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MADRID.- "Con ilusión a pesar de todo". Así afronta Gorka Maneiro (San Sebastián, 1974), el coordinador de la gestora que ahora dirige UPyD, su nueva etapa al frente del partido tras la marcha de Rosa Díez y Andrés Herzog. Los últimos, los supervivientes como él, se resisten a apagar la luz, aunque quienes fundaron la formación así lo han pedido.
Aunque el escenario actual de los magentas no está pintado precisamente de color de rosa, Maneiro confía plenamente en la viabilidad del partido. Y no sólo en lo que al apoyo de los militantes se refiere ("aunque algunos se hayan ido, otros quieren volver o afiliarse por primera vez", afirma ilusionado), sino también en el aspecto económico.
"No somos el partido más rico de España, pero nuestras cuentas no están tan mal como pensábamos en un principio: hemos recuperado las fianzas de las causas judiciales [de las que se han retirado], hemos ahorrado con el cambio de sede [han cambiado una gran sala al lado del Congreso por una pequeña oficina en una zona más alejada de Madrid], ya sólo tenemos tres trabajadores... es viable seguir", asegura, pese a que aún está perfilando los últimos detalles de un informe económico que presentarán "en breve".
Aunque aún no se han constatado los datos, en 2015 las cuentas de UPyD se quedaron, con toda probabilidad, en números rojos. Los partidos reciben dinero público en función de su representación y, a día de hoy, sólo les queda un parlamentario autonómico (el propio Maneiro), dos eurodiputadas, tres alcaldes y poco más de un centenar de concejales. Según los presupuestos publicados en su propia página web, los magentas ya preveían una pérdida de un millón de euros. En 2014 habían conseguido ahorrar 228.000 euros, pero los batacazos electorales que fueron acumulando durante el año pasado hacen temer el agujero posterior.
"El problema de UPyD no era económico, sino de otro tipo"
Pese a ello, Maneiro ve futuro en la formación. "Lo que no sería viable sería echar el cierre de forma inminente, como pretendían, porque supondría descartar las cuotas de los afiliados (el último dato del que disponen asciende a 2.750 afiliados), que son nuestro principal ingreso, mientras las deudas se mantienen", les recrimina a Herzog y Díez. "En cualquier caso, el problema de UPyD no era económico, sino de otro tipo", apostilla.
De hecho, esa no es la única cuestión que les reprocha a los exportavoces -y ahora exmilitantes también- de UPyD. "La verdad es muy clara y tiene que saberse", adelanta Maneiro al otro lado del teléfono. "Herzog podía haber convocado un Congreso de disolución si quisiera haber puesto fin al partido, pero no quiso", espeta. "Y no lo convocó porque yo creo que sabía que tenía apoyos limitados y luego exigieron (Herzog, Díez y Carlos Martínez Gorriarán) a la gestora que hiciéramos lo que ellos no hicieron: defender una postura controvertida frente a la afiliación", se queja. "Pero nosotros tenemos la conciencia muy tranquila", se defiende, en tono pausado, hablando en representación también de los otros siete miembros que ahora le acompañan en su nueva faceta directiva.
"Herzog pudo haber convocado un Congreso de disolución. Creo que no lo hizo porque sabía que no tendría apoyos suficientes"
Además, Maneiro se diferencia del empecinamiento en el que habían caído Díez y su delfín en una cuestión clave: él sí hace autocrítica. Frente al "sólo hemos cometido un error: hacer las cosas bien" de la fundadora de UPyD, Maneiro entona el "no se puede esperar obtener resultados diferentes haciendo siempre lo mismo". "Algunos prefieren cerrar antes que cambiar para mejorar; yo prefiero reconocer los errores con humildad y mejorar la relación con los afiliados, con los votantes y con los medios de comunicación", se desmarca, asumiendo que culpar "a los votantes" y a la prensa de todos los males del partido "no fue una buena estrategia".
Él, que apuesta más por "un discurso ilusionante", ya sólo coincide con sus antecesores en una cuestión: sigue sin querer el pacto con Ciudadanos. "Es buena la pluralidad, pero también es bueno que UPyD exista como partido autónomo, que no se casa con nadie y que habla de cosas de los que otros no hablan", defiende con rotundidad. Y es bajo esa premisa con la que baraja la posibilidad de presentarse como candidato en caso de se repitan las elecciones generales. Aunque también valora a sus (en su mayoría desconocidos) compañeros de partido: "También hay muchos miembros de UPyD muy valiosos para ocupar ese cargo", responde con humildad.
Decepcionado con sus amigos
Y tras la humildad, otro sentimiento: la decepción con Díez, Herzog y Gorriarán por ni siquiera haberle comunicado directamente su decisión de abandonar. "Me enteré por las redes sociales", lamenta. "Es muy decepcionante conocer así la baja de tres personas que han estado muy unidas a mí durante tanto tiempo", agrega, recordando que han estado más de siete años como compañeros de filas. E insiste en su conciencia tranquila: "Yo he sido muy leal, así que me tomo esto con filosofía: cada uno que juzgue cómo ha actuado", zanja sin ni siquiera querer ver ese golpe como la última señal del autoritarismo que siempre ha acompañado -según los críticos- a Rosa Díez.
Para disolver UPyD hace falta que 2/3 de los militantes así lo decidan
Pero sí vuelve a enlazar esta cuestión con su crítica a la petición de disolución del partido. Y es que para que UPyD desapareciese sólo habría hecho falta que la dirección (que primero estuvo en manos de Rosa Díez y luego de Herzog en forma de Consejo de Dirección y ahora está en las suyas desde la gestora) hubiese convocado el citado Congreso de disolución. Eso sí, tendrían que haber conseguido el apoyo de 2/3 de los militantes. "Podían haber esperado al Congreso extraordinario, plantear su propuesta y someterla a votación, pero en lugar de eso intentaron imponer su postura", les critica, dolido con quienes fueron sus amigos y a quienes él apoyó fielmente cuando Irene Lozano intentó hacerse con las riendas del partido.
Ahora ese poder está en su mano, aunque sólo momentáneamente. Según los estatutos del partido, tras la dimisión del anterior equipo directivo, la gestora tiene tres meses de plazo para convocar un Congreso extraordinario en el que se nombre un nuevo Consejo de Dirección. Herzog dimitió el 16 de enero, por lo que Maneiro tiene hasta el 15 de abril para hacerlo. De momento, dice, ni tiene fecha ni ha fijado el orden del día de la reunión.
En ese encuentro con la militancia podrían pasar dos cosas: que algún afiliado proponga echar el cierre, se vote y obtenga la citada mayoría de dos tercios; o que el partido continúe con una nueva Portavocía a cuyo cargo podrá presentarse cualquiera de ellos. Maneiro, por su parte, apuesta por la segunda opción, aunque no interpondrá "vetos" para que cada uno defienda "lo que considere oportuno". De momento ya tiene las siglas y el logo de UPyD, que pertenecen por registro "no al partido, sino al conjunto de la afiliación", aclara. Si su opción gana, tendrá también otra cosa: la medalla de haber logrado que el partido de Rosa Díez siga adelante sin Rosa Díez.
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