico. La carga de trabajo también ha disminuido para ellos, pero entran en una fase en la que seguirán siendo claves para controlar al virus.
Las comunidades autónomas van disponiendo de más pruebas PCR y test. Este mismo viernes el Ministerio de Sanidad distribuyó más de 750.000 test rápidos de detección de anticuerpos. "Esperamos que nos las hagan ahora porque yo empecé a trabajar sin tener el resultado negativo. Me hicieron una prueba PCR y la perdieron. A los días me llamaron diciéndome que tenía que incorporarme porque había otra dos compañeras de baja", explica una auxiliar de enfermería de un centro de salud de un centro de Castilla y León. "Llevaba muchos días sin síntomas, me encontraba bien y tenía muchas ganas de volver, pero me daba mucho miedo contagiar. Tomé todas las medidas de precaución posibles, pero no tenía mascarilla FPP2 ni EPI completo", relata a este medio.
Por esto han pasado muchas otras trabajadoras que cuentan situaciones similares. "El estrés, el miedo y la inseguridad te invade en esa situación. Te sientes desprotegida", explica otra trabajadora de Catalunya, donde la situación es muy parecida.
En el resto de comunidades autónomas la situación varía. Ninguna situación es igual por los diferentes niveles de afectación y presión vivida en los centros de salud, pero, por la información recabada por Público de varios sindicatos, el uso de mascarillas quirúrgicas en lugar de mascarillas FPP2 o FPP3 es la tónica general. El problema del material defectuoso que ha llegado a muchos hospitales y centros de salud también continúa. "Creemos que no hemos recibido ningún lote de las mascarillas defectuosas, pero en el centro hay unas batas verdes que se rompen cuando te las pones. Y somos conscientes de que estas batas están por todos los centros de salud. Así no hay protección ", comenta otra médica del centro de salud de Lavapiés (Madrid).
Los sanitarios consultados apuntan que la presión también es menor para ellos, como ocurre en los hospitales, pero que todavía tienen mucho trabajo que hacer ahora y en la fase de desescalada. La Sociedad Española de Médicos de Atención Primaria (Semergen) elaboró un decálogo de necesidades ante esta fase previendo el seguimiento de las altas médicas de pacientes hospitalizados, los efectos nocivos desconocidos que puedan aparecer tras la curación de los pacientes, la pérdida de control de pacientes crónicos y la afectación a los propios sanitarios.
De forma "urgente" piden que se garanticen equipos de protección individual (EPIs) para el personal sanitario, el acceso a pruebas diagnósticas rápidas y PCR para el personal sanitario y la población a atender, acceso a pruebas complementarias como radiología, a fármacos con "evidencia demostrada" y fomentar la 'telemedicina'. Como apuntaba la enfermera de Carabanchel, se requiere que las comunidades garanticen seguridad y faciliten la asistencia telemática e incluso a través de videollamadas.
Los sanitarios piden más personal mientras comunidades como Madrid prescinden ya de trabajadores temporales
Pero también necesitan más personal para atender este volumen de trabajo y permitir que los profesionales descansen tras el cúmulo de estos casi dos meses de emergencia sanitaria. No hay un cupo establecido de pacientes por médico o enfermero y la propuesta de la exministra socialista María Luisa Carcedo fue establecerlo en los 1.500 pacientes. "Yo tengo a 1.697 y no me ha dado la vida para hacer un seguimiento de todos", lamenta un enfermero de Vallecas. Para que la atención sea posible la propuesta de Semergen es establecer el cupo en 1.200. También reclaman el refuerzo de las plantillas y la contratación de médicos adjuntos nuevos que finalizan este mes de mayo.
Esto afectaría sobre todo a algunas comunidades que ya prescinden de personal sanitario. La Comunidad de Madrid decidió el 30 de marzo no renovar sus contratos a varios trabajadores temporales de atención primaria.
Además, abordan un problema que ha vivido la atención primaria durante, sobre todo, la última década. Los recortes han hecho que la inversión en atención primaria del total del Sistema Nacional de Salud pasara del 15,5% en 2002 al 14,8% en 2012 y al 14,2% en el 2017, según el último informe de la Organización Médica Colegial de España sobre la situación en atención primaria. Semergen reclama que se aumente el porcentaje hasta el 20% como mínimo y poder trabajar con medios "para que podamos reforzar los servicios de atención que están diezmados por la crisis que arrastrábamos de antes con los recortes".
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