A CORUÑA
Actualizado:El 7 de abril de 1978 Carmen Polo, marquesa de Villaverde y duquesa de Franco, fue retenida varias horas por la policía en el aeropuerto de Barajas cuando estaba a punto de tomar un vuelo a Lausana. La única hija de Francisco Franco llevaba en el bolso dos kilos de oro y diamantes en monedas, broches y joyas. Habían pasado apenas dos años y medio desde la muerte de su padre, y sólo dos meses desde el misterioso incendio que se declaró en el Pazo de Meirás y que, según la familia, destruyó buena parte de las obras de arte y valiosas antigüedades que allí se conservaban.
Ese mismo año, en 1978, poco después de que a Carmencita la pillaran en Barajas con rumbo a Suiza y le requisaran el botín que pretendía sacar de España, el County Museum de Los Angeles vendió a un comprador desconocido una versión de La marquesa de Santa Cruz, el cuadro de Francisco de Goya que Franco escogió para regalar a Hitler en la entrevista de Hendaya. La obra retrata a la marquesa tumbada sobre un canapé con una lira que lleva grabada una esvástica, y aunque cuando Goya pintó ese cuadro en 1805 la cruz gamada era un símbolo mitológico y faltaban muchos años para que los nazis lo convirtieran en anagrama del terror fascista en Europa, a Franco debió de gustarle la coincidencia.
El cuadro viajó a Hendaya, pero nunca llegó a manos de Hitler. Y la Comisión pola Recuperación da Memoria Histórica (CRMH) de A Coruña cree que puede estar entre las decenas de obras con las que el dictador decoró sus residencias, y que los Franco pudieron sacar de España tras aquel misterioso incendio en Meirás.
El 78 fue un año de casualidades relacionadas con los Franco y con el Pazo que el dictador ocupó en 1938
Lo cierto es que el 78 fue un año de casualidades relacionadas con los Franco y con el Pazo que el dictador ocupó en 1938, simulando un regalo ciudadano que se ejecutó robando tierras a unas doscientas familias del municipio coruñés de Sada, descontando dinero de las nóminas de funcionarios y exigiendo donaciones mediante amenazas y violentas coacciones a ciudadanos de toda la provincia.
“Toda la documentación sobre aquel siniestro está clasificada”, relata el investigador Carlos Babío. Es sadense y nieto de expoliados, y recuerda que en los días previos al incendio de Meirás, el pueblo contempló un inusual trasiego de camiones de carga, muchos de ellos militares. “Decían que era para trasladar madera de una tala, pero todos iban tapados con lonas y salían y entraban del pazo escoltados por soldados y guardias civiles”, narra.
Los Franco llegaron a hablar de un atentado terrorista, pero, oficialmente, el incendio se declaró por un cortocircuito en el sistema eléctrico. Aunque a Babío tampoco le encaja esa versión: “La instalación eléctrica había sido renovada hacía tres años, y los testimonios de los testigos afirman que el fuego tuvo tres focos simultáneos. ¿Tres cortocircuitos en tres lugares distintos? No parece muy probable”, explica.
El historiador reconoce que no se puede dar por hecho que el original de La marquesa de Santa Cruz estuviese en Meirás en el momento del incendio, porque, insiste, toda la documentación sobre esa época está clasificada. Pero de nuevo aparece el cúmulo de casualidades que alimentan su teoría de que podía formar parte del tesoro artístico que el dictador acumuló durante casi cuarenta años.
Goya pintó el cuadro en 1805, y hay quien asegura que también es autor de una obra similar que el County Museum of Art vendió, casualmente, en 1978. En ella la que la marquesa aparece con la lira y la esvástica, pero con una composición diferente y sin el rizado mechón de pelo que cae sobre su hombro. Las dos pinturas tienen números correlativos -496 y 497- en el último catálogo de la obra de Goya, el elaborado en 1970 por José Gudiol. Pero algunos expertos creen que se trata de una copia. O mejor dicho, de una versión, porque las diferencias entre ambas son demasiado evidentes como para pensar que alguien pretendía hacer pasar la imitación por el original.
Años después, se conoció el nombre del anónimo comprador de esa segunda versión de La marquesa: el dictador filipino Ferdinand Marcos y su mujer Imelda, con quien la esposa de Franco mantenía una excelente relación de amistad, y en cuya colección privada apareció el lienzo. Más casualidades.
"Lo que importa es que esa familia expolió durante años bienes ajenos y se benefició de actos ilegales"
En cuanto a la primera versión, sólo se expuso una vez en España, en 1928 en una antología que el Museo del Prado dedicó a Goya. Tras la entrevista de Hendaya, la historia cuenta que el cuadro fue adquirido por el banquero bilbaíno Félix Fernández Valdés. Pero no existe constancia de quién se lo vendió. Algunos testimonios afirman que lo compró a través de una galería londinense, y otras que la pintura pudo verse durante años en el palacio de El Pardo, la residencia de Franco en Madrid. Otras fuentes afirman que fue el propio Museo del Prado, que por entonces dirigía el pintor ferrolano Fernando Álvarez de Sotomayor, quien simuló aquella venta.
Sotomayor había sido director de El Prado desde 1922 hasta la llegada de la República, recuperó el cargo con la dictadura, fue designado alcalde de A Coruña en 1938, es decir el mismo año en que Franco se hizo con Meirás, y, además de compartir ciudad natal con él, mantenía una estrecha relación con el tirano, quien lo tenía por uno de sus pintores favoritos. Sus retratos del dictador y su familia aún cuelgan en algunas estancias del Pazo de Meirás. ¿Otra casualidad?
El rastro de la primera versión de La marquesa de Santa Cruz se pierde hasta principios de los años ochenta, cuando ya se sospecha que ha salido de España y cuando otros dos museos, el Paul Getty de Los Angeles y el Museo de Boston, advierten al Gobierno de que les han ofrecido el cuadro. El rastreo de las autoridades españoles da con él: su propietario es entonces un aristócrata y coleccionista británico, Lord Winborne, quien asegura haberlo adquirido en Suiza al comerciante español Pedro Antonio Saorín Bosch a través del marchante inglés Michael Simpson.
Cree que el incendio del Pazo en 1978 fue provocado y permitió a los Franco sacar valiosos originales de España y venderlos en el extranjero
¿Se lo compró Saorín a los herederos del banquero Félix Valdés tras su fallecimiento? ¿O a los de Franco tras el incendio de Meirás? ¿Quién tenía realmente el cuadro? Preguntas sin respuesta. Pero la obra está a mediados de los ochenta en la sede londinense de Christie’s, que planea subastarla. España logra que un juzgado británico declare la ilegalidad de la salida de la obra del país, y Winborne acepta vendérselo a El Prado por 880 millones de pesetas.
Carlos Babío insiste en que no se puede afirmar que ninguna de las versiones de La marquesa de Santa Cruz estuviera en Meirás. Pero sí cree que el incendio del Pazo en 1978 fue provocado y que muchas de las obras que ardieron podrían ser copias, lo que habría permitido a los Franco sacar los valiosos originales de España y venderlos en el extranjero. “¿Que ese cuadro estaba allí? Puede ser. O no. Pero eso es lo de menos. Lo que importa es que esa familia expolió durante años bienes ajenos y se benefició de actos ilegales”, apunta.
A finales del 2008, la Fundación Nacional Francisco Franco (FNFF), que ahora se ha hecho con la gestión de las visitas al Pazo, declarado Bien de Interés Cultural, advirtiendo de que las usará para mostrar al gran público la “grandeza” del dictador, publicó en su boletín informativo un artículo en el que se refería al incendio con declaraciones de la hija de Franco: “En 1978 un incendio destruyó parte del edificio, aunque dejó intactas la fachada y la biblioteca. Carmen Franco aprovechó para reconstruir el Pazo y modernizar sus instalaciones, unas obras muy caras pagadas íntegramente por ella, sin ayudas ni subvenciones, al igual de como antes había rechazado ofrecimientos de la Xunta de Galicia a los Pazos históricos (...) Sobre las especulaciones que hablan de tesoros artísticos en el Pazo de Meirás, [Carmen Franco] ha dicho: «Sólo tienen valor un cuadro de Madrazo, y los retratos de mis padres y el mío pintados por Sotomayor, que son nuestros»”.
Para Babío y para la Comisión pola Recuperación da Memoria Histórica (CRMH) de A Coruña , sin embargo, no son especulaciones. Son demasiadas coincidencias, que, a su juicio cobran veracidad teniendo en cuenta el falsario relato que los Franco llevan años difundiendo para defender su propiedad del Pazo, argumentando que les fue donado libremente como regalo costeado por miles de coruñeses y por centenares de familias de Sada que perdieron sus casas, sus tierras, sus bienes y su forma de vida.
Por eso exigen que el Estado acabe de una vez con todo esto, que ilegalice la Fundación Franco, que recupere el Pazo para el patrimonio público sin pagar ni un euro a los herederos del tirano y que impida que se siga violentando la memoria de las víctimas de cuatro decenios de fascismo: “Una entidad así no puede estar a cargo de nada que tenga que ver con un Bien de Interés Cultural, y mucho menos gozar de una plataforma como el Pazo de Meirás para difundir el negacionismo que, lamentablemente, ninguna ley española ha podido castigar en estos cuarenta años desde la muerte del dictador”.
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