Como un castillo de naipes. Así podría decirse que se ha derrumbado toda la estrategia de defensa del exconseller popular Rafael Blasco y los otros ocho acusados en el primer juicio del 'caso Cooperación'. Y eso que tan solo han transcurrido las tres primeras jornadas de declaraciones de testigos en la causa que investiga el desvío de una partida de 1,8 millones de euros de ayuda al desarrollo -destinada a priori a la construcción de pozos de agua en Nicaragua- a la compra de inmuebles en Valencia.
Porque si en las jornadas dedicadas a la declaración de los acusados, de la suma de sus versiones podía resumirse que Blasco no sabía nada de lo que sucedía en su conselleria; que la tramitación y aprobación de expedientes no era de su competencia, ni tampoco de sus subordinados acusados también en el proceso; que estos sólo se limitaban -como su jefe- a firmar los documentos que les facilitaban los funcionarios de la conselleria, y que fueron ellos los que dieron el visto bueno al proyecto; que el exconseller no mantenía relación alguna de amistad con César Augusto Tauroni, el empresario beneficiado con el desvío de dinero, que si había trabajado con anterioridad para otras conselleries con Blasco de titular fue por casualidad; y que Blasco no era, ni mucho menos, conocido por el sobrenombre de 'conejo' u otros semejantes por los partícipes de la presunta trama; todos y cada uno de estos argumentos se han venido abajo con las declaraciones de los primeros testigos del caso. Unos testigos que, a diferencia de los acusados, no pueden permitirse el lujo de mentir al tribunal si no quieren ser acusados de perjurio.
La primera en poner el cascabel al gato fue Maribel Castillo, empleada de la trama, aunque lo propio sería apuntar que se lo puso al 'conejo', ya que ése y otros sucedáneos como su versión en valenciano ('conill') o Roger Rabbit era el sobrenombre que los miembros del entramado utilizaban en sus comunicaciones interceptadas en la investigación para referirse al cerebro de la trama. 'A Blasco mi jefe lo llamaba 'el Conill'', aseguró el martes la secretaria de Tauroni, desmintiendo los argumentos dados por este con anterioridad, y situando a Blasco -como apunta Anticorrupción- en el centro de la acción.
Del mismo modo, Castillo no solo rompió con la imagen distante que tanto Blasco como Tauroni -este último en prisión preventiva desde hace dos años a raíz de este caso- trataron de dibujar entre ambos en sus respectivas declaraciones, al asegurar que ambos comieron juntos 'en su casa de Alzira' en alguna ocasión (ambos habían negado que eso hubiera sucedido 'jamás'); sino que también reforzó la teoría de Anticorrupción de que la trama trasladaba su área de negocio de conselleria en conselleria siguiendo el destino político de Blasco. 'Me dijo que estaban viendo dónde iba a recalar el señor Blasco', explicó al fiscal tras escucharse una conversación de la secretaria con su marido en la que ella le explicaba a él cuál sería su próximo destino después de que se conociera que el entonces diputado popular se quedaba sin cartera.
A partir de este testimonio -que se produjo después de que otros dos ex empleados de Tauroni alegaran no recordar nada relacionado con el caso- cada declaración se convirtió en un suplicio para los acusados. El jueves por la mañana la bomba llegaba en forma de correo electrónico interceptado entre Tauroni y la fundación Cyes, beneficiaria de la ayuda con que se compraron los pisos -cuyo responsable está también acusado-, en la que el empresario remitía a la fundación proyectos de oenegés reales para que la fundación los refritara y se presentara con ellos.
Había que hacer 'muchos cambios' para que no se notara 'que son proyectos de otros. Esto va en serio. Como se den cuenta de que este objetivo no se ha cumplido no nos darán ni la hora', decía el correo de Tauroni, que continuaba aclarando que 'no vale cambiar algunas palabritas y algunos numeritos. Hay que reredactar los proyectos, quitando y añadiendo cosas para que no los conozca ni la madre que los parió'.
Y por si el correo no era suficientemente elocuente, Tauroni añadía al final el objeto último de toda la operación: 'las facturas pro-forma las efectuaré por el 25 por ciento cuando tengamos los proyectos claros a los que vamos. [...] La forma de pago será a las 24 horas de haber recibido tú las transferencias. Si algo de aquí expuesto no vas a poder cumplirlo, házmelo saber ya porque aquí dejaremos este tema'. Pero la fundación no falló, porque el tema siguió adelante.
La nueva versión de lo sucedido apuntaba que, de puertas afuera Blasco era conocido como 'el Conejo' y alternaba con un empresario que orientaba su actividad hacia las consellerias donde él recalaba, para ofrecer proyectos que copiaba de otras organizaciones. ¿Pero qué pasaba dentro de la conselleria? ¿Se mantenía al margen Blasco -como él mismo aseguró- del destino de la concesión de los proyectos de ayuda al desarrollo? Al parecer no. Al menos así los han asegurado los funcionarios de la comisión evaluadora del proyecto epicentro de este juicio, y que han destapado las presiones del mismo conseller para que se aprobara la ayuda, pese al rechazo de estos en primera instancia. Un rechazo que, según relataron, se tradujo en la salida de la conselleria.
'Nos dijo que no teníamos ni idea', apuntó el funcionario Sergio Aguado, que les espetó el mismo Rafael Blasco cuando, después de meses trabajando en la misma conselleria sin apenas saludarse, se dirigió por primera vez a ellos a propósito de un expediente, el de la trama, que la comisión evaluadora pensaba rechazar por no cumplir la fundación beneficiaria el criterio de experiencia previa. En la misma línea se manifestó la técnico y exjefa de Servicio de la conselleria, Teresa Clemente, que recuerda el 'enfado' de Blasco ante su rechazo del proyecto, el único -según declaró- por el que mostró interés.
'Blasco nos dijo si no habíamos cometido nunca una irregularidad', recordó también el secretario de la comisión evaluadora, sobre la insistencia de Blasco que, según Aguado, se arrogó la potestad última para decidir sobre la experiencia de la Fundación que trabajaba con Tauroni. 'Él nos dijo que él era quien podía interpretar si la fundación cumplía el requisito de la experiencia previa y nosotros no éramos quienes para dudar de su palabra', recordó Aguado que les dijo el conseller popular.
Sin embargo, presionados por la ex secretaria general Tina Sanjuán -también procesada-, asegurando que la Fundación Cyes podría acreditar su experiencia, Aguado recuerda que se fueron de vacaciones dejando firmada su aprobación para el proyecto por si esa acreditación finalmente se producía. A su regreso de vacaciones, lo que se encontró Aguado fue su expulsión de la conselleria.
Frente a esta avalancha de declaraciones inculpatorias, las defensas de los acusados trataron de poner el énfasis en el hecho de que los evaluadores no pusieron pega alguna a que en los proyectos se incluyera la compra de pisos, aunque los funcionarios alegaron que ese punto no era de su competencia, sino de una evaluadora externa, y que si lo hubieran advertido lo habrían señalado (señalaron a la vista de algunas pruebas que está introducido de manera engañosa) pues es imposible la concesión de una ayuda de ese tipo. 'Subvencionar la compra de inmuebles en la Comunidad Valenciana en un proyecto de abastecimiento de agua en Nicaragua es un disparate', aseguró Clemente. Interrogado como testigo, el responsable de esa empresa evaluadora, Luis Fernando Castel, aseguró que Tina Sanjuán le pidió que realizara un informe de la Fundación Cyes condicionándole para que sus proyectos pudieran ser admitidos
Con todo esto, y aunque el juicio aún se alargará como mínimo hasta el próximo 7 de marzo, la situación se ha complicado gravemente para Rafael Blasco, al que los testigos han situado -sin que las defensas hayan encontrado hasta ahora cómo desacreditar sus testimonios- en medio de una trama en la que, por lo pronto, la sombra del delito de tráfico de influencias parece dibujarse cada vez con mayor claridad.
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