a coruña
Actualizado:Es sobre todo a partir del día de difuntos, que marca el inicio del tiempo en que el otoño se convierte en invierno, cuando la Galicia profunda vuelve a creer en las meigas. Y la afirmación no pretende tener nada de peyorativo, al contrario. Porque aunque el término podría confundirse con el despectivo "bruja", en la cosmogonía popular gallega la palabra no se corresponde con esa imagen machista de las pérfidas féminas que disponen de negros poderes gracias a sus pactos con el diablo, sino más bien con las de las hadas, seres mágicos dotados de virtudes extraordinarias capaces de atraer y engatusar, para bien, a sus congéneres.
Algo de eso se ha diseñado en la imagen pública de Yolanda Díaz, vicepresidenta segunda del Gobierno y ministra de Trabajo y Economía Social, y en la de Ana Pontón, portavoz nacional del Bloque Nacionalista Galego y jefa de la oposición al Ejecutivo autonómico de Alberto Núñez Feijóo. Desde sus diferencias políticas, comparten algunas semejanzas: son gallegas y con lustros de experiencia en la cosa pública, y sus liderazgos han empezado a hechizar, cada una en su ámbito, tras haberse recompuesto desde situaciones muy complicadas en sus respectivos espacios políticos.
Yolanda Díaz empezó a tener un papel protagonista en la izquierda estatal tras ser nombrada ministra de Trabajo, después de que Unidas Podemos obtuviera sus peores resultados en unas generales en Galicia -en el 2019 la coalición perdió más de 220.000 votos, más de la mitad de los que había obtenido en el 2015 aliada con Anova-. Y se convirtió en su principal referente tras su ascenso a la Vicepresidencia Segunda del Gobierno, después de la salida de Pablo Iglesias y el batacazo electoral de Unidas Podemos en Madrid, que sucedió al de las autonómicas gallegas del año pasado, cuando la alianza se quedó sin representación.
Ana Pontón también inició su escalada desde el pozo del desastre en las urnas. Se hizo con la portavocía nacional del BNG en febrero del 2016, pocos meses antes de que su formación se quedara con seis de los 75 diputados del Parlamento autonómico, el peor resultado del Bloque desde 1985. Sólo cuatro años después, Pontón obtuvo 19 escaños, el mejor resultado histórico de los nacionalistas.
Quienes conocen de cerca a Pontón y a Díaz destacan además que ambas han logrado posicionarse en muy poco tiempo por encima de sus respectivas marcas políticas, y que su valor electoral sobrepasa hoy con mucho al de sus respectivas formaciones.
Esa transversalidad puede resultar más evidente en el caso de Díaz, quien se ha apartado voluntariamente de Izquierda Unida y quien mantiene su militancia en el Partido Comunista a la par que sus simpatías públicas y privadas con Podemos. Pero también en el caso de Ana Pontón, a quien algunas encuestas sitúan recientemente como la líder mejor valorada en Galicia, por encima incluso de Feijóo y con buena nota entre los electores del PP, del PSOE y del resto de formaciones de la izquierda alternativa.
Tanto en el entorno de la vicepresidenta como en el de la portavoz nacionalista destacan que lo que más y mejor caracteriza a cada una de ellas es que ejercen liderazgos femeninos y feministas; que entienden la forma de hacer política desde una perspectiva poco común en la escena tradicional, más reflexiva, transversal y tendente al entendimiento y al acuerdo que los liderazgos masculinos, cuyos métodos son más proclives a la competición y a la confrontación. "Creo que las dos entienden que no ganan cuando derrotan, sino cuando convencen", dice una exdiputada que conoce bien a ambas aunque no comparte militancia con ninguna.
Podría decirse que las vidas políticas de Díaz y Pontón han transcurrido en paralelo. La vicepresidenta del Gobierno, nacida en 1971, se inició en política en los años noventa como candidata a las elecciones municipales en Ferrol, donde obtuvo un acta de concejala en el 2003. Pontón, nacida en Sarria (Lugo) en 1977, logró su escaño en el Parlamento de Galicia apenas ocho meses después, en febrero del 2004. Díaz entraría en la Cámara en el 2012 aliada con la Anova de Xosé Manuel Beiras, que se había escindido del BNG pocos meses antes.
"Las dos se han ido aproximando mucho en sus formas y en su imagen pública, incluso en la manera de vestir", asegura un compañero que compartió hemiciclo con ellas en la legislatura en la que coincidieron en el Parlamento de Galicia. "Ana era una diputada muy correcta y cordial, aunque algo distante, y sus intervenciones siempre eran de notable alto, nunca menos pero nunca más. Yolanda era quizá más punzante y agresiva, más impulsiva. Ana ha ido ganando en empatía, en cercanía y en brillantez, y Yolanda, en moderación", explica la citada fuente.
Díaz y Pontón se han trabajado mucho su imagen de políticas conciliadoras, aunque también han mostrado firmeza y capacidad para ganar lanzar órdagos ganadores. A principios de este curso, Pontón dejó en estado de choque al BNG al anunciar que se tomaba "un período de reflexión" para decidir si seguía liderando el proyecto del nacionalismo gallego. Y la semana pasada Díaz llevó al Gobierno de coalición a su momento más crítico cuando cuestionó las supuestas injerencias de la vicepresidenta primera y ministra de Asuntos Económicos y Transformación Digital, Nadia Calviño, en las negociaciones sobre la reforma laboral.
Ni Pontón ni Díaz iban de farol. La portavoz nacional del Bloque ganó su órdago y consiguió despertar del conformismo a esa parte de la militancia de su partido que parecía preferir la seguridad de una larga estancia en la cómoda (o)posición de segunda fuerza política de Galicia, al riesgo de ampliar el espectro socioelectoral del nacionalismo y trabajarse un proyecto que permita de verdad al Bloque constituirse como alternativa a Feijóo. La semana pasada, Pontón dio por cerrada su reflexión y anunció que se presentará a la reelección como líder del BNG en la asamblea que la formación celebrará el próximo fin de semana en A Coruña.
Mientras tanto, el manotazo de Díaz sobre la mesa del Consejo de Ministros daba resultados apenas unos días antes. Su apuesta logró convocar a los sindicatos estatales en torno a su intención de llevar a cabo una reforma profunda de la legislación laboral heredada del PP, reforzó su imagen de defensora de las clases populares frente a la parte del Gobierno más próxima a la patronal y a las grandes empresas, y comprometió al presidente del Ejecutivo, Pedro Sánchez, en la hoja de ruta que ella había diseñado. De paso, y también resulta relevante, afianzó sus posibilidades de conformar ese frente amplio desde el que Díaz quiere encabezar la alternativa de izquierdas al PSOE.
Ahí, seguramente, radica una de las grandes diferencias entre la vicepresidenta segunda y la portavoz nacionalista. Mientras Pontón dispone de una organización fuerte, dinámica y al alza, consciente de que está en su mejor momento de forma y volcada en defender su liderazgo, Díaz no tiene tras de sí una estructura de igual solidez que sustente sus aspiraciones. Y sabe que tiene que trabajarse no sólo los apoyos que parecen más seguros, como los de Podemos, Izquierda Unida y el Partido Comunista, que en algunas zonas, incluida Galicia, tienen una frágil o inexistente organización territorial.
También debe atraerse a la constelación de formaciones estatales, autonómicas y locales que completan ese espacio. Desde las mareas gallegas distanciadas o directamente enfrentadas a Podemos o al Más País de Íñigo Errejón, pasando, entre otras, por el Adelante Andalucía de Teresa Rodríguez. Y eso sin contar con el universo de asociaciones de la sociedad civil organizada que Díaz también quiere atraer.
Para lograrlo, la vicepresidenta ha recurrido a otras meigas, y ha comprometido a Mónica Oltra (Compromís e Iniciativa del Poble Valenciá), Mónica García (Más Madrid) y Ada Colau (Catalunya en Comú) para una reunión destinada a dar a luz al frente de izquierdas desde el que asaltar la Moncloa. La vicepresidenta invitó formalmente al cónclave a Ana Pontón, pero la portavoz nacionalista respondió que no acudirá. Sus alianzas se dirigen más hacia las formaciones soberanistas e independentistas estatales de corte similar al Bloque, como Esquerra Republicana y Bildu.
Ahí radica otra de las diferencias entre ambas. Díaz mueve su argumentario en el eje izquierda-derecha, donde su espacio parece tener su límite en el caladero de votos de la socialdemocracia. Pontón, por contra, se mueve en el eje nacionalismo-no nacionalismo, lo que le permite extender su discurso hasta el centro derecha que simpatiza con el galleguismo y buscar apoyos incluso en el electorado que vota a Feijóo.
Desde una perspectiva personal, la vicepresidenta y la portavoz nacionalista mantienen un relación próxima y cordial, que nunca ha derivado en una verdadera amistad pero que sí incluye algunos contactos esporádicos. Y aunque desde el punto de vista político podría decirse que han construido sus carreras políticas en paralelo, por eso mismo, por definición, es prácticamente imposible que nunca lleguen a cruzarse. Hay quien todavía cree en las meigas, pero lo único cierto es que hasta los trucos de magia están sujetos a las leyes de la física.
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