barcelona
Más de ocho décadas después, finalmente ERC vuelve a tener la presidencia de la Generalitat. Pere Aragonés ha necesitado dos debates de investidura y tres votaciones para alcanzar el cargo, que ha conseguido con los votos de los diputados de Junts per Catalunya y la CUP, aparte de los de su propio partido. En total, 74 votos a favor, mientras que los 61 escaños restantes (PSC, Vox, En Comú Podem, Cs y PP) han votado en contra.
En una sesión en el Parlament que podríamos calificar de histórica, si no fuera por el uso abusivo que se ha hecho del adjetivo en la política catalana de los últimos años, el dirigente republicano se ha convertido en president cuando pasaban cinco minutos de la una y media del mediodía. Lo ha hecho bajo la mirada, entre otros, de Oriol Junqueras, el presidente de ERC, que ha salido de la cárcel de Lledoners gracias a un permiso penitenciario para comprobar como su correligionario tomaba el relevo de Lluís Companys, el presidente de la Generalitat cuando en 1939 fue disuelta por el régimen franquista. Un año después la dictadura lo fusiló en Montjuïc.
Precisamente Junqueras ha sido una de las dos personas a las que ha citado explícitamente Aragonés ya como presidente, recordando que hace 17 años que empezaron a trabajar juntos. La otra ha sido Pere Horta, primer concejal de ERC en su municipio, Pineda de Mar (Barcelona), tras el final del franquismo. En un parlamento muy breve, el nuevo president ha manifestado que "es una enorme responsabilidad que siento sobre mis hombros. Este cargo es un gran honor y una gran responsabilidad". Aragonés se ha comprometido a ejercer el cargo con "mano tendida y determinación democrática" y ha añadido que seguirá "valores republicanos":
Mantiene la apuesta por el diálogo
La investidura ha llegado cuando apenas quedaban cinco días para que se agotara la cuenta atrás para la convocatoria automática de unas nuevas elecciones autonómicas, señal de hasta qué punto se han alargado las agónicas negociaciones entre Esquerra y JxCat para formar gobierno. El acuerdo con la CUP, que no se ha llegado a plantear entrar en el Ejecutivo, en cambio se había cerrado hace más de dos meses.
Precisamente, uno de los grandes retos de Aragonés será conseguir que la nueva Generalitat haga la "sacudida" que ha prometido (en lo que supone una enmienda a la actuación del Govern de Torra en el que él mismo ejerció de vicepresidente), fundamentalmente a través de unas políticas de izquierdas pactadas previamente con la CUP que pueden incomodar a JxCat y, al mismo tiempo, avance en la resolución del conflicto político con el Estado, con la certeza de que ni el partido de Puigdemont ni la CUP comparten su estrategia de diálogo con el gobierno español para lograr la amnistía de presos y exiliados y un referéndum acordado.
A pesar de la emergencia sanitaria y social, la cuestión nacional seguirá siendo uno de los elementos que capitalizará la legislatura
Y es que a pesar de la situación de emergencia sanitaria, social y económica que vive Catalunya, la cuestión nacional seguirá siendo uno de los elementos que capitalizará la legislatura, como ha quedado claro en todas las intervenciones del segundo debate de investidura. Aragonés sabe que, de entrada, tiene dos años de margen para que la mesa de diálogo con el gobierno estatal logre algún resultado tangible, el plazo que le han dado los otros dos grupos independentistas.
Junts, sin embargo, ha vuelto a reiterar su "escepticismo" ante la mesa de diálogo, mientras que la CUP, directamente, ha afirmado que este espacio "no llevará la solución al conflicto" y, por tanto, ha insistido en la necesidad de la "confrontación". En todos los casos, sin embargo, desearían la vía escocesa, es decir, un referéndum acordado con el Estado, que el Gobierno de Pedro Sánchez no contempla de ninguna manera. La promesa de Aragonés, verbalizada nuevamente en este debate, es "culminar" el camino hacia la República catalana. En el trasfondo, queda pendiente definir una nueva estrategia independentista conjunto, que JxCat insiste en que debe pasar por el Consell per la República, organismo que controla.
Pendientes de la composición del Govern
El jueves, en su discurso de apertura del segundo debate de investidura, Aragonés aseguró que Catalunya "necesita una sacudida" y propuso "abrir una nueva etapa con cuatro grandes transformaciones inaplazables y que serán las cuatro banderas de la nueva Generalitat republicana": la progresista, la feminista, la verde y la democrática. En las cuestiones sociales y económicas pueden producirse choques importantes con Junts, una formación que no ve con buenos ojos algunas de las medidas acordadas previamente entre Esquerra y la CUP y que pasan por el fortalecimiento del sector público y por la desprivatización de determinados servicios, como la sanidad o la educación.
La CUP ha aprovechado el debate de investidura para recalcar que su apoyo a Aragonés no es un "cheque en blanco"
Los anticapitalistas, por ejemplo, abogan por la creación de una banca, una farmacéutica y una eléctrica públicas, medidas que difícilmente recibirán el aval de Junts, pero sí puede ver con buenos ojos En Comú Podem. La CUP ha aprovechado el debate de investidura para recalcar que su apoyo a Aragonés no es un "cheque en blanco", por lo que el Govern puede quedarse en minoría en el Parlamento si no salen adelante las medidas acordadas hace dos meses entre republicanos y cupaires.
En Comú Podem es muy crítico con la reedición del acuerdo de gobierno entre ERC y JxCat (pese al cambio de color en la presidencia), pero esto no significa que durante la legislatura no pueda llegar a acuerdos en materia social y económica. Más difícil será hacerlo con un PSC, que a nivel económico se abona a una ortodoxia mucho más cercana a lo que plantea Junts que a algunas de las promesas esbozadas por Aragonés. Los socialistas, sin embargo, sí que garantizan un tono de oposición más cordial que el ahora irrelevante Cs ha mantenido las dos últimas legislaturas como primer antagonista del Govern.
El partido de Puigdemont acaparará más del 60% del presupuesto de la Generalitat
Además, Salvador Illa se ha comprometido a avalar al Govern en la lucha contra la Covid y a pactar con él para conseguir la llegada de fondos europeos. Albiach, por su parte, considera en el reparto de áreas del nuevo Govern "ha ganado Junts". A la espera de poner nombre a cada cartera (y con la sorpresa de la renuncia de Elsa Artadi, principal candidata a asumir la vicepresidencia y la consejería de Economía y Finanzas), el partido de Puigdemont acaparará más del 60% del presupuesto de la Generalitat y liderará las consejerías de Salud; Políticas Digitales, Infraestructuras y Agenda Urbana; Acción Exterior y Transparencia; Investigación y Universidades; Justicia; Derechos Sociales; y, obviamente, Economía y Finanzas, que tendrá la última palabra en la gestión de los fondos europeos de reconstrucción. ERC, por su parte, liderará Presidencia; Feminismos e Igualdad; Educación; Interior; Empresa y Trabajo; Acción Climática, Agricultura y Alimentación; y Cultura.
El gran dilema es si tras una legislatura marcada por las desavenencias entre los dos principales grupos independentistas, el acuerdo alcanzado el pasado fin de semana por el mismo Aragonés y el secretario general de JxCat, Jordi Sànchez, garantizará realmente una mayor operatividad de la nueva Generalitat o las desconfianzas entre los dos socios -visibles durante los tres meses de negociación- marcarán el día a día de la presidencia de Aragonès. De hecho, el líder parlamentario de Junts, Albert Batet, ha reconocido que el acuerdo de gobierno no genera demasiadas "expectativas". En cualquier caso, por primera vez desde la recuperación de la democracia, Catalunya tendrá un presidente que no será ni convergent -o postconvergente- ni del PSC. Ni que sea por eso, la de hoy no es una investidura más.
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