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Actualizado:A Pedro Sánchez le gusta jugar a la ruleta rusa en política. En su trayectoria como líder del PSOE y presidente del Gobierno en más de una ocasión ha puesto una bala en el tambor del revólver, ha girado el cilindro y ha apretado el gatillo. Y no ha ganado siempre. Se podría decir que ha muerto (políticamente) en más de una ocasión o, más bien, le han dado por muerto. Pero Sánchez no ha perdido la afición al macabro juego.
Ahora, su último giro de cilindro lo ha hecho con la aprobación de los indultos a los condenados por el procés. Tiene en contra a buena parte del partido y de la sociedad, y no cuenta con ninguna garantía de que tras este paso pueda alcanzar una salida al llamado conflicto con Catalunya. Le ha dado igual hasta desdecirse de posiciones anteriores en las que negaba que fuese a tomar esta decisión e, incluso, donde proponía penalizar los referéndums. Pero Sánchez cree que ahora tiene que intentarlo y, como suele decir, está convencido de que es lo mejor para Catalunya y para España. Y el PSOE contiene la respiración.
No es la primera vez en la que Sánchez cambia de posición o toma decisiones arriesgadas por un convencimiento personal y un determinismo que va más allá de la habitual lógica política. Y la hemeroteca está llena de ejemplos.
Un desconocido se presenta a las primarias... y las gana
Su primer salto al vacío fue en 2014. Tras la dimisión de Alfredo Pérez Rubalcaba como secretario general del PSOE al perder las elecciones europeas, se abrió un proceso de primarias incierto en el partido donde no se vislumbraba un liderazgo claro. Eduardo Madina, que otras veces se había resistido a tener más protagonismo en el partido, decidió esta vez dar el paso y presentarse para tomar las riendas del PSOE. En un principio, partía como favorito. Pero, entonces, de forma inesperada anunció su candidatura un tal Pedro Sánchez, que, por aquel entonces, era un auténtico desconocido en el partido. Y dándose una de las tantas carambolas que se han producido en la vida política del dirigente socialista madrileño consiguió ganar con el 48% de los votos, tras aglutinar todo el apoyo del PSOE andaluz en manos de Susana Díaz (las vueltas que da la política). Había nacido un inesperado líder.
En busca del pacto imposible UP-Cs e investidura fallida
El segundo atrevimiento de Sánchez vino en 2016. En las elecciones de diciembre de 2015, ya con Pedro Sánchez como candidato a la Presidencia del Gobierno, el PSOE cosechó su peor resultado de la historia de la democracia. Sin embargo, esos comicios marcaron el fin del bipartidismo y dejaron un Parlamento absolutamente fraccionado. Sánchez primero rechazó abstenerse y permitir el Gobierno de Mariano Rajoy y, ante esta posición, el entonces presidente del PP decidió no presentarse a la investidura.
Para sorpresa de muchos, fue Sánchez quien con sus 89 diputados decidió que se presentaría él mismo para intentar ser presidente del Gobierno. De nuevo Sánchez hizo el anuncio sin tener nada atado y buscando un complicado acuerdo con Ciudadanos y Podemos que le llevara a La Moncloa. El líder del partido morado, Pablo Iglesias, se desmarcó pronto, pero Sánchez sí consiguió un pacto con el partido de Albert Rivera que, además, ratificó las bases del PSOE. No fue suficiente. El 4 de marzo de 2016 Sánchez salió derrotado de su investidura logrando solo 130 votos a favor y 219 en contra. La osadía de Sánchez había fracasado.
Ganar las primarias con todas las fuerzas del PSOE en contra
Tras ser expulsado por su partido en un dramático Comité Federal celebrado el 1 de octubre de 2016, todo el mundo daba la carrera política de Sánchez por acabada. Se decidió convocar primarias con un nombre claro para ganarlas de calle: la presidenta andaluza Susana Díaz. Todas las fuerzas vivas del PSOE apoyaban a Díaz. Los ex secretarios generales Felipe González, José Luis Rodríguez Zapatero y Alfredo Pérez Rubalcaba, entre ellas. La federación andaluza, la más importante del partido, estaba en su mano. También otras poderosas federaciones como Extremadura, Comunidad Valenciana o Castilla-La Mancha también le daban su apoyo.
Patxi López, entonces, decidió dar el paso para presentar una candidatura alternativa, entre otros motivos porque Sánchez le había dicho a él y a otras personas que lo apoyaban entonces que no volvería a participar en las primarias.
Pero cuando estaban todas las cartas sobre la mesa y el escenario claro, Sánchez vuelve a sorprender y decide arriesgar de nuevo, cuando parecía que todo lo tenía en su contra. Cogió dos banderas para su candidatura: "no es no" al Gobierno de Rajoy y dar todo el protagonismo a la militancia. Rompiendo de nuevo los pronósticos, el 22 de mayo de 2017, Sánchez arrolla a Susana Díaz ganando en todas las comunidades menos en Andalucía y Euskadi, y vuelve a coger las riendas del partido.
Una moción de censura sin hablar con nadie
Sin embargo, lo que cambió su trayectoria política fue la postura que mantuvo en 2018. La XII Legislatura transcurría plácida para el PP, que, sin tener mayoría absoluta, transitaba con comodidad con el apoyo de Ciudadanos, que le llevó a aprobar los Presupuestos en el 2018. Sin embargo, la sentencia del caso Gürtel dio un giro inesperado a los acontecimientos. Nada más conocerse el fallo, Sánchez reunió a los principales dirigentes de la Ejecutiva en Ferraz para ver cómo reaccionar. Y ese mismo día, sin hablar con el resto de fuerzas políticas y sin saber cuántos apoyos podía tener, Sánchez decidió presentar una moción de censura con sus 84 diputados que se registró al día siguiente en el Congreso.
Era volver a colocar la bala y girar el cilindro, ya que más de uno aventuraba que fracasaría y que en el mismo PSOE le pasarían factura por este nuevo fracaso. Pero a Sánchez le salió una nueva carambola perfecta. Contra todo pronóstico, el PNV se sumó a los grupos que querían echar a Mariano Rajoy de La Moncloa, y de volver a estar en cuestión su liderazgo y su futuro político, se convirtió en presidente del Gobierno el 1 de junio de 2018.
Segunda investidura fallida
Tras no aprobar los Presupuestos, Sánchez se vio obligado a convocar elecciones en 2019. Los vientos habían cambiado y el PSOE partía como favorito. Y se cumplieron las expectativas. Los socialistas lograron 123 diputados y podrían buscar pactos a su derecha e izquierda. Ciudadanos cerró la puerta rápido, y a Sánchez sólo le quedaba Unidas Podemos.
De nuevo, sin el acuerdo cerrado con la formación morada, decidió presentarse a la investidura. Sánchez estaba convencido de que Unidas Podemos finalmente no podría permitirse el lujo de votar en contra de un presidente de izquierdas. Pero esta vez le salió mal la apuesta. Pablo Iglesias aguantó el envite y votó en contra. Sánchez solo logró 124 votos a favor y 156 en contra. Pasaría a la historia por ser el primer dirigente político que fracasaba en dos investiduras.
El riesgo de repetir elecciones
Tras el fiasco, la duda estaba en si Sánchez volvería a intentar una nueva investidura en septiembre intentando cerrar un acuerdo con el partido de Pablo Iglesias, una tesis que abonó el propio fundador de Unidas Podemos Juan Carlos Monedero, quien el mismo día de la derrota de Sánchez se paseó por el patio del Congreso aventurando que en septiembre se lograría el acuerdo. También una parte del PSOE abogaba por reanudar la negociación ante el peligro de que unos nuevos comicios dieran una mayoría absoluta a PP, Ciudadanos y Vox. Y, de nuevo, Sánchez decidió jugársela. Llegó septiembre y convocó elecciones generales para el 10 de noviembre con todos los riesgos que podía conllevar una nueva cita con las urnas.
Formar Gobierno de coalición con Unidas Podemos
Las elecciones de noviembre no cambiaron demasiado el panorama parlamentario, pero sí conducían a Sánchez a una sola salida: formar Gobierno de coalición con Unidas Podemos al que se había negado sólo unos meses antes, y asumir a Pablo Iglesias como vicepresidente.
En menos de 24 horas, tras el resultado electoral, decidió dar el paso, para sorpresa de propios y extraños, que semanas antes le habían oído decir que los españoles no podrían dormir con la formación morada en el Ejecutivo. Algunos barones del PSOE no apoyaban la decisión y, sobre todo, que Iglesias fuera vicepresidente del Gobierno. Pero Sánchez no tuvo duda, recibió el respaldo de la militancia socialista en una consulta y se salió de nuevo con la suya.
La decisión de esta semana sobre los indultos a los condenados por el procés es el último triple mortal al que se ha lanzado Sánchez. Dicen que es sin duda el más arriesgado, para él y para su partido. Pero, una vez más, el líder socialista ha tomado la decisión sin mirar si había red debajo.
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