MADRID
Cephas Williams tiene 27 años y lleva buena parte de ellos teniendo que hacer frente a una injusticia que en algunos ámbitos parece que ya está superada: que se juzgue a alguien por su aspecto. Pero como él mismo dice, cuando se trata de hablar de hombres negros, todavía queda mucho por hacer.
Este empresario del sur de Londres lo comprueba a menudo cuando sale a la calle con la capucha de su sudadera puesta; rara es la vez que alguien no le mira con reservas. "No es agradable saber que intimido a las personas”, ha confesado Cephas en una entrevista para BBC.
El problema, según él es que esa imagen se ha convertido en un estereotipo: “Cada vez que veo personas que se parecen a mí en las noticias, generalmente es por temas de crímenes y violencia”.
Como le pasa a Cephas les ocurre también a los otros 55 hombres negros con los que ha contado para su proyecto 56 black men, que comenzó como una cuenta en Instagram y ya ha traspasado las redes sociales.
"Quiero vivir en una sociedad donde pueda ponerme un pantalón de chándal y una sudadera con capucha y ser visto como quien soy"
Todos tienen una vida más allá de esa sudadera y esa capucha, aunque no siempre se les mire con el necesario respeto para poder verlo. Por eso, así es como han posado ante la cámara. Y junto a la foto de cada uno, una leyenda que cuenta lo que no se ve cuando se tira de prejuicios en vez de profundizar: qué son profesionales respetables que ejercen de pilotos, periodistas, maestros, chefs, arqueólogos o miembros del parlamento británico. Todos ellos hombres con vidas que nada tienen que ver con un cuchillo en la mano.
El objetivo de Cephas es hacer reflexionar a la gente de la calle que desconfía de ellos a diario pero también tirar de las orejas a los medios de comunicación: “El proyecto quiere recordar que por cada hombre negro que aparece por haber hecho algo negativo, hay 56 de nosotros que no somos así”.
David Lammy –el hombre negro número 55– es diputado laborista en la Cámara de los Comunes y eso le obliga a ir a a diario a trabajar con camisa impecable, traje y corbata. Pero eso sólo es un uniforme: "Quiero vivir en una sociedad donde pueda ponerme un pantalón de chándal y una sudadera con capucha y ser visto como quien soy: no un gamberro o un bruto, sino solo un tipo que va al gimnasio después de un largo día de trabajo”.
En un artículo que ha escrito en el diario The Guardian a raíz de 56 black men, Lammy desvela que vivió esa discriminación en su propia piel: “Después de haber sido detenido llevando una sudadera con capucha cuando estudiaba para ser abogado sé que la desconfianza hacia los hombres negros con sudadera con capucha es endémica en el Reino Unido”. Y añade: “Esto provoca la necesidad de usar algo ‘más blanco’ cuando queremos sentirnos cómodos”. Para Lammy al final todo acaba convirtiéndose en una “paranoia colectiva” porque “no son solo los blancos quienes miran a los negros de una manera incómoda; los negros también comienzan a mirarse de esta manera”.
En su artículo recuerda además que hace años algunos locales y centros comerciales británicos comenzaron a prohibir el acceso con sudaderas con capucha “para combatir lo que ven como grupos de jóvenes intimidantes, a pesar de que la Children´s Society ha descrito tales prohibiciones como ‘una discriminación flagrante basada en estereotipos y prejuicios”. E insiste en la importancia de la imagen que se difunde: “cuando se transmite una imagen genuinamente positiva de hombres negros se limita a futbolistas, jugadores de baloncesto, raperos o personajes en películas predominantemente hipermasculinos. Son agresivos, no intelectuales”. De ahí que se pregunte: “¿Qué hay de esas personas que no son ni matones ni Morgan Freeman?”.
Michael Omoniyi –el hombre negro número 52– es fundador de la plataforma de información The Common Sense Network pero insiste: “Ya es hora de que empecemos a mostrar a la gente lo que los hombres negros han estado haciendo mientras los titulares negativos dominaban las informaciones. Hemos estado existiendo, trabajando duro, sobresaliendo y no somos una tendencia o una moda pasajera; estamos aquí para quedarnos”.
William Adoasi –el hombre negro número 42– es dueño de una compañía de relojes que colabora con proyectos humanitarios e insiste en la responsabilidad de cambiar las cosas pensado en los jóvenes: "Hemos aceptado esto como la norma, pero no debería ser así para la próxima generación; deberían sentirse cómodos con su propia piel y no sentir que intimidan a otras personas”.
"Hemos aceptado esto como la norma, pero no debería ser así para la próxima generación"
Mukhtar Bagal también es negro, también vive en Londres y a él también le gusta subirse la capucha de su sudadera: “lo hago simplemente porque tengo frío y voy cómodo con ella”. Él no es un profesional consolidado como los que han participado en el proyecto porque todavía está preparándose para entrar en la universidad, pero la suya también es ya una historia ejemplar: llegó perseguido por el régimen de Sudán cruzando primero el Mediterráneo en una patera y luego Europa escondido en varios trenes. Aquí a Mukhtar le toca luchar contra el estereotipo del hombre negro: “La última vez que viví un incidente fue hace sólo unos días. Había quedado en la esquina de mi calle con una amiga y cuando me estaba acercando a ella, un coche que pasaba se detuvo a observarnos. Pude comprobar que hasta que no vio que nos saludábamos amistosamente no se marchó. Supongo que temía que fuera a hacerle algo porque ella es blanca y yo un negro que llevaba la capucha de la sudadera puesta. Mi amiga no lo notó porque no le pasan estas cosas pero yo sí porque no es la primera vez que vivo algo parecido. Soy negro y llevo capucha pero no soy un delincuente”. La chica confirma que ella no se dio cuenta de lo que ocurrió; es la que firma este artículo.
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