a coruña
Actualizado:Los seis trágicos minutos que duró el linchamiento de Samuel Luiz son un puzzle endemoniado formado por miles de pequeñas piezas que se dan sentido entre ellas. No fue una sola persona quien le quitó la vida, sino varias, y no lo hicieron de un golpe fulminante sino en una sanguinaria cacería de casi 200 metros, frente a decenas de testigos cuyas versiones no siempre coinciden, y de cámaras estáticas y de teléfonos móviles cuyas imágenes no permiten identificar a primera vista y con absoluta claridad a quienes aparecen en ellas.
Para demostrar que a Samuel lo mataron en manada los cinco presuntos asesinos que se sientan desde hace dos semanas en el banquillo de la Audiencia Provincial de A Coruña, todas las partes de ese rompecabezas deben encajar sin fisuras. En el tiempo y en el espacio, en cada momento concreto y en cada preciso lugar. De ese milimétrico ensamblaje entre pruebas documentales y testificales depende que el jurado pueda emitir sobre ellos un veredicto de inocencia o de culpabilidad.
Hasta este miércoles, los abogados de la defensa se habían esmerado en la tarea de impedir que las piezas que los testigos iban dejando sobre el estrado fueran revelando el relato incriminatorio sobre sus clientes que ha construido la Fiscalía. Y seguramente lograron sembrar en el jurado algunas dudas razonables sobre el mismo, bien porque los testigos no recordaban con exactitud detalles fundamentales de los hechos, bien porque les hicieron incurrir en contradicciones durante sus interrogatorios o simplemente porque lo que revelaron exculpaba a sus clientes.
Seis trágicos minutos
En la vista de este día, sin embargo, el mando policial que lideró la investigación durante los primeros meses tras los hechos ofreció una versión cabal, razonable y contundente de cómo actuaron los cinco acusados antes, durante y después de aquellos seis trágicos minutos, y de por qué las pruebas y testimonios recabados durante la instrucción del caso condujeron a su detención y a su posterior procesamiento. "Fue una acción grupal en la que unos agredieron y otros impidieron que se auxiliara a Samuel. Fue brutal, atroz, inhumano y desproporcionado", resumió.
El policía detalló de forma sencilla y convincente por qué los investigadores identificaron a Diego Montaña como el primero que empezó a agredir salvajemente a puñetazos a Samuel entre insultos homófobos, y por qué estaban seguros de que quienes lo secundaron fueron primero Alejandro Freire, Yumba, quien intentó estrangularlo por detrás, y al momento Kaio Amaral, que corrió en dirección a ellos para unírseles a patadas con el chico, a quien le habría sustraído el teléfono.
Todo en presencia de Catherine Silva, que habría contribuido a aumentar la indefensión de Samuel apartando a empujones a la amiga que intentaba socorrerle, y quien, lejos de tratar de calmar a los agresores, como sostiene su defensa, les habría allanado el camino guardándoles a dos de ellos sendas prendas de abrigo mientras apaleaban a la víctima.
El testimonio del investigador también señala a Alejandro Míguez, que, al contrario de lo que mantiene, habría estado en el núcleo mismo de la agresión, siguiéndola en primera línea durante todo el recorrido hasta que Samuel se desplomó. El policía también recordó que Míguez habría reconocido ante otro testigo que se había enfrentado a Magatte N'Diaye, uno de los dos senegaleses que intentaron auxiliarlo, permitiendo así que el resto pudiera sortear esa protección para seguir golpeando al fallecido.
Casi cuatro horas de declaración
El policía se mantuvo firme durante las cerca de cuatro horas que duró su declaración. Habló mirando al jurado, detallando cómo engarza con el resto cada pieza del puzzle, explicando cómo cada una de sus afirmaciones estaba sostenida por el testimonio de uno o varios de los acusados y testigos, y cómo y por qué encajaban a su vez esas descripciones en el plano del lugar en el que mataron a Sameul, con los fotogramas de hasta varias cámaras distintas y con el minutaje de los videos. Y empleó la lógica cuando los abogados de las defensas intentaron encontrar resquicios de inconsistencia en los fragmentos probatorios que fue ensamblando:
– ¿Cómo sabe que el acusado estaba allí, y no donde él dice, si en ese lugar no había cámaras que lo grabaran?
– Porque la cámara anterior sí le graba dirigiéndose a ese sitio, y en cambio no registra su vuelta.
Buena parte del rompecabezas que esconde lo que pasó aquella madrugada está formado por las versiones de lo que sucedió después del linchamiento. Y el testigo policial también fue contundente al armarlas: los cinco jóvenes abandonaron el lugar por separado, solos o en pareja, pero volvieron a reunirse esa noche por dos veces en sendos parques de la ciudad, donde se habrían enterado de que Samuel había muerto. Entones, se cruzaron llamadas y whatsapps, individuales y en el chat conjunto que uno de ellos administraba.
Muchos de esos mensajes los habrían borrado de sus teléfonos antes de que los investigadores se los intervinieran, al igual que los registros de llamadas, que siguieron cruzándose en días posteriores, como demuestran los listados de sus respectivas operadoras. Yumba y Míguez se reunieron en casa de otro testigo justo antes de acudir a la policía, el mismo día en que supieron que Kaio Amaral había declarado en comisaría voluntariamente para exculparse del crimen. Kaio también fue de noche al lugar de los hechos algunos días después, con una persona próxima a su familia, para comprobar si había cámaras en la zona.
La letra de un tema de trap
El mando policial que lideró la investigación también habló del carácter presuntamente violento de la pandilla, que dos meses y medio antes de la muerte de Samuel se había grabado en actitud agresiva y blandiendo armas blancas para ilustrar en vídeo una canción de trap que uno de los menores ya condenados por el crimen estaba preparando.
"Tuve una premonición. La letra habla precisamente de una acción similar a la que sufrió Samuel", empezó a decir. La jueza le cortó y le dijo que el argumento resultaba improcedente. Preguntado por Público a la salida del juicio, el policía no quiso desvelar el contenido de la canción alegando que no diría nada a la prensa. Pero expresó su convencimiento de que esa pieza también acabará encajando en el puzzle: "Todo acabará saliendo".
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