madrid
Los tiempos en política a veces son tan trascendentales como las acciones y decisiones que se toman, y Sumar ha aplicado esta máxima para bajar las revoluciones de su construcción en un momento en el que el contexto político amenaza con desestabilizar el proyecto, al menos tal y como estaba concebido.
Desde el 23J, y tras cerrar un acuerdo de Gobierno con el PSOE, los de Yolanda Díaz se han volcado en levantar una organización que cogiera las riendas de la izquierda alternativa.
A la hora de levantar el edificio, el asentamiento de sus bases se vio mermado por un choque frontal con Podemos que terminó con los de Ione Belarra fuera del grupo parlamentario y con la garantía de que, a partir de ese momento, habría, al menos, dos proyectos representando a este espacio en los distintos procesos electorales.
Pero ese no ha sido el único problema con el que se ha encontrado la vicepresidenta segunda a la hora de levantar su plataforma, sino que durante estos primeros meses del año (y de la legislatura), Sumar se ha encontrado, en líneas generales, con dos obstáculos a la hora de configurarse de manera orgánica.
El primero, contextual, es el del intenso y duradero ciclo electoral, que comenzó en febrero y que no terminará, al menos, hasta junio. Los de Díaz eran conscientes de las dificultades que acarrea levantar un proyecto político que pueda echar raíces en mitad de una eterna campaña, pero quizá no se midió con la suficiente precisión el desgaste que suponía.
Un ciclo electoral complicado
El batacazo de Sumar en Galicia, donde no obtuvo representación, provocó dos efectos perjudiciales para el proyecto. Por un lado, interrumpió la euforia que para la izquierda alternativa supuso el 23J, unas elecciones generales en las que, aunque el espacio retrocedió en votos (y ligeramente en escaños) con respecto a Unidas Podemos, se logró frenar parte de la sangría que sufría desde 2016 y, lo más importante, se dio continuidad al Gobierno de coalición de la pasada legislatura.
Por otro, reavivó un relato basado en que la marca liderada por Díaz no funcionaba, después, además, de superar a Unidas Podemos cuando este espacio daba signos de agotamiento. Las elecciones celebradas el pasado domingo en Euskadi no han enterrado ese relato y el único escaño logrado por Sumar en este territorio, aunque ha evitado una crisis impredecible, no ha conseguido enterrar, en ningún caso, las dudas que se despertaron en Galicia.
"Si no hubiéramos conseguido ese escaño, las consecuencias no estaban nada claras, sobre todo cuando ya mismo vamos a afrontar unas elecciones trascendentales en Catalunya", reconocen algunas voces de la organización.
Pero el desgaste electoral no es el único elemento disruptivo en la construcción de Sumar como partido. Desde el inicio, Sumar ha sido una incógnita acerca de qué manera elegiría la izquierda alternativa para sostener una unidad de formaciones políticas que hasta el 23J se habían dedicado a competir en algunos territorios como Madrid o País Valencià. Díaz tenía claro su objetivo: aunar el movimiento ciudadano surgido del proceso de escucha y de la campaña electoral con los partidos coaligados en las últimas generales.
Izquierda Unida pidió que el proyecto se construyera como un frente amplio, en una estructura de federación de partidos erigida en base a mecanismos de deliberación, participación y debate que evitara, en la medida de lo posible, situaciones de conflictividad interna que, en última instancia, amenazaran la supervivencia de la plataforma.
El sistema de cuotas generó dudas entre los partidos
El camino elegido por Sumar fue distinto: la organización constituyó su propio censo de inscritos (una militancia) con las personas que colaboraron en el proceso de escucha y en la campaña del 23J, y repartió el poder de decisión entre estas bases y los partidos en un sistema de cuotas en el que los inscritos de Sumar eligen al 70% del máximo órgano de dirección y las formaciones, al 30% restante.
Este sistema generó dudas a casi todas las organizaciones (Más Madrid, Verdes Equo...) pero fue IU la que más alzó la voz en su contra (intentó enmendarlo, sin suerte, en el proceso de debate y aprobación de los estatutos de Sumar de cara a su asamblea fundacional).
Para Izquierda Unida esta manera de configurarse no transforma la coalición electoral del 23J en un frente amplio, o en una alianza estructural de las izquierdas en base a lo que proponían. Esto comenzó a mermar la confianza de algunos dirigentes del partido en el proyecto, una dinámica agravada por distintas negociaciones que provocaron tensión entre ambas partes, más allá de su resolución (las designación de portavocías en el Congreso o el reparto de los ministerios de Sumar en el Gobierno de coalición).
La lista de las europeas ha sido el último choque entre IU y Sumar, y se ha producido, además, en un momento en el que el partido está a las puertas de una asamblea federal para renovar a su dirección y su hoja de ruta, en la que, previsiblemente, competirán tres candidaturas que sólo tienen un elemento en común: trasladar ante sus bases su distancia con Sumar.
En este contexto, los de Díaz han tomado la decisión de seguir adelante con su proceso de construcción, pero de una manera en la que se logre sortear el ciclo electoral a la vez que se reconduce la situación con Izquierda Unida.
Para lograr este objetivo, el partido celebrará este sábado una reunión de su Grupo de Coordinación, que elegirá una ejecutiva en la que, de momento, no estarán representados los partidos. Las formaciones políticas podrán participar, trasladan desde la organización "cuando lo consideren conveniente", y se espera que esto se produzca después de las elecciones catalanas (en las que está volcado Catalunya en Comú) y de que IU celebre su asamblea federal, en la que también se decidirá su relación con el proyecto de Díaz.
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