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Orwell: "En España no sólo había una Guerra Civil, sino el inicio de una revolución"

El escritor inglés plasmó en 'Homenaje a Catalunya' su experiencia personal en el frente de Aragón y sus opiniones sobre el proceso revolucionario que estaba iniciándose en Catalunya y que fue reprimido, entre otros,

ALEJANDRO TORRÚS

Cuando George Orwell, cuyo nombre real era Eric Blair, llega a Barcelona el 26 de diciembre de 1936, se encuentra con una situación 'abrumadora y sorprendente'. Los trabajadores 'habían requisado casi todos los edificios y los habían tapizado de banderas rojas o con la bandera roja y negra de los anarquistas, habían pintado la hoz y el martillo y las iniciales de partidos revolucionarios en todas las paredes; habían saqueado casi todas las iglesias y quemado las imágenes'. Orwell quedó fascinado.

'Era la primera vez que yo pisaba una ciudad donde estaban al mando los obreros', escribe el autor de '1984' en la obra Homenaje a Cataluña, donde muestra su experiencia personal en el frente de Aragón y sus opiniones sobre el proceso revolucionario que estaba iniciándose en Catalunya y que en su opinión fue reprimido por, entre otros, la Unión Soviética.

Pero lo que más sorprendió al famoso novelista y escritor no eran ya los edificios 'requisados' sino el cambio en las relaciones humanas. 'Los camareros y los dependientes de los comercios te miraban a los ojos y te trataban de igual a igual. Las formas de tratamiento serviles o ceremoniosas habían desaparecido temporalmente. Nadie decía señor, ni don, ni siquiera usted, sino que todos se llamaban camarada, se tuteaban y se decían salud en lugar de buenos días'.

Esta sensación de que la revolución social se estaba implantando fue mantenida por Orwell durante su estancia en el frente de Aragón junto a las milicias del POUM, partido al que se alistó nada más llegar a Barcelona porque 'en aquel momento y en aquel ambiente parecía lo único lógico'. En el frente de batalla no había jerarquías, todo el mundo se tuteaba y todos los soldados, del rango que fueran, cobraban lo mismo. Eso sí, puntualiza, todos obedecían las órdenes, aunque la guerra, como tal, que se encontró en Aragón, entre enero y abril de 1937, no era lo que él esperaba.

'Los ingleses adquirieron la costumbre de decir que aquello no era una guerra, sino una siniestra pantomima. Los fascistas apenas disparaban. El único peligro era el de las balas perdidas, que (...) llegaban de varias direcciones. Todas las víctimas de aquella guerra las causaban las balas perdidas', señala el escritor.

La percepción de que la revolución social se estaba implantando en Catalunya desapareció en la primavera de 1937, sobre todo, tras los sucesos de mayo cuando la Guardia de Asalto de la República tomó el edificio de Telefónica de la ciudad condal, que hasta entonces y desde el inicio de la guerra había estado controlado por los trabajadores, en su mayoría afiliados al sindicato anarquista CNT, y tras el inicio de la feroz represión de los dirigentes del POUM, ilegalizado el 15 de junio, que acabó con el secuestro y posterior asesinato de Andreu Nin a manos de agentes soviéticos.

'Yo no era culpable de nada más que de trotskismo. Que hubiera combatido en la milicia del POUM bastaba para enviarme a la cárcel' 'Los estalinistas estaban en el poder y todo el mundo sabía que los trotskistas corrían peligro (...) No estaban deteniendo a criminales; era meramente el reinado del terror. Yo no era culpable de nada, en concreto, pero sí de trotskismo. El hecho de que hubiera combatido en la milicia del POUM bastaba para enviarme a la cárcel', escribe Orwell, que ha reconocido en varias ocasiones que su experiencia en la Guerra Civil española fue la que le hizo 'abrir los ojos' sobre la realidad de la Unión Soviética de Stalin y su deriva totalitarista.

Su experiencia en el frente de Aragón con la milicia del POUM, primero, y las Brigadas Internacionales, después; y en Barcelona el invierno de 1936/37 y el mes de mayo de 1937 llevaron al autor a señalar que 'lo que había sucedido en España no era sólo una Guerra Civil, sino el inicio de una revolución'.

'Sólo era el comienzo de una revolución, no una revolución completa. Incluso cuando los trabajadores, sin duda en Catalunya y posiblemente en todas partes, tuvieron el poder para hacerlo, no derrocaron ni reemplazaron el Gobierno. Es evidente que no podían hacerlo con Franco a la puerta y con parte de la clase media de su lado. El país atravesaba una etapa de transición que podía derivar hacia el socialismo o hacia una república convencional', escribe el autor.

Bajo su punto de vista, la Guerra Civil española y el conflicto interno que se vivió en el bando republicano fue silenciado por la prensa internacional. 'Otra de las enseñanzas que me llevo de esta guerra es que tanto la prensa de derechas, como la prensa de izquierdas, mienten por igual', llega a escribir. 'La prensa antifascista europea ha tratado de ocultar [el aspecto revolucionario], reduciéndolo todo a una cuestión de fascismo contra democracia y pasando por alto en lo posible el aspecto revolucionario. En Inglaterra, donde la prensa está más centralizada y la opinión pública es más fácil de manipular que en ninguna otra parte, sólo se ha dado publicidad a dos versiones de la guerra de España: la versión de la derecha de unos patriotas cristianos enfrentados a unos bolcheviques con las manos manchadas de sangre, y la de la izquierda de unos caballerosos republicanos aplastando una revuelta militar', explica.

La obra Homenaje a Cataluña de George Orwell tuvo serios problemas para ver la luz debido a la feroz crítica al stalinismo. De hecho, el libro pondrá en aprietas la relación de Orwell con su editorial habitual, que se negó a publicar la obra, y que finalmente salió a la venta con la pequeña editorial Secker & Warburg. 'La 'verdad' que quería contar Orwell en su libro sobre España resultaba excesivamente incómoda para un editor que se sentía, como tantos otros, compañero de viaje del Partido Comunista', escribe Miquel Berga, doctor en Filología Inglesa por la Universidad Autónoma de Barcelona y especializado en escritores ingles y la Guerra Civil española.

No obstante, la publicación de la obra fue un fiasco editorial. Los 1.500 ejemplares de la primera edición aún no se habían agotado a la muerte de Orwell en 1950. La editorial tardó 14 años en recuperar el avance de 150 libros que había pagado al autor. Sin embargo, en 1975, las ventas ya eran millonarias, tal y como recoge Berga.

En España, la publicación del libro de Orwell tuvo que esperar más de treinta años. La primera edición, publicada en 1970 en catalán y en castellano, fue duramente censurada y hasta 2003 no se público el libro tal y como lo escribió el escritor inglés. Alberto Lázaro, profesor de la Universidad de Alcalá, ha hecho un estudio meticuloso de la censura franquista en el libro de Orwell. Lázaro resume en una tabla comparativa lo escrito por Orwell y lo publicado en el régimen franquista.

Así, la obra publicada, vigente hasta 2003, no podía hablar de 'fascistas' sino de 'franquistas o nacionales'; la 'bandera nacional catalana' debía ser 'la bandera catalana'; lo que Orwell llamaba el alzamiento del pueblo español fuese sustituido por 'la izquierda española'; o que cuando el autor decía que valía la pena luchar por el Gobierno 'contra el fascismo más crudo y desarrollado de Franco y Hitler' se le hiciese decir simplemente 'contra el fascismo'. En otros casos, sin embargo, se optó por la eliminación de un párrafo entero, como uno en el que Orwell afirma que Franco 'está vinculado a los latifundistas feudales y defendía la vetusta reacción militar eclesiástica'.

'Prefería ser extranjero en España que en cualquier otro país. ¡Qué fácil es hacer amigos en España! Al cabo de un día o dos, ya había veinte milicianos que me llamaban por mi nombre de pila, me enseñaban toda clase de trucos y me abrumaban con su hospitalidad'.

'A los españoles se les dan bien muchas cosas, pero no combatir. A todos los extranjeros les horroriza su ineficacia y, sobre todo, su desesperante falta de puntualidad. Lo quiera o no, un extranjero siempre acabará aprendiendo la palabra mañana. Siempre que es humanamente posible, los asuntos de hoy se posponen a mañana. Tan evidente es que los propios españoles bromean con ello. En España, desde una batalla a una comida, nunca ocurre a la hora acordada'.

'La supuesta instrucción consistía solo en estúpidos y anticuados ejercicios de desfile: variación derecha, variación izquierda, media vuelta, en columna de tres y todos sinsentidos que habría aprendido a los quince años. Era un modo insensato de entrar a un ejército de guerrilleros. Es evidente que, si solo se dispone de unos días para adiestrar a un soldado, es imprescindible enseñarle lo más necesario: a ponerse a cubierto, a avanzar por terreno despoblado, a montar guardias y construir un parapeto y, sobre todo a utilizar armas. Sin embargo, aquella turba de muchachos entusiastas a quienes iban a enviar al frente al cabo de unos días no aprendía a disparar un fusil o a quitar el seguro de una granada. En aquel momento, no caí en la cuenta de que sencillamente no tenían armas. En la milicia del POUM, la falta de fusiles eran tan desesperante que las tropas recién llegadas al frente tenían que utilizar los de los soldados a quienes habían ido a relevar'.

'Los proyectiles eran viejísimos; no recuerdo quién encontró una espoleta con la fecha impresa y era de 1917. Los cañones fascistas eran del mismo fabricante que los nuestros, y los obuses que no llegaban a estallar se reparaban y se volvían a utilizar contra ellos. Se contaba que había un proyectil, que tenía mote propio, que iba de un lado al otro sin explotar nunca'.

'En cuanto supe lo que ocurría me sentí aliviado. La cosa estaba clara. De un lado estaba la CNT, del otro la Policía. No siento especial simpatía por el 'obrero' idealizado por los comunistas burgueses, pero cuando veo a un obrero de carne y hueso enfrentado a su enemigo natural, el policía, no necesito preguntarme de qué lado estoy'.

'La indiferencia generalizada por la guerra me pareció sorprendente y repulsiva. Horrorizaba a los que llegaban a Barcelona procedentes de Madrid o incluso de Valencia. En parte se debía a lo lejos que estaba del frente. (...) Nadie quería perder la guerra, pero la mayoría quería que acabara cuanto antes. Se notaba en todas partes. Fueras a donde fueses te recibían con la misma observación: '¡Qué guerra tan terrible! ¿Cuándo acabará?' A la gente con conciencia política le preocupaban más las rencillas internas entre los anarquistas y los comunistas que la lucha contra Franco.

Apenas llevaba diez días en el frente cuando me hirieron. Recibir un balazo es una experiencia interesante, y creo que la pena describirla con detalle. (...) Es muy difícil decir lo que sentí, aunque lo recuerda de manera muy vívida. A grandes rasgos, tuve la sensación de encontrarme en el centro de una explosión. Creí oír una detonación muy fuerte, vi una luz muy intensa y sentí una tremenda sacudida, aunque no me dolió: sólo fue una una sacudida muy violenta, como una descarga eléctrica, acompañada de una debilidad terrible, como si me hubieran golpeado y no tenía fuerzas para hacer nada. (...)

'Enseguida supe que me había dado. (...) Justo después se me doblaron las rodillas. Caí y me golpeé la cabeza contra el suelo, pero por suerte no me dolió. (...) Cuando me incorporaron, me salió un chorro de sangre de la boca y oí decir a un español que tenía detrás que la bala me había atravesado limpiamente el cuello. Noté que el alcohol, que en condiciones normales me habría escocido como un demonio, me producía un frescor agradable en la garganta. (...) Di por hecho que estaba listo. Nunca había oído hablar de hombre o animal al que hubieran disparado en el cuello y que hubiese sobrevivido.'

'Debieron pasaron dos minutos en los que pensé que me habían matado. Y eso también fue interesante; me refiero a que es interesante saber en qué piensa uno en una ocasión así. Aunque parezca un tópico en lo primero que pensé fue en mi mujer. Lo siguiente que sentí fue una violenta rabia por tener que dejar este mundo, en el que, a pesar de todo, me encuentro muy bien. Tuve tiempo de sentirlo de forma muy vívida'.

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