El pasado 19 de octubre, el Partido Popular dio entrada a Vox en el Ayuntamiento de València, cuatro meses después de que María José Catalá formase gobierno en solitario y en minoría: los 13 concejales del PP les dejaban a cuatro de la mayoría absoluta, justo los que logró la extrema derecha en la ciudad del Turia el 28M.

Catalá defendió entonces que trabajaría para llegar a acuerdos, pero que no quería socios de gobierno. La presión constante de los de Santiago Abascal forzó a la alcaldesa del PP a abrirles la puerta del consistorio, y la sensación de estar fuera del foco mediático ayudó.

Quince días después, el tres de noviembre, se repetía la misma operación en el Ayuntamiento de Cartagena. El PP, que gobernaba en minoría tras las municipales de mayo, llegó a un acuerdo de gobierno con la extrema derecha y les abrió las puertas del Ejecutivo.

Los concejales de Vox habían tumbado su propuesta de ordenanzas fiscales, y la alcaldesa, Noelia Arroyo, no tenía ninguna garantía de poder sacar adelante los presupuestos de la legislatura si no cedía ante Vox.

El PP se está resistiendo en Lorca —aunque las conversaciones están avanzadas—, Zaragoza, Sevilla o Huesca, pero los de Abascal tienen la intención de presionar hasta conseguir más competencias de gobierno a nivel local, en lo que fuentes populares ya llaman "una segunda fase de los pactos". 

"Nos ha venido bien esta segunda fase, porque les hemos conocido más [por los dirigentes de Vox] y porque no ha generado tanto ruido", dice a este medio un dirigente del PP, directamente implicado en uno de los dos acuerdos mencionados.

En general, los populares sienten que están sabiendo engrasar bien las relaciones con sus socios en cinco comunidades autónomas y más de 100 ayuntamientos, y hacen suya la conocida teoría en el campo del análisis político de que en los gobiernos de coalición "el pez grande se come al chico". Es decir, el partido mayoritario eclipsa al que tiene menos peso en el Ejecutivo.

Además, Feijóo y Abascal exhiben ya cierta complicidad en su oposición al nuevo Gobierno de coalición. Si bien es cierto que el PP trata de distanciarse de la estrategia más reaccionaria de Vox en las calles —alentando, por ejemplo, los intentos de asedio a la sede del PSOE en Ferraz—, y también en las instituciones —la extrema derecha le pide al PP que no califique la ley de amnistía en la Mesa del Senado—, no lo es menos que PP y Vox han asumido que conforman un bloque en la ofensiva contra el Ejecutivo.

Dos mociones de censura que acaban en gobiernos PP-Vox

Y así, como un tándem contra el PSOE, se han comportado ya en dos municipios andaluces con sendas mociones de censura a los socialistas, con las que les han arrebatado las alcaldías.

La primera fue el pasado 24 de octubre, en la localidad de Arenas del Rey, en Granada; y la segunda el 2 de noviembre, en Mijas, Málaga. Con este último acuerdo, la extrema derecha ha entrado por primera vez a gobernar en uno de los grandes municipios andaluces. En el Ayuntamiento granadino es Vox quien ostenta la alcaldía.