BARCELONA
Actualizado:"El vector dominante hoy en la opinión pública catalana es el que conforma la confluencia de soberanismo y progresismo". "La rápida progresión del independentismo es bastante significativa de la magnitud de la transformación social de fondo que se está produciendo". Enric Marín y Joan Manuel Tresserras, profesores del Departamento de Medios de Comunicación y Cultura de la UAB se pronuncian y se explican de este modo en un libro dedicado a la reflexión sobre el pasado, el presente y el futuro de Catalunya, Obertura republicana, presentado en Barcelona la víspera del traslado a Madrid de los nueve dirigentes independentistas, privados de libertad, para ser juzgados por el Tribunal Supremo.
Un libro en el cual hacen hincapié en la excepcionalidad del movimiento soberanista catalán, describen su naturaleza y exponen las bases de un proyecto político republicano.
Un hecho insólito, un punto sin retorno
Empiezan explicando que "el octubre catalán de 2017 marca un antes y un después en la relación entre Catalunya y España". "Un punto sin retorno", aseguran y señalan el referéndum de autodeterminación del 1 de octubre como "un hecho insólito": "fue el acto de desobediencia democrática pacífica más masivo de los que se han producido a Europa desde el fin de la Segunda Guerra Mundial".
"Un movimiento sostenido tan transversal y multitudinario es muy excepcional", insistió Tresserras en una presentación en la cual, obviamente, surgiría la pregunta sobre los errores cometidos en "la administración de esta fuerza" y los motivos por los cuales el soberanismo "no ha conseguido salir bien parado". Así lo planteó la periodista Milagros Pérez Oliva y Enric Marín respondió con una reflexión sobre conflictos que se intentaron resolver rápidamente sin que ello fuera posible. "Confundimos una guerra de movimientos con una de posiciones y estamos en la segunda", y ahora "hay que acumular fuerzas", dijo. No ha habido derrota del soberanismo, sino un empate, de momento, según él. José Maria Aznar creyó que el Estado era bastante fuerte como para acabar con la diferencia catalana. Ahora el mismo Estado, añadió, se limita a no hacer ninguna propuesta y toda su política "se basa en intentar fracturar la sociedad catalana". El proyecto catalán es democrático y necesita ganar fuerza porque el conflicto "solo puede tener una salida democrática", que "no puede ser unilateral", afirmó.
"La ilusión por delante del análisis"
En la misma línea, Tresserras explicó que lo que hacen los soberanistas "es muy difícil" y que por lo tanto, la improvisación resulta "imprescindible". El problema más importante, dijo, es que "el Estado aboca a una parte del independentismo a ser identitario". "El 1 de octubre fue una gran victoria", "fue un paso necesario", según él, pero la sensación de fuerza, dijo, les hizo "menospreciar a otra gente que había alrededor" y no se apuntaba a la movilización.
Tresserras explicó este hecho en los siguientes términos: "No supimos explicar que queríamos contar con la buena gente que teníamos al lado". "el Estado está dispuesto a reprimir a cualquier precio y esta gente [no movilizada en aquel momento] se acaba organizando" "Había un momento en el cual la ilusión pasaba por delante del análisis", dijo sobre el estado de ánimo del independentismo en octubre de 2017 desde la perspectiva que da el paso del tiempo.
"¿Por qué el Estado consiguió convencer a una parte de los catalanes de que su identidad estaba amenazada?", "¿por qué tanta gente votó a Cs [en zonas de población trabajadora] como Nou Barris o la Verneda?", se preguntó Marín. "Cuando sepamos responder a estas preguntas habremos ganado", "Catalunya será charnega o no será. La haremos entre todos", respondió.
"Cuando aspiras a hacer la revolución es fundamental la acumulación de fuerzas", sentenció Tresserras.
Enric Marín i Joan Manuel Tresserras han trabajado juntos desde casi siempre. Proceden de una tradición de izquierdas y les gusta dejarlo claro. Se encuentran vinculados desde hace tiempo al mundo de Esquerra Republicana de Catalunya (ERC) y los dos asumieron responsabilidades de primer nivel en el Govern de la Generalitat, en tiempo del Tripartito, uno como secretari de Comunicació y el otro como conseller de Cultura. Con su Obertura republicana, "escrita a cuatro manos", además de contrarrestar el relato mediático del unionismo, "que presenta a la ciudadanía que participa en las movilizaciones soberanistas como una población 'abducida' y a los líderes catalanes como unos 'golpistas', pretenden, sobre todo, contribuir a "caracterizar el proyecto de la República" catalana, "que no sigue la pauta de los modelos de estado clásicos".
Burguesía catalana, clases populares e independentismo
Catalunya no tiene todavía su propio Estado porque su burguesía no se lo planteó nunca, explicaron. "Ni la burguesía catalana ni los proyectos políticos que patrocinó fueron nunca independentistas. No podían serlo sin traicionar a sus intereses y perjudicar su posición en España", explican en su libro.
El catalanismo se hizo independentista "en el momento en que las clases populares toman protagonismo", explicó Tresserras, que contrapuso el "nacionalismo catalanista" de los políticos identitarios al pensamiento de los que pretenden que "la fiesta de la independencia se haga con los principios republicanos".
"¿Es imaginable una cultura de izquierdas que no sea subsidiaria del pensamiento neoconservador hoy hegemónico?", se preguntan los autores, para responder que "hay un buen número de argumentos para defender la idea de que una cultura renovada de izquierdas es necesaria y posible.
Otro modelo social
"Las piedras angulares del pensamiento progresista son tres", afirman en su libro. "Una concepción evolutiva y participativa de la democracia, una visión social humanista contraria al darwinismo social clasista, y una defensa radical de los principios complementarios de igualdad de derechos y oportunidades", explican en relación al pensamiento de izquierdas.
En base al despliegue de los "principios actualizados" de la Revolución Francesa, libertad, igualdad y fraternidad, defienden un modelo social en el cual el espacio público se organice sobre el principio de laicidad, no se confunda "el crecimiento económico con el progreso social" y se apliquen "unas políticas fuertes y estables" que garanticen "una igualdad de oportunidades real, que es el tronco fundamental de la justicia social".
No entran en la definición de lo que sería "una economía política de la etapa republicana", y por eso, dijo Tresserras, no explican nada sobre la relación existente entre las limitaciones al derecho a la propiedad y la democracia económica. Marcan distancias respeto a "las utopías antisistema", aclaró Marín, pero cuestionan el predominio del mercado, "sin renegar del mercado". "No queremos mercado sin regulación", "apostamos por una modenización ambiciosa de la socialdemocracia", afirmaron uno y otro.
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