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La frase sonó una y mil veces en comidas familiares, barras de bares, sedes políticas y hasta oficinas gubernamentales. “Cuando ETA desaparezca se podrá hablar de todo”, se repetía aquí y allí. Sesenta años después, ese día ha llegado. Ahora, con ese nuevo panorama ya instalado, empiezan a moverse fichas. Las primeras, en casa. PNV y EH Bildu, representantes de las dos grandes familias del nacionalismo vasco, encaran una nueva fase en sus complejas relaciones, ya desprovistas del factor de la violencia. Es, como se decía siempre, el momento de dialogar. Sin tapujos.
Ya se habla, por ejemplo, de autogobierno. En realidad se hablaba desde bastante antes, pero ahora se hace sobre unas bases claras y en un contexto muy claro: la comisión especial del Parlamento Vasco creada para analizar el futuro del Estatuto de Gernika. El PNV acaba de presentar allí una propuesta en cuyo preámbulo define a Euskal Herria como “un pueblo con identidad propia” asentado geográficamente sobre siete territorios “que en la actualidad se encuentran políticamente articulados en dos Estados europeos -el español y el francés- y tres ámbitos institucionales diferenciados”, en referencia a la Comunidad Autónoma Vasca, la Comunidad Foral de Navarra y el territorio gestionado desde hace relativamente poco por la Mancomunidad de Iparralde, bajo administración francesa.
EH Bildu, que tiene su propia propuesta de autogobierno, valoró positivamente el texto presentado por el PNV, que también llama a “reconocer el derecho y la capacidad de los vascos y las vascas para expresar y ejercer su voluntad colectiva de cara a la consecución de fórmulas de convivencia acordadas voluntariamente y de establecer mecanismos que garanticen que los compromisos alcanzados serán respetados”.
No en vano, en los corrillos parlamentarios se hablaba esta semana sobre una “aproximación” entre ambas formaciones nacionalistas que no dejó indiferente a nadie. Ni por el contenido, ni por el momento. Tras las intensas jornadas anteriores, marcadas por el anuncio de la disolución de ETA, ahora es tiempo de empezar a dibujar estrategias y retos a corto y mediano plazo. Y también más allá.
“Desde un punto de vista conceptual, las propuestas para el autogobierno de PNV y EH Bildu son muy similares o perfectamente asimilables a lo que fue la propuesta de estado asociado vasco que planteó Ibarretxe”, afirma poco antes de entrar a clase Mario Zubiaga, profesor de Ciencias Políticas en la Universidad del País Vasco (UPV). En otras palabras, cree que “la confluencia entre EH Bildu y el PNV se ha producido básicamente en torno a los contenidos del Plan Ibarretxe”, en referencia a la iniciativa de reforma estatutaria que promovió el ex lehendakari peneuvista en 2003 y que finalmente fue rechazada por el Congreso en 2005.
Compañeros de viaje
El escenario actual parece más propicio para un sólido acuerdo entre las fuerzas nacionalistas. En cualquier caso, las discrepancias podrían surgir a la hora de establecer junto a quiénes materializar un acuerdo en materia de autogobierno. “La diferencia está en decir si con esto vamos nosotros solos, nosotros solos y los que se apunten o si buscamos indefectiblemente y de forma imprescindible el acuerdo de Podemos y del PSE, teniendo en cuenta que puedes llegar a un acuerdo con Podemos de una forma no muy dificultosa, pero Podemos exige que además esté el PSE, con lo cual el grado de consenso hace que los contenidos puedan variar, y ahí sí puede haber un problema”, vaticinó Zubiaga.
Los dirigentes de la izquierda abertzale, Arnaldo Otegi (detrás) y del PNV, Andoni Ortuzar, en un acto tras el fin de ETA. EFE
El trabajo en la ponencia de autogobierno será largo y no estará exento de dificultades. Sin embargo, la apuesta por la normalización de las relaciones entre las dos marcas políticas del nacionalismo vasco va más allá de esa comisión. En febrero pasado, uno de los dirigentes históricos de la izquierda abertzale, el ex sindicalista Rafa Diez, dijo en una entrevista al diario Gara –la primera que ofrecía tras salir de prisión- que había que apostar por un nuevo Txiberta, en referencia al malogrado acuerdo entre todas las fuerzas nacionalistas vascas –incluyendo a ETA, por entonces dividida en dos facciones- que se buscó allá por 1977 en Iparralde.
“En el mayor momento de debilidad que ha tenido nunca el Estado, que ha tenido que hacer uso de fuerzas como lo que significa el 155... en ese momento de debilidad del Estado es cuando es necesario un Txiberta 2, conectado con la sociedad, un Txiberta 2 que realmente dé músculo a la sociedad, un Txiberta 2 que tenga en cuenta que es necesario plantear un eje nacional con unas políticas sociales que hagan que ese eje nacional, que el movimiento soberanista independentista, tenga capacidades de desarrollo transversal”, afirmó Diez, quien ahora está a cargo del área de Orientación Estratégica en Sortu.
Encuentros y desencuentros
Joseba Azkarraga, ex consejero de Justicia del Gobierno Vasco, estuvo en Txiberta 1. Lo hizo como parte de la delegación del PNV que acudió entonces a aquellas conversaciones. “Tengo que decir que no se llegó a un acuerdo, cuando en realidad teníamos las bases para alcanzarlo, porque ninguna de las dos partes que nos sentamos alrededor de aquella mesa cuadrada en la lavandería del hotel Txiberta íbamos con voluntad de alcanzarlo. Ni ETA, ni quienes en ese momento como yo representábamos al PNV”, señaló a Público en una conversación mantenida hace ya algunos días. “Había una desconfianza enorme, y eso imposibilitó un gran acuerdo. Si aquello hubiera salido bien, nos habríamos ahorrado varias décadas de sufrimiento en este país. Por lo tanto, las responsabilidades, a repartirlas”, remarcó.
“Desde entonces ha habido un largo periodo de encuentros y desencuentros”, subraya Zubiaga. A su criterio, las discrepancias entre las grandes familias del nacionalismo vasco “iban unidas no solo al procedimiento, sino también a los conceptos, a los contenidos y a la reivindicación concreta”. Ahora, en cambio, observa que “el espacio de acuerdo entre ambas familias es mucho mayor. Lo que están pidiendo en este momento es prácticamente idéntico”.
"Reconceptualizar el estado"
Ahí viene la otra parte de la película. En efecto, una cosa es que las dos grandes formaciones nacionalistas se entiendan entre sí, y otra es que el gobierno español acepte –o al menos comprenda- sus peticiones. “Los retos los tiene fundamentalmente el nacionalismo español”, dice Zubiaga, quien se pregunta “hasta qué punto” el Ejecutivo central será capaz de “reconceptualizar el estado para que puedan encajar las naciones sin estado peninsulares de forma pacífica y armónica en un nuevo Estado español que pueda ser plurinacional y con fórmulas de federalismo o confederalismo asimétrico”. “Ese reto es de España, no del nacionalismo vasco ni del nacionalismo catalán”, agregó.
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