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SEVILLA.- En Andalucía las diferencias ideológicas que separan a los partidos políticos -que son muchas- se evaporan cuando aparece un enemigo común recurrente: los tópicos. Los prejuicios. El estereotipo del andaluz subsidiado por las ayudas europeas o por el esfuerzo fiscal del resto de España, singularmente de Madrid y Catalunya. Entonces se unen los polos, y la indignación de la clase política andaluza va desde la izquierda a la derecha.
Ambas se fundieron en un mismo discurso para censurar las palabras de Cristina Cifuentes, presidenta de la Comunidad de Madrid. Cifuentes dijo el jueves durante un pleno en la asamblea madrileña que su “comunidad financia la sanidad y la educación de los andaluces”, áreas que cuentan con 9.300 y 6.100 millones de euros respectivamente en los Presupuestos Autonómicos de 2017.
La clase política andaluza ha reaccionado en bloque elevando el tono de su indignación por “un agravio más contra Andalucía”. Aquí se aparcan las diferencias políticas, porque lo que trasciende es un choque de identidades, una lucha de clases al uso. Por eso PSOE, Podemos, Ciudadanos, IU e incluso el PP andaluz, a su manera, han reprochado el “tufo clasista” de las palabras de Cifuentes.
Y la población andaluza, curada de espanto en estos menesteres, se ha choteado sanamente de sí misma y de la presidenta madrileña, convirtiéndola en diana de múltiples parodias en las redes sociales (un juicio mucho más severo que la declaración institucional de cualquier Parlamento). “Esta mañana desayunando langostinos en el bar de abajo, todos hemos bendecido los alimentos y dado las #GraciasCifuentes”, rezaba uno de los tuit más jocosos.
Según un informe de Hacienda, Andalucía recibe 109 euros por habitante menos que Madrid, y tiene un saldo fiscal por habitante muy inferior al que le correspondería en relación a su nivel de PIB per cápita
El exabrupto de Cifuentes tiene un asidero en el imaginario colectivo, el que se ceba de tópicos y simplificaciones, pero no es real, según un informe del Ministerio de Hacienda sobre el reparto de fondos a las comunidades autónomas. En los seis años de vigencia revisados del actual modelo de financiación autonómica (ejercicios liquidados 2009-2014), la diferencia de promedio anual por habitante ajustado que recibe Madrid y Andalucía es de 109 euros.
Andalucía recibe 109 euros por habitante menos que Madrid, y tiene un saldo fiscal por habitante muy inferior al que le correspondería en relación a su nivel de PIB per cápita, hasta un 30% inferior, según el departamento de Cristóbal Montoro. En las últimas tres décadas la economía andaluza ha multiplicado 2,4 veces su PIB, ha incrementado en casi dos millones de habitantes su población, ha aumentado el PIB por habitante en 10.000 euros (situándose en torno a los 17.000 euros) y ha convergido en más de siete puntos en niveles de bienestar social con el promedio europeo.
El ritmo de crecimiento de Andalucía ha sido cuatro veces superior al de la capital
El ritmo de crecimiento de Andalucía ha sido cuatro veces superior al de la capital, pero su punto de partida en los años del desarrollismo estaba muy por detrás del resto de regiones, lo cual ha dificultado su convergencia con los índices socioeconómicos nacionales. En 1980, cuando se aprueba el Estatuto de Autonomía de Andalucía, la población de analfabetos mayores de 16 años era del 15,4%, mientras el porcentaje de universitarios era apenas del 4,3%. Más de tres décadas después, la población analfabeta ha caído hasta límites insignificantes (en torno al 3,8%), y el número de universitarios roza el 23%.
En este mismo periodo se duplica el stock de capital (público y privado por habitante) y la presencia de la mujer en el mercado laboral pasa del 20 al 52%, según datos de Hacienda. Obviamente, en 36 años todas las comunidades han visto acelerar su crecimiento y Andalucía sigue a la cola en tanto en capital físico como humano y tecnológico. Claro que haber crecido a un ritmo mayor que el resto de regiones no oculta una dura realidad y es que, en la actualidad, Andalucía padece un diferencial crónico de 10 puntos por encima de la media nacional en la tasa de desempleo, cerca de un millón de parados.
Susana Díaz acusó este viernes a su homóloga madrileña de “mentir” con las datos de inversión por habitante
Susana Díaz acusó este viernes a su homóloga madrileña de “mentir” con las datos de inversión por habitante, y se quedó a un paso de introducir el polémico debate de las “empresas que hacen negocio en Andalucía pero tributan en Madrid”, o dicho de otro modo, que los impuestos que generan estos negocios salen de los bolsillos de los andaluces, pero computan en Madrid. Es un clásico de los andalucistas el criticar que “los madrileños sólo reciben un 17% de sus impuestos y los andaluces un 184%”. O quejarse de que las sedes sociales de Movistar, Vodafone Cepsa o Repsol están en Madrid, mientras los andaluces pagan su recibo de teléfono con un 21% del IVA y destinan un 50% de impuestos cuando llenan el tanque de sus coches. “¿Cuántos cientos de millones pagamos los andaluces a lo largo del año en concepto de impuesto por los servicios telefónicos que aparecen tributados en Madrid, cuando los que paganos estamos al sur de Despeñaperros?”, se pregunta el exdiputado andalucista, José Calvo Poyato.
"Pitas, pitas, pitas"
La afirmación de la presidenta madrileña entronca con una larga tradición de desagravios que salpica a los andaluces en el fuego cruzado entre la derecha conservadora del norte industrializado y la izquierda del sur agrícola. Son dirigentes de las comunidades más ricas, las que tienen un PIB y una renta per capita más alta y las más industrializadas -léase otra vez Madrid, Catalunya y País Vasco- quienes han explotado hasta la saciedad el tópico del andaluz subsidiado.
Una semana antes de las críticas de Cifuentes, la consejera catalana de Bienestar Social (ERC), Dolors Bassa, acusó en sede parlamentaria al Gobierno andaluz de “mirar para otro lado” tras denunciar que los menores inmigrantes que esnifan pegamento en Barcelona “vienen de Andalucía”. Otra semana antes de eso, el diputado nacional de ERC, Gabriel Rufián, espetó al PSOE durante el debate de investidura en el Congreso: “¿No les da vergüenza doblegarse a los designios de una cacique que gobierna la comunidad autónoma con una de las tasas de paro y fracaso escolar más altas?”.
Antes hubo más terremotos: el flamante presidente de Ciudadanos, Albert Rivera, anunció el año pasado en Málaga, durante un acto electoral: “Vamos a enseñar a pescar en Andalucía o a dejar que la gente tenga su caña de pescar, no a repartir pescado”. La exministra de Sanidad, Ana Mato, dijo que “los niños andaluces son prácticamente analfabetos, incluso estudian en el suelo de los colegios públicos, porque ni tan siquiera tienen mesas y sillas para sentarse” (lo dijo tras ver una foto en un periódico con alumnos en el suelo del aula, que en realidad estaban escuchando a un cuentacuentos).
Otra presidenta madrileña, Esperanza Aguirre, criticó la rebaja de las peonadas para el campo andaluz aprobada por el Gobierno de Zapatero, al que acusó de “usar el dinero de todos los contribuyentes para dar pitas, pitas, pitas”. Probablemente la expresión con más desprecio que han recibido los jornaleros andaluces, eterna crítica de la derecha más arcaica que allá por los años noventa ya hablaba del “voto cautivo” del PSOE andaluz en los pueblos más pequeños. Aquella crítica duró años y dio nefastos resultados políticos al PP andaluz, tanto que tres décadas después apenas han logrado penetrar en las zonas rurales.
Los subsidios agrícolas y el PER
Los subsidios agrícolas y el antiguo Plan de Empleo Rural (PER) son un clásico de los exabruptos que suelen llegar desde Catalunya
Los subsidios agrícolas y el antiguo Plan de Empleo Rural (PER) son un clásico de los exabruptos que suelen llegar desde Catalunya. El exdiputado de CiU Josep Antonio Duran i Lleida dijo en 2011, en plana campaña electoral: “Mientras los payeses catalanes no pueden recoger la fruta por los bajos precios, en otros sitios de España, con lo que damos nosotros de aportación al Estado, reciben un PER para pasar una mañana o toda la jornada en el bar del pueblo”.
Sin embargo, en 2015 Andalucía recibió 147,7 millones de euros del PER, equivalente al 0,59% del gasto total que el Estado destinó a prestaciones por desempleo ese año. Desde las filas del independentismo catalán, Joan Puigcercós (ERC) defendió en 2010 la autodeterminación de Cataluña con este argumento: “Tenemos a la Agencia Tributaria instalada en casa, mientras que Madrid es una fiesta y en Andalucía no paga impuestos ni Dios”. Ese mismo año, el entonces president de la Generalitat, Artur Mas, defendió en el Parlament la inmersión lingüística catalana advirtiendo de que “los niños en Sevilla o Málaga hablan castellano, pero a veces no se les entiende”.
Este cruce de agravios tiene un capítulo aparte en las complejas relaciones entre Catalunya y Andalucía, dos regiones hermanadas por más de un millón de emigrantes andaluces que se instalaron en el norte y que ahora se sienten catalanes. El independentismo ha sido un campo de cultivo para mensajes populistas y demagógicos de todo tipo, de ahí que las mismas críticas que Susana Díaz lanza ahora contra Cristina Cifuentes -“dividir y enfrentar a los territorios”, tuvo que escucharas ella misma de boca de sus compañeros del Partido Socialista Catalán (PSC) en la campaña de las pasadas generales.
La presidenta andaluza denunció los “privilegios” de Catalunya durante un mitin en Málaga: “Que tengan claro que los votos de los andaluces no les van a servir para pagar un peaje a las mareas ni los privilegios de Ada Colau o los desvaríos independentistas con los que (Pablo Iglesias) está comprometido”. La entonces candidata del PSC en las generales y hoy defenestrada diputada en las Cortes, Meritxell Batet, afeó a la andaluza lo mismo que hoy ésta le reprocha a Cifuentes: “Enfrentar territorios es peligroso”, dijo. Y añadió: “En España los territorios no pagan impuestos, los pagamos los ciudadanos”.
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