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Elecciones autonómicas y municipales 2023

La izquierda busca mantener su poder territorial ante la ofensiva de una derecha que quiere iniciar un cambio de ciclo

El PSOE forma parte del gobierno en 10 de las 12 comunidades autónomas que tienen cita con las urnas este domingo. 

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, escucha al líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, el pasado martes en el Senado.
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, escucha al líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, en el Senado. Imagen de archivo. Carlos Luján / Europa Press

Tras meses intensos de encuestas, sondeos y predicciones, este domingo es el día. Más de 35 millones de personas tienen derecho a voto en las elecciones municipales de este 28 de mayo. Más de 18 lo podrán hacer en las elecciones autonómicas en 12 comunidades autónomas. La derecha ha planteado estos comicios como una suerte de plebiscito y de anticipo a las elecciones generales de diciembre. Por su parte, la izquierda busca mantener su poder territorial

El mapa electoral en estos momentos a nivel autonómico es claro. El PSOE gobierna en un total de nueve comunidades autónomas de las 12 que tienen cita con las urnas este domingo. Son País Valencià, Illes Balears, Aragón, Extremadura, Castilla-La Mancha, Navarra, Asturias, La Rioja y Canarias. Lo hace en coalición con UP u otras fuerzas en la mayoría de ellos, a excepción de Extremadura, Castilla-La Mancha y Asturias. Además, en Cantabria son el socio minoritario de Gobierno y ostentan la vicepresidencia. 

De lo que se juega el 28M, el PP solo gobierna en la Comunidad de Madrid y la Región de Murcia. A nivel municipal, el asunto está más repartido. Los socialistas ganaron en concejales y votos las pasadas elecciones de 2019. El último barómetro del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) le siguen otorgando la primera plaza, pero la distancia con el PP se estrecha. El papel que puedan tener sus potenciales socios, UP y Vox, será decisivo para decantar la balanza entre bloques. 

Entre las principales ciudades, los ayuntamientos están más repartidos. De los 10 municipios con mayor población del Estado, el PSOE gobierna en Murcia, Las Palmas, Palma de Mallorca y Sevilla y es socio de coalición, pero minoritario, en Barcelona y València. Madrid, Zaragoza y Málaga son del PP, y Bilbao, del PNV.

Sánchez y los logros de su Gobierno

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, se ha volcado en esta campaña. También todos los ministros del PSOE, incluso los que tienen un perfil más independiente y técnico, como Nadia Calviño o José Luis Escrivá. Porque uno de los ejes principales de la campaña de los socialistas ha sido precisamente vender los logros del Ejecutivo de coalición progresista. Y trasladarlos a cada territorio, más allá de las particularidades propias de cada uno de ellos. 

Sánchez ha exprimido, además, los anuncios en plena campaña. "No hago anuncios, son hechos", ha destacado el presidente en alguna ocasión frente a las críticas que le han llegado de la derecha. Tampoco en Unidas Podemos han visto esta estrategia con buenos ojos. La ley de vivienda ha sido uno de los temas estrella en los actos del presidente. A ella le siguieron un carrusel de anuncios relacionados y los socialistas quieren dar una batalla ideológica fuerte con este asunto. 

En Ferraz confían en mantener "la mayoría" de territorios autonómicos. Reconocen que hay algunas comunidades muy ajustadas pero reiteran que "la ola azul" que pronosticaba el PP no se va a dar en absoluto. A nivel municipal, el foco principal es no perder Sevilla y poder liderar Barcelona o València. La primera ha sido la elegida (en lugar de un Madrid complicado para la izquierda) para el cierre de campaña con Jaume Collboni respaldado por Sánchez. 

La campaña del PSOE se ha visto empañada especialmente con dos asuntos. Primero, las listas electorales de EH Bildu, que incluían a una serie de exintegrantes de ETA, siete de ellos con delitos de sangre que acabaron renunciando. En la dirección socialista, en todo caso, aseguran que este tema, según sus datos, no ha movido voto en su electorado potencial. Por otro lado, los casos de presunta compra de votos por correo que se han sucedido en los últimos días. Aquí, los socialistas han contraatacado con denuncias al PP en un puñado de municipios. 

La primera gran prueba de Feijóo 

El PP ha usado los escándalos —salvo Melilla y Mojácar, donde el PSOE ya ha suspendido de afiliación a los implicados, el resto son denuncias aisladas en municipios muy pequeños— para señalar directamente al presidente del Gobierno. Es, en realidad, la estrategia que han seguido durante las últimas dos semanas: intentar "nacionalizar" la campaña. Convertir las elecciones municipales y autonómicas en una primera vuelta de las generales, creen los estrategas de Génova, beneficia al PP. Se verá en pocas horas. 

Lo cierto es que Alberto Núñez Feijóo, en contra del plan inicial, se ha implicado de lleno en la campaña y ha pisado todos los territorios, aumentando su presencia en plazas clave como el País Valencià o Aragón. A nadie se le escapa que el 28M es la primera prueba de fuego de Feijóo como presidente del PP y que de los resultados que consiga la marca este domingo dependerá no solo su puesto de salida para las generales, sino la fortaleza de su liderazgo a nivel interno. 

Las sensaciones en Génova con la campaña son entre buenas y muy buenas, aseguran fuentes de la dirección nacional. Creen que les "ha ido bien" y afirman que a lo largo de estas dos semanas han subido en los trackings internos. Los trackings son las encuestas continuas que realizan los partidos para seguir la evolución de la opinión pública. "Va a haber sorpresas", dice uno de los gurús de estrategia de Feijóo. 

Sobre el elefante en la habitación del PP, los pactos con Vox, silencio hasta que se cierren las urnas. Incómodos con la realidad de que sus posibilidades de gobernar en territorios como País Valencià, Aragón o Castilla-La Mancha pasa por sumar los votos de la extrema derecha, el PP ha intentado poner la pelota en el tejado del PSOE durante toda la campaña. 

La respuesta del PP a la pregunta sobre si pactarán o no con Vox siempre es la misma: "Si lo hacemos será porque el PSOE no no nos deja otra opción, que acepten dejar gobernar a la lista más votada". La noche del 28 al 29 de mayo, completado el escrutinio, habrá que hacer dos lecturas: quién gana y quién gobierna. 

La batalla territorial frente a la reconfiguración de la izquierda

La lectura de estas elecciones para los partidos de la denominada izquierda transformadora también se ha hecho desde varias ópticas. Podemos e Izquierda Unida comparten con el PSOE un objetivo y están en la misma trinchera que los socialistas a la hora de dar la disputa contra la derecha y la ultraderecha por el poder territorial. También son conscientes de que un mal resultado para las fuerzas progresistas el 28M podría suponer la primera piedra de un cambio de ciclo (o el cambio de sentido común que anticipa un cambio de ciclo) de consecuencias muy negativas para las próximas generales.

En este sentido, gobiernan con los de Pedro Sánchez en cinco territorios (País Valencià, Aragón, Balears, Canarias y Navarra), y en La Rioja Podemos tuvo una consejería en el Ejecutivo autonómico hasta mediados de 2022. A nivel municipal, son clave para la gobernabilidad de varios ayuntamientos y lideran ciudades como Barcelona, Cádiz o Zamora

Su batalla autonómica en la mayoría de los casos se centra en lograr la representación suficiente para garantizar su presencia en los gobiernos, en primer lugar; reforzarla con más peso para influir más en las decisiones y políticas de los ejecutivos, en segundo lugar; y entrar en los gobiernos de los que no forman parte en la actualidad (en aquellos casos en los que se anticipa un debilitamiento del PSOE en sus plazas más fuertes, como Extremadura, donde hace cuatro años tenían garantizadas mayorías muy reforzadas).

Pero más allá de la disputa por el poder territorial entre la izquierda y la derecha, en el espacio conocido como Unidas Podemos hay una lectura que tiene que ver con la reconfiguración del espacio. La negociación entre Sumar y Podemos para una candidatura de unidad de cara a las generales ha provocado que algunas voces vean los resultados del 28M como un plebiscito o prueba que permita calcular la fuerza de cada actor (sobre todo la de los de Ione Belarra, que aspiran a seguir siendo la principal organización de la izquierda transformadora).

Sin embargo, esta segunda perspectiva ha ido perdiendo fuelle en detrimento de la batalla territorial contra el PP y Vox a medida que avanzaba la campaña y que la derecha amenazaba gobiernos progresistas como el del País Valencià. En todo caso, la campaña de Podemos-IU ha estado definida por dos circunstancias. La primera es que ambas formaciones han logrado más pactos de coalición que nunca en los territorios (en 10 de las 12 comunidades que ponen urnas el próximo domingo), en un momento, además, de tensión entre ambos actores tras la irrupción de Sumar.

La segunda es la máxima, hecha eslogan de campaña, de que solo con un Podemos-IU gobernando y fuerte se pueden hacer transformaciones de calado, una afirmación hecha en base al esfuerzo que ha costado impulsar medidas progresistas en el Gobierno de coalición estatal (tope al gas, reforma laboral, ley de vivienda...) con un PSOE que se ha mostrado reticente a todas ellas en los primeros momentos. Yolanda Díaz, Ione Belarra, Irene Montero, Alberto Garzón o Enrique Santiago se han volcado en los territorios y han tenido actos durante prácticamente los 15 días de la campaña.

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