En Sevilla, a Juan Ignacio Zoido muchos sevillanos le siguen llamando “alcalde”, aunque desde noviembre de 2016 ejerce como ministro de Interior. Le pasa muy a menudo, porque el jefe de la Policía y la Guardia Civil frecuenta muy a menudo la capital andaluza, donde sigue viviendo su familia, y él responde a las invitaciones de sus allegados y vecinos como hacía antes, pero ahora desde la agenda oficial del Ministerio. Si le llaman de un colegio de Triana para dar una charla sobre la Constitución, va. Si le piden que inaugure una sede del PP en Alcalá de Guadaíra, va. Los sevillanos le siguen llamando alcalde, y él no les corrige. Le gusta.
Zoido ha sido el regidor de Sevilla con la mayoría más abrumadora de la historia: 20 concejales de los 31 que conformaban la corporación municipal en 2011. Cuatro años después ganó las elecciones municipales por un estrechísimo margen, pero perdió la Alcaldía frente al socialista Juan Espadas, que logró formar gobierno con el apoyo de otras fuerzas. A pesar de ello, Zoido siguió llamándose @zoidoalcalde en Twitter. Lo fue durante los pocos meses que siguió al frente del PP municipal en la oposición, hasta que Rajoy lo nombró ministro y alguien le sugirió cambiar la firma.
En esos meses de transición, Zoido siguió recibiendo invitaciones propias de un alcalde de Sevilla. Una de ellas dio mucho que hablar, incluso fue objeto de preguntas por parte de otros partidos en el pleno municipal y más tarde en el Congreso. La Armada Española le invitó a embarcarse una semana en el buque escuela Juan Sebastián Elcano, y él aceptó sigilosamente, e invitó a zarpar con él a su amigo Gregorio Serrano, que había sido su concejal de Fiestas Mayores en el Ayuntamiento (uno de los puestos de más confianza en Sevilla, responsable de la Feria y la Semana Santa), y al que más tarde nombraría Director General de Tráfico.
Serrano es profesor universitario, doctor en Derecho Constitucional, y aficionado a los barcos. En 2011, en una entrevista para El Correo de Andalucía durante la campaña electoral de aquel año, reconoció que si el PP no lograba ganar la Alcaldía de Sevilla, él dejaría su acta de concejal en la oposición, porque no se ganaba lo suficiente y él tenía muchos gastos, entre ellos, dijo, mantener su barco.
Como alcalde de Sevilla, Zoido solía colgar en su cuenta de Twitter fotos suyas por todas partes, en todos los barrios de la ciudad, con la familia, de procesión, tomando un café, en recepciones oficiales… Parecía tener el don de la ubicuidad. Esa afición no la ha abandonado desde que está en el Ministerio de Interior. Sin embargo, aquel viaje a bordo del buque de la Armada lo hizo con todo sigilo, sin ruido, sin fotos. Zoido fue un alcalde austero que gobernó Sevilla ajustando mucho el cinturón durante los años más duros de la crisis. La invitación al Juan Sebastián Elcano debió parecerle un privilegio. Sobre todo después de leer la carta que le envió el secretario del almirante jefe del Estado Mayor de la Armada, rogándole que confirmase pronto su participación en el viaje porque “con el fin de cubrir su puesto con otro de los cientos de solicitantes se han quedado en la lista de espera” en caso de declinar la invitación.
La navegación se desarrolló entre el 2 de julio (día en que el buque partió de las costas de Galicia) hasta el 6 de julio de 2016, que arribó en el puerto de Cádiz. Una semana antes había concurrido a las elecciones generales como número uno por Sevilla. Cuatro meses después juró el cargo como ministro de Interior del Gobierno de Mariano Rajoy. Zoido y Serrano se embarcaron con sigilo, de hecho, lograron convencer al alcalde de Sevilla para mover un pleno municipal del viernes al jueves, y así poder coger un avión ese mismo día a Galicia, donde les aguardaba el buque. Los populares nunca revelaron que su destino era el Juan Sebastián Elcano, ni siquiera lo sabían todos los miembros de su grupo municipal.
Cuando trascendió el viaje, el PSOE lo usó como arma política contra el exalcalde, Ciudadanos empezó a llamarle “Zoido, el marinero” y el aludido tuvo que explicarle a los suyos que no él y Serrano no se habían subido en el barco del Estado como miembros del PP o del Ayuntamiento hispalense, sino como “invitados en una lista de 90 civiles”. El asunto sentó muy mal en el seno del PP sevillano, que por entonces gestaba ya el virus de las guerras internas que se resolvieron con el ascenso a la presidencia de Virginia Pérez, la protegida de Javier Arenas, y la caída de Juan Bueno, el candidato de Zoido.
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