“Mi opinión es de ex y los ex somos lúcidos a matar”, se arrancó Joan Coscubiela en el teatro La Imperdible, en la sede de CCOO de Andalucía. Coscubiela anda de gira por España con su libro Empantanados (editorial Península) y compareció ayer en Sevilla para explicar su visión del conflicto catalán que es, dijo, una crisis del Estado español. Coscubiela hizo todo un elogio de la moderación y la equidistancia, frente a la polarización y los bandos. “Me niego a estar en ninguno de los dos”, dijo; defendió la ley como el único arma que tiene el débil frente al fuerte, “la peor ley, la ley que menos se cumple es mejor que ninguna ley, porque protege siempre a los débiles”, y dibujó un panorama de tensión en Catalunya, “una fase de aguas putrefactas”, de la que va a costar mucho salir.
Para empezar, a Coscubiela le preguntó la periodista Lucrecia Hevia, moderadora del encuentro, si el presidente Mariano Rajoy estaba legitimado para reconducir la crisis después de la sentencia del caso Gürtel. “Rajoy no está capacitado, legitimación aparte, porque esta le viene de los votos, para resolver la crisis. Está atrapado por su propia estrategia. Y la Gürtel lo debilita”, analizó.
El nombre de Coscubiela, bien conocido en la política catalana, porque fue secretario general de CCOO en Catalunya desde 1995 hasta 2008, y después diputado, primero por ICV y luego por Catalunya Sí que es Pot, se hizo viral y comenzó a circular por todo el país tras su intervención en el Parlament el 7 de septiembre de 2017, como portavoz del grupo de Catalunya Sí que es Pot. Después de ese discurso, en el que denunciaba la vulneración, por parte del independentismo, de la legalidad y de los derechos de la minoría parlamentaria para aprobar el marco legal, luego anulado por el Tribunal Constitucional, que permitiera el referéndum de independencia del 1 de octubre, Coscubiela se erigió en un referente y en una figura respetada y de cierta talla moral en numerosos lugares de España. Las palabras “estoy dispuesto a partirme la cara para que ustedes puedan ejercer su derecho a votar sobre la independencia de Catalunya, pero no si lo hacen pisando los derechos del resto de ciudadanos” pueden servir de resumen de aquella intervención. Diputados de Ciudadanos, PSC y PP se levantaron para aplaudirle. Sin embargo, no todos los diputados de su propio grupo parlamentario lo hicieron. Y tampoco los de los partidos independentistas.
En un Estado de Derecho "democracia y legalidad van juntas"
“Política es pedagogía. Hoy es política todo y no hay pedagogía. Y a los que tratamos de hacerla nos meten en el club de inadaptados sociales”, bromeó Coscubiela. Luego, se puso a explicar que el menosprecio a la legalidad, que ha comprado incluso “cierta izquierda en España” no es posible, porque en un Estado de Derecho “democracia y legalidad van juntas”. “Las leyes son las leyes. Incluso la peor y la menos aplicada siempre es mejor que la no ley, porque entonces se impone siempre el mas fuerte. La ley protege siempre a los débiles”, remachó. “Por eso nos decidimos a hacer la intervención del día 7. La democracia presupone la existencia de un código e incluso puedes reconocer la insumisión de los ciudadanos, pero de los ciudadanos, no de los poderes públicos. Eso es un desastre. Se confunde la insumisión de los ciudadanos con la de los poderes públicos en Catalunya. En democracia cualquier poder tiene contrapoderes que la limitan”.
En el debate, en el que participaron también la anfitriona, Nuria López, secretaria general de CCOO en Andalucía, y los líderes sindicales Javier Pacheco, secretario general de CCOO en Catalunya y Alfonso Vidán, secretario general de CCOO en Sevilla, y al que asistió el coordinador de IU en Andalucía, Antonio Maíllo, Coscubiela rompió esta lanza por la equidistancia y la moderación: “Me niego a formar parte de uno de los dos bloques (el independentista y el españolista). En estos momentos hay más gente equidistante de la que parece, pero algunos de ellos no lo saben. Esa equidistancia no está articulada políticamente. Alguna gente que no estamos en la política institucional, estamos viendo cómo configurar ese espacio de transversalidad. Hay que montar algo para que la sociedad se mueva”, dijo. Y agregó: “La moderación es un poco más complicada, porque los que la defendemos frente a la radicalización, cuando pasan cosas como que algún energúmeno en la Policía decida hacerle quitar a la gente las camisetas amarillas (antes de un partido de fútbol), entonces ¿cómo defiendes la moderación? Cuando el conflicto es izquierda-derecha, los bloques tienden a buscar el centro, porque creen que allí recaudan votos. Pero cuando el conflicto es identitario, pasa lo contrario. Los votos se van a buscar hacia los extremos y eso es lo que esta pasando ahora. Esta polarización está destrozando las organizaciones transversales. Todo está siendo puesto en crisis. Se están viendo afectados los sindicatos, las asociaciones vecinales, las AMPAS. A mí me lo enseñaron los sindicatos bosnios del metal, lo único que existía transversal allí era el sindicato del metal. Obviamente, la situación no es la misma, no se mata la gente, pero la situación de tensión es brutal”.
En estos momentos hay más gente equidistante de la que parece, pero algunos de ellos no lo saben. Esa equidistancia no está articulada políticamente
El exdiputado analizó después: “Puigdemont va a caer en un gran movimiento ultranacionalista, muy derechista, con él como eje, que quiere engullir todo lo que existía. Esto es lo que está en juego. Y enfrente hay una pugna brutal entre PP y Ciudadanos con el horizonte del año electoral, 2019. Y dejo aquí solo una cosa apuntada. A veces pensamos que lo que nos pasa a nosotros solo nos pasa a nosotros. Pero el conflicto catalán es una crisis del estado español, y una manifestación de la crisis global de la política causada por la globalización, que convierte la política en un instrumento que no es útil, y por eso la gente va a buscar soluciones religiosas, teológicas”.
¿Dónde están las banderas blancas, las manos blancas que surgieron como respuesta pacífica al conflicto?, le preguntó Hevia a Coscubiela. “No conozco ningún conflicto en que se plantee un choque de identidades en que las banderas blancas se abran paso. Cuando el conflicto identitario es tan potente cuesta mucho salirse. Hay escenarios mediáticos contrapuestos. Unos beben que España es una sociedad irreformable y los otros beben que Catalunya es una sociedad de ciudadanos abducidos y controlados por independentistas diábólicos. Hay demasiada gente colonizada mentalmente por esos imaginarios. Se habla de la responsabilidad de los partidos que la tenemos, pero la responsabilidad de los medios y de la ciudadanía está ahí. Cada vez que en Catalunya ha habido dirigentes de alguno de los dos ámbitos que lo intentaba, lo sepultaban. Y no estoy haciendo un planteamiento partidista, cuando Miquel Iceta plantea la idea de que tiene que resolverse el tema de la cárcel, porque con gente en la cárcel no se resuelve este conflicto, lo machacaron vivo. Hay demasiada gente a la que le interesa mantener la crispación, por diferentes razones”.
Parece que existe una búsqueda del enemigo perfecto en esta crisis de Estado. ¿Tiene fecha de caducidad? Esa fue la siguiente pregunta para Coscubiela. El exdiputado dejó claro que sí, que no hay soluciones mágicas y sí propuestas que se pueden poner encima de la mesa, y abundó en lo que antes solo había esbozado: desarrolló la idea de que lo que pasa en Catalunya y en España no es una anomalía, sino que es un reflejo de lo que sucede en el mundo. “La globalización económica, sin reglas, sin contrapesos, sin derechos, con un poder económico brutal que impone las estrategias de regularización laboral por la vía de la armonización competitiva, está poniendo en dificultades a todas la organizaciones que hemos querido civilizar el capitalismo: al sindicalismo, a los partidos. Articular el conflicto izquierda-derecha es hoy muy difícil porque los mercados se llevan el gato al agua. Y ese vacío del conflicto social lo llena el conflicto identitario, que es la expresión local de la crisis global. La pérdida de expectativas, el temor al futuro, la perplejidad que causa esta situación, esto en España siempre se ha canalizado a través del conflicto territorial, que es la parte débil de nuestra construcción social. La influencia de Anzar y el debate del estatuto y a toda esa hojarasca, cuando llega, la crisis le pone la chispa”.
Y, en fin, Coscubiela dejó mensajes para los dos bloques en liza: “Por tanto, el conflicto identitario va a durar, en la medida en que el Estado español no ha sido capaz de generar una identidad inclusiva. Y tenemos que ver cómo somos capaces de ubicarnos en el ámbito del siglo XXI, porque montar estructuras de Estado del siglo XIX en el siglo XXI es una ucronía que solo puede acabar como ha acabado. Con una hostia espectacular”.
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