madrid
"El Gobierno español anuncia que ha estallado un extenso complot contra la República". Con esas palabras, William P. Carney desde España informaba en The New York Times de que en España había comenzado la guerra.
Se cumplen 85 años del estallido de la Guerra Civil con un anteproyecto para la Ley de Memoria Histórica bloqueado por el cambio de ministros. Un conflicto ya octogenario que derrocó la II República e impuso 40 años de dictadura de Francisco Franco. Una guerra que se reinterpretó con los años y aún dista de ser un conflicto del pasado.
Desde The New York Times se hacían eco de las proclamas del Gobierno y daban fe de que algo se estaba cociendo en el norte de África, desde donde empezó el golpe de Estado. El titular del estallido de la guerra, en la primera plana del periódico el 19 de julio de 1936, aseguraba que "España identifica el ejército alzado como fuerzas rebeldes de Marruecos". Se mencionaban bombardeos en el norte de África, revueltas en Sevilla y tensión en Canarias. La página del diario, aquel día, es un pequeño augurio de lo que le espera a Europa en los próximos años: un breve recorte de apenas un párrafo sobre el nazismo en Alemania acompaña en la portada.
En un intento de controlar el relato y la situación, fuentes del Gobierno de la República insistían al diario norteamericano en que la normalidad en Madrid era la de todos los días y que no consideraban como teoría probable que los golpistas fueran a dejar la capital para el final. El periodismo, como de costumbre, iba por un camino muy distinto al que fueron los libros de Historia.
La cobertura extranjera de la Guerra Civil
El economista, diplomático e historiador Ángel Viñas identifica ciertas tendencias periodísticas en pro de distintos bandos: "La guerra sorprendió bastante en el extranjero y las primeras portadas reflejan el abanico de motivaciones ideológicas que había tras los distintos medios. Se ha estudiado bien la respuesta dada en Francia, Gran Bretaña, Estados Unidos y la URSS, así como, por el lado proclive a los sublevados, en Alemania e Italia. El Ministerio de Propaganda y Educación Popular que dirigía Goebbels se atuvo rígidamente a las directrices que estableció", arguye.
Matilde Eiroa: "La mayoría de los medios de comunicación, a excepción de los de Italia y Alemania, se mostraron favorables a la II República"
Por su parte, Matilde Eiroa, profesora en la Universidad Carlos III y experta en el franquismo, apostilla: "La prensa liberal, de centro y de centro izquierda apoyó a la República y denunció la guerra como una guerra entre fascismos y democracias". Sin embargo, Eiroa hace un balance general y considera que la República contaba con más apoyos: "La mayoría de los medios de comunicación, a excepción de los de Italia y Alemania, se mostraron favorables a la II República por cuanto que la población civil empatizaba mucho con los republicanos", asegura.
David Becerra, profesor de Literatura en la Universidad Autónoma de Madrid (UAM) y autor de La Guerra Civil como moda literaria, confirma la beligerancia de algunos medios conservadores contra la II República: "Hubo un sector de la prensa extranjera, la más conservadora, que veía con mejores ojos a los franquistas. Para legitimar el golpe de Estado, el franquismo construyó un relato que esa prensa de derechas compró. Dibujaba la República como antesala de la revolución y el golpe como un correctivo necesario para salvar a España de la amenaza comunista. A los conservadores franceses y británicos este relato les convencía y lo reprodujeron en las páginas de sus periódicos y revistas, con sus imágenes descontextualizadas de iglesias en llamas y sus historias de fervor republicano anticlerical y de terror rojo", asegura el docente.
Una guerra de hermanos o un golpe de Estado
Hace mucho ya de ese telegrama donde se hablaba de un ejército republicano "cautivo y desarmado". El golpe terminó de cuajar y los años en el poder trajeron una transformación del relato, que pasó de ser un golpe contra el Gobierno para convertirse en una guerra fratricida.
Matilde Eiroa: "La dictadura pretendía alejarse del discurso de la "Cruzada" y presentarse como un régimen triunfante sin relación con la España de 1936-1939"
Eiroa, que aporta un lazo familiar curioso sobre la guerra – "hablando de guerra entre hermanos, la jefa de censura de prensa en zona republicana era Constancia de la Mora y el de la zona rebelde era Luis Bolín, cuñados"– identifica en 1964 un momento donde ya se incidía en ese discurso: "En la campaña propagandística que conmemoraba los XXV años de paz, orquestada por el entonces ministro de Información y Turismo Manuel Fraga Iribarne, se habló del éxito de la pacificación entre españoles hermanos que en el pasado se habían enfrentado. La dictadura pretendía alejarse del discurso de la "Cruzada" y presentarse como un régimen triunfante sin relación con la España de 1936-1939. Fue una campaña paradójica porque al mismo tiempo que se hablaba de éxitos económicos, sociales y de ausencia de conflicto, se premiaba con cruces militares a los excombatientes del ejército rebelde", sostiene la profesora.
Viña, por su parte, analiza cómo los primeros historiadores que se acercaron a la Guerra Civil no cedieron ante este relato que el régimen quería colocar: "Se estableció un canon específico que no resistió los exámenes hechos por los primeros historiadores extranjeros y fuera de España que se aproximaron a la guerra civil: Thomas, Southworth, Broué, Témime, Jackson, entre otros. Fue en este clima, hacia finales de los años sesenta del pasado siglo, cuando se acuñaron lemas que tuvieron un gran impacto: todos fuimos culpables, la tercera España, guerra entre hermanos, un desastre absoluto. Sirvieron en parte para acompañar la Transición y amortiguar el impacto de los primeros estudios basados en documentación primaria, a medida que se abrían los archivos primero extranjeros y luego españoles".
En cambio, Becerra sitúa el comienzo de esa lucha por el relato un poco antes, en los cincuenta, ya que durante la guerra "no había espacio para una interpretación de la guerra como un enfrentamiento entre hermanos". "En la década de los cincuenta, una vez ha quedado atrás lo que Hobsbawm llamaba la era de la catástrofe con el fin de la Segunda Guerra Mundial, y entran en escena, en España, nuevos actores políticos que no participaron activamente en la Guerra Civil, la lectura que se hace del conflicto se desideologiza y se empieza a fijar ese relato fratricida, encaminado hacia la reconciliación nacional, que interpreta la guerra como un enfrentamiento entre hermanos que, después de pelearse, se terminaran abrazando y perdonando".
La renovación de la Ley de Memoria Histórica
La renovación de las carteras ministeriales orquestada por Pedro Sánchez supuso que Carmen Calvo diera un paso al lado y Félix Bolaños ocupara el puesto encargado de cristalizar el anteproyecto de la Ley de Memoria Histórica, varado de nuevo pero con promesas de cara al verano.
Matilde Eiroa: "Todavía hay ayuntamientos y entidades que no han cumplido con el articulado de la Ley de Memoria de 2007"
Matilde Eiroa, pese a reconocer cuestiones a mejorar, prefiere incidir en los argumentos positivos, que deberían cristalizar a lo largo de 2021. "Entiendo que se han quedado asuntos fuera de la norma muy relevantes, pero creo que es el momento de aprobarla, y, sobre todo, de cumplirla. Todavía hay ayuntamientos y entidades que no han cumplido con el articulado de la Ley de Memoria de 2007, así es que es hora de su aprobación y del control exhaustivo de su cumplimiento".
Igual pasa con Ángel Viñas, que prevé críticas de la derecha española, sea cual sea el texto aprobado: la derecha española, que solo con dificultad ha ido digiriendo los avances historiográficos que han desarticulado radicalmente el canon franquista, no ha tolerado que el Gobierno de Rodríguez Zapatero asumiera una postura crítica contra el canon franquista. Cualquiera que sea el texto definitivo que salga del Parlamento, la ley será objeto de críticas feroces. En mi modesta opinión, no hay posibilidad de consensuar nada con los tres partidos de la oposición".
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