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MADRID.- Las calles de Madrid huelen a revuelta y a miseria. Son los comienzos tumultuosos de los años 30 de un siglo que le queda mucha guerra por vivir. Pero todavía no. Todavía son tiempos de cambio aunque huelan a hambre atrasada y a ropa vieja. Por esas calles mugrientas camina una joven Luisa Carnés*, escritora autodidacta y periodista autónoma pero también camarera, sombrerera y trabajadora del textil.
Ella va a retratar como nadie lo que son las condiciones de la mujer trabajadora en ese Madrid de la II República. Porque sabe lo que es pasar hambre y lo que es trabajar desde los once años. Su mirada es aguda y su pluma afilada. Escribe cuentos y novelas periodísticas y la crítica literaria de la época ya la reconoce como una de las revelaciones literarias del momento. “Esta mujer humilde, que gana su vida como una obrera y que da a su juventud firmeza melancólica, posee el don indiscutible del novelista”, publicaba el Heraldo de Madrid en 1929. “Es la revelación de fortísimo temperamento de artista”, escribía La Gaceta literaria dos años antes.
Carnés pertenecía por derecho pero sin saberlo a la Generación del 27, esa que tan bien ha tratado la historia a sus hombres y que tan olvidadas ha dejado a sus mujeres. Decía Dostoyevski que la pobreza y la miseria forman al artista, la desigualdad además, te hace ver la realidad con unas lupas hechas con culos de botella rota.
A pesar de ser “la figura literaria más interesante de la juventud femenina española” fue arrollada por una Guerra Civil que la engulló y la sepultó bajo los escombros del olvido
“Aquí, las únicas que podrían emanciparse por la cultura son las hijas de los grandes propietarios, de los banqueros, de los mercaderes enriquecidos; precisamente a aquellas que no les preocupa la emancipación, porque nunca conocieron los zapatos torcidos ni el hambre, que engendra rebeldes”, escribía en su novela periodística Tea Rooms. Mujeres obreras. La misma novela que acaba de ser reeditada y que la ha traído hasta nuestra actualidad 80 años después de que la escribiera. Porque a pesar de ser “la figura literaria más interesante de la juventud femenina española”, como publicaba el diario La Libertad en 1930, lo cierto es que Luisa Carnés fue arrollada por una Guerra Civil devastadora que la engulló y la sepultó bajo los escombros del olvido durante más de medio siglo.
Hasta que un profesor de historia dio con ella por azar a comienzos de los años 90. “Buscaba textos de apoyo para mis clases sobre la vida cotidiana y la situación de la población en la II República. Ese fue el primer paso, encontré a una autora prácticamente desconocida porque en esos años no se había editado nada de ella en España. Solamente quedaba, si es que quedaba, lo que se había publicado en los años 30”, recuerda Antonio Plaza, historiador y el auténtico revitalizador de la obra de Carnés.
Ese fue el punto de partida de una cadena de casualidades, aunque la siguiente no tuvo lugar hasta 15 años más tarde, cuando la editorial Hoja de Lata se la encontró de nuevo por azar. “Coincidimos en Barcelona con David Becerra autor del ensayo La guerra civil como moda literaria (Clave intelectual, 2016) que nos habló de una novela sensacional de una autora española absolutamente olvidada. La novela era Tea Rooms y la autora, Luisa Carnés”, explica a Público el editor Daniel Álvarez. “Es una novela rompedora en lo formal y de una vigencia preocupante en la temática, con unas reivindicaciones para las mujeres trabajadoras que en muchos casos no se han resuelto en estos ochenta años que han pasado desde que la novela fuera publicada”.
Matilde es la joven protagonista que entra a trabajar en un refinado salón de té cerca de Sol. A través de su mirada, trasunto de la autora, vemos las miserias de un grupo de mujeres trabajadoras en una ciudad que hierve con una crisis que nos es muy familiar y lo hace, además, de una forma muy cinematográfica. “Su estilo literario es muy fresco, retrata la realidad de una forma muy visual donde hay escenas que parecen de película”, afirma Antonio Plaza. Los temas son crudos: explotación laboral, abortos clandestinos, maternidades obligadas, sumisiones múltiples, pero entre tanta ignominia, un atisbo de esperanza puesta en la mujer nueva: “Las mujeres se preparan para luchar contra la guerra, para luchar por su emancipación. Antes no había más que dos caminos abiertos: el del matrimonio y el de la prostitución, pero ahora ante la mujer se abre un nuevo camino”, escribía en Tea Rooms.
El feminismo de Luisa Carnés se refleja abiertamente en un artículo suyo del 33 dedicado al voto de la mujer, seis o sietes meses antes de que Clara Campoamor consiguiera el voto femenino en el Congreso. “Es muy posible que Carnés y Campoamor se conocieran en un Madrid con un círculo que seguramente no era muy amplio de mujeres intelectuales que escribían, que se pronunciaban y que eran activistas. Las dos venían de familias de pocos medios: Clara Campoamor era hija de una portera de origen humilde al igual que Luisa, que trabajó desde pequeña en un taller de sombreros”, nos cuenta el historiador.
La paradoja del destino quiso que ella confeccionara los sombreros de aquellas mujeres que luego se les denominó las 'Sinsombrero', sus coetáneas, artistas y creadoras de la Generación del 27 olvidadas por la historia también, pero recientemente recuperadas. “Falta Luisa en ese grupo de las Sinsombrero, porque ella, además, es doblemente sin sombrero”, nos dice por teléfono Juan Ramón Puyol Carnés, nieto de la escritora. “Ese grupo de mujeres eran personas de élite intelectual con acceso a libros y cultura, una procedencia muy distinta a la de mi abuela, pero que compartían con ella inquietudes, pensamientos, actividad, dedicación y logros”.
Volver a la vida
Para la familia de la autora, la reedición de Tea Rooms por parte de Hoja de Lata, ha tenido el don de volver a la vida a Carnés para el gran público. “Ha sido un proceso psicológico muy fuerte, sobre todo para mi padre”, explica Puyol. “Él guardó en una caja todas la cartas de mi abuela, sus fotos, sus manuscritos, sus papeles...”. Una caja que se mantuvo cerrada y que contenía toda una vida en el exilio y su experiencia de la guerra. Durante la contienda escribió en periódicos de corte comunista y con el final de la Guerra Civil huyó a Francia primero y luego a México, donde vivió en el exilio hasta su prematura muerte. Siempre con la pena de no poder volver a España: “Hemos engendrado hijos para una patria ajena”, escribía. Así de simple, así de tremendo.
Como una Irène Némirovsky española y proletaria, Carnés poseía un agudo sentido de la observación que la dotaban de una perspectiva histórica inaudita y afilada
El historiador Antonio Plaza fue el primero en ayudar a abrir esa caja de los recuerdos: “Se había mantenido intacta durante años con todas las novelas inéditas de su madre”, nos cuenta. Luisa Carnés nunca pudo volver a España. Un 8 de marzo de 1964, el Día de la Mujer, tuvieron un accidente con el coche en el que Luisa perdió la vida. Tenía 59 años.
“Fue muy duro para mi padre abrir los recuerdos durante tantos años silenciados”. Como una Irène Némirovsky española y proletaria, Carnés poseía un agudo sentido de la observación que la dotaban de una perspectiva histórica inaudita y afilada. En esa caja reposaba lo profundo, lo abismal, lo desgarrado y lo violento de su estilo. La sensibilidad exquisita de quien sabe transmitir porque parte de la experiencia vivida.
Ahora, gracias a la reedición de Tea Rooms. Mujeres obreras, Luisa Carnés vuelve a caminar por las calles de su Madrid, pero esta vez en los comienzos de otro siglo.
Las otras vidas literarias de Luisa Carnés
Peregrinos de Calvario (1927). Su primer libro de cuentos por el que salta a la fama en la literatura de la época.
Natacha (1930). Recoge la vida de una chica que trabaja en un taller textil. Es su alter ego, Natalia Valle, del que toma el nombre para escribir después como seudónimo tanto en España en el 36 como en México hasta el 51.
De Barcelona a Bretaña (1939). Testimonio sobre los hechos acaecidos durante los últimos meses de la Guerra Civil en Cataluña, su huida hacia la frontera, junto a otros miles de refugiados, y su estancia en un centro de internamiento en Francia.
El eslabón perdido (1957). La primera novela editada en España después de su muerte en exilio.
*Luisa Carnés dejó escritos otros tantos libros inéditos e inacabados por su prematura muerte, más un montón de artículos escritos antes y durante la Guerra Civil para distintas publicaciones. Su historiador y su familia siguen luchando porque se reedite el resto de su obra
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