SEVILLA.- El comité director del PSOE andaluz, máximo órgano entre congresos, demostró el jueves que Susana Díaz tiene el partido unido y con una posición común que defenderá ante el Comité Federal de este sábado: la federación más numerosa, la que ostenta mayor poder institucional del país (el Gobierno andaluz), defiende con una rotunda unanimidad que el congreso para elegir a la nueva dirección socialista se celebre una vez se haya constituido el gobierno de España.
Primero la gobernabilidad, luego el partido. Había casi 300 asistentes en el comité director (miembros de la Junta de Andalucía, de la ejecutiva regional, alcaldes, presidentes de diputación, parlamentarios, secretarios provinciales…). Todos votaron a favor.
Obviamente no fue espontáneo ni casual. A principios de este mes, nada más regresar de las vacaciones, Díaz convocó a una reunión a los ocho secretarios provinciales del PSOE en Andalucía con idea de sellar una posición común frente a la dirección federal de Pedro Sánchez. La presidenta de la Junta quería tantear a sus líderes en las ocho provincias, a sabiendas de que se avecinaba un pulso definitivo entre Ferraz y las federaciones críticas. No todos los líderes provinciales del PSOE-A son susanistas -hay críticos en Granada, en Málaga y en Almería- pero todos se alinearon entonces con la presidenta, porque ni entendían ni compartían el camino que había emprendido Sánchez tras la segunda derrota electoral “histórica”.
El pulso entre Sánchez y Díaz haría estallar por los aires al PSOE
Esa unanimidad se hizo más sólida, incluso, a principios de esta semana, cuando el líder socialista “inició una escalada” que le llevó a hablar de “bandos” dentro del PSOE, los de “izquierda”, que defendían su postura del no a la investidura de Mariano Rajoy, y los críticos, que abogaban por la abstención. La entrevista de Pedro Sánchez en la Ser es lo que hizo que el PSOE andaluz se cerrase como un puño para reforzar a Díaz, que pocos minutos después de aquella entrevista convocó al comité director.
La presidenta logró el aval de todos, pero a nadie se le dijo (porque entonces nadie podía intuirlo) que el pulso entre Sánchez y Díaz haría saltar por los aires al PSOE. El líder nacional, contestado por las federaciones más poderosas, convocó unas primarias y un congreso exprés con carácter plebiscitario sobre su liderazgo. La líder andaluza, encabezando al resto de críticos, forzó la dimisión de la mitad de la ejecutiva federal para lograr que Sánchez abandonara el cargo. Pero no lo hizo. Y no había plan B.
La operación fallida para desalojar a Pedro Sánchez de Ferraz, organizada y conducida por Susana Díaz, ha mermado la credibilidad de la presidenta andaluza y ha vuelto a agitar al aletargado sector crítico del PSOE-A. La decisión de forzar la dimisión de la mitad de la ejecutiva, sin contar con unos números incontestables, ha dividido incluso a sus más fieles.
Unos le garantizaron que Sánchez dimitiría nada más ver que su directiva se partía en dos. Otros, en cambio, le aconsejaron que no llevara los tanques hasta Ferraz si no tenía suficiente gasolina, y le instaron a librar el pulso en el Comité Federal. Díaz eligió la primera opción, quería evitar por todos los medios que se sometiera a votación el congreso y las primarias previstas por Sanchez. “Yo estaba en contra del secretario general a principios de semana. Lo tenía claro porque creo que ha emprendido una huida irresponsable hacia adelante. Pero esta maniobra de derribo…”, dice un miembro de la ejecutiva regional que prefiere no dar su nombre. “Ahora no nos queda más remedio que estar a piñón con ella, pero no debió dar este paso si no tenía plena seguridad de que le iba a salir bien. Y no le ha salido bien”. Un veterano parlamentario socialista opina: “Ella sabe que ya no puede optar a nada hasta que pase esta tormenta, por lo menos un año. Y mucho menos concurrir a unas primarias, porque la militancia la aplastaría”.
"Díaz ha quedado tocada y ahora no hay plan B", dicen miembros del partido.
El comité federal tuvo 15 intervenciones a puerta cerrada, y algunos expresaron su “preocupación” porque desconocen cómo se va a resolver ahora una situación tan enconada. En ese momento ni siquiera sabían si la dirección andaluza, que no reconoce a la ejecutiva leal a Sanchez, iba a acudir al Comité Federal o si lo abandonará en caso de que se mantenga el orden del día (la convocatoria del congreso). Dentro del comité director apenas hubo voces críticas (los sanchistas más reconocidos ni siquiera acudieron al cónclave), pero bajo anonimato algunos admiten que “Díaz ha quedado tocada”. “Le garantizó a otros barones críticos, como a Ximo (Puig) o a Javier (Fernández), que ésta era la única salida y que saldría bien. Y ahora no hay plan B. Todo es una improvisación, una locura. Pensaba que se iba a rendir y no se ha rendido. ¿Y ahora qué? ¿Acaso Sánchez no nos había demostrado ya de qué pasta estaba hecho? ¿Nadie previó que nos exponíamos a esto?”, dice otro miembro de la ejecutiva regional. Los números no salieron.
Susana Díaz sólo consiguió sumar 17 firmas dimisionarias, frente a 18 leales. Las cuentas no eran incontestables, se arriesgaban a perderse en una enmarañada batalla jurídica con múltiples interpretaciones de los estatutos y los reglamentos internos del partido. “Ahora estamos que si los estatutos dicen lo que dicen, que si Sánchez es un irresponsable porque se ha atrincherado, que si vamos a resolver esto en los juzgados. Nadie se preparó para este escenario”, cuenta un líder provincial.
Y después de la abstención, ¿qué?
La dirección del PSOE-A cree que el relato de Pedro Sánchez es una “falacia”, porque “a día de hoy no existe ese gobierno alternativo del que habla”. Podemos y Ciudadanos se vetan mutuamente, y los nacionalistas catalanes no han abandonado su plan secesionista. “¿En una semana todos los que llevan nueve meses diciendo no van a decir sí de repente?”, se preguntan. Pero la situación política se ha tensado al máximo y el foco de responsabilidad sobre el bloqueo institucional no se ha apartado del PSOE, lo cual ha terminado por plantear serias dudas acerca de la estrategia que mantiene Díaz.
El PP tiene que aprobar los presupuestos del Estado, ¿qué hará el PSOE ante unas cuentas que prorrogan leyes y decisiones que los socialistas llevan cuatro años atacando?
Con 85 diputados no se puede gobernar, vale, el PSOE se abstiene en la investidura de Rajoy por responsabilidad institucional y porque con dos derrotas electorales seguidas no tiene margen para más, vale. ¿Y luego qué? El Gobierno del PP tiene que diseñar y aprobar los Presupuestos Generales para 2018 en menos de tres meses, ¿qué hará el PSOE ante unas cuentas que prorrogan leyes y decisiones que los socialistas llevan cuatro años atacando? ¿Abstenerse para facilitar que se aprueben? ¿Votar en contra junto a Podemos y los independentistas catalanes? En el Parlamento andaluz, Susana Díaz no deja pasar una a la formación morada, a quien acusa de hacer una pinza con el PP cada vez que hay coincidencia de voto entre ellos (a pesar de que son más las veces que socialistas y polemistas votan juntos). Es de suponer que Rajoy haría lo mismo, ya con la presidencia garantizada y con el apoyo de Ciudadanos, acusaría al líder del PSOE de aliarse “con radicales e independentistas” para boicotear la gobernabilidad de España. Y para tumbar la reforma laboral, la Lomce, la llamada ley mordaza… ¿los socialistas no tendrán que votar junto al partido de Pablo Iglesias?
No es la única duda que hace flaquear a la dirección del PSOE-A. Mientras Pedro Sánchez ha acaparado las noticias a diario, repitiendo machaconamente su “no es no” al PP, amartillando el mismo lema una y otra vez en virtud de la izquierda socialista, el gran protagonismo de Podemos en la esfera pública ha quedado reducido al mínimo, esquinado por el discurso del líder del PSOE.
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