BUENOS AIRES
Actualizado:Hay imágenes que pasan a la posteridad por ser una síntesis, con mayor o menor justicia, de un momento o de un período en particular. Si hubo una durante la cumbre de líderes del G20 que acogió Argentina fue la de un Mauricio Macri emocionado hasta las lágrimas tras el espectáculo con el que fueron agasajados este viernes los presidentes extranjeros en el emblemático Teatro Colón.
Quizás fue porque estaba en éxtasis rodeado de los mandatarios más poderosos del mundo, porque el primer día de deliberaciones de la cumbre había transcurrido con aparente naturalidad, o porque las desafiantes movilizaciones contra el G20 en esta ocasión habían pasado sin desmanes ni desgracias que lamentar. El caso es que los artistas de la representación contestaron a la ovación del público con el grito de “Argentina, Argentina”, y de repente apareció su mandatario conmovido, aclamado, halagado por el momento de gloria, y consciente de que ese instante tan vibrante, tan perfecto, no se repetiría jamás.
Estas horas deben de ser pletóricas para Macri. Hace no tantas semanas reconocía que los últimos cinco meses habían sido de los peores de su vida, consternado porque su política de “inserción al mundo” había sido acorralada por las turbulencias económicas que ponían en tela de juicio su gestión a solo un año de las elecciones presidenciales.
Pero ahora el presidente, que en total mantuvo 17 entrevistas bilaterales en apenas cuatro días, se ha visto respaldado por los jefes de Estado que llegaron hasta Buenos Aires para participar en la primera cumbre del G20 que se celebra en Sudamérica, incluida una cansada Angela Merkel que aterrizó con un día de retraso tras una avería en el avión que la obligó a trasladarse a Madrid para abordar un vuelo de línea.
Concisión en las ambigüedades
Para alivio de los allí reunidos, finalmente emergió este sábado una declaración final de la cumbre más ligera de texto y con las mismas generalidades a favor del libre comercio que la de cónclave de 2017 en Hamburgo. Había sobrevolado el temor de que el encuentro terminase con un portazo de EEUU de mano de su presidente, Donald Trump, El Foro de Cooperación Económica de Asia Pacífico celebrado hace sólo dos semanas en Papúa, Nueva Guinea, no había podido consensuar un declaración final por primera vez desde su creación hace varias décadas, y ni siquiera el G-7 (Alemania, Canadá, Estados Unidos, Francia, Italia, Japón y Reino Unido) pudo sumar a EEUU en su documento de cierre tras su asamblea el pasado mes de junio.
Pero en esta oportunidad, el clima teatralmente armónico de las reuniones de alto nivel se tradujo en un texto de 31 puntos que urgió a reformar la Organización Mundial de Comercio (OMC), asumiendo el fracaso de la última conferencia ministerial celebrada precisamente en Buenos Aires en diciembre del año pasado.
El escrito observó además el rechazo de EEUU al Acuerdo de París de 2015 que establece medidas para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, como ya ocurrió en la declaración final que los líderes del G20 consensuaron en Hamburgo.
Por sugerencia del Gobierno de España, único país no miembro del G20 que tiene estatus de invitado permanente, el documento también añadió un párrafo que observó “la importancia de las acciones compartidas para abordar las causas del desplazamiento y para responder a las crecientes necesidades humanitarias". Así se reconocía la existencia de los refugiados y se "enfatizaba la importancia de compartir acciones" para ayudarlos en un acuerdo igual de vago, y por lo tanto, estéril, que el formulado en la cumbre del G20 en 2017, año en que 68 millones de personas tuvieron que huir de sus territorios.
Después de que el encuentro languideciera con el presidente francés Emmanuel Macron interpelado sobre las revueltas en París, el libreto de la cumbre tuvo su epílogo, lo más esperado para muchos: una cena entre Trump y el presidente chino, Xi Jinping, para dirimir cara a cara el enfrentamiento comercial que llevó a que sus países impusieran provocadores aranceles a sus respectivas importaciones. La Casa Blanca ya avisó de que no emitiría de momento un comunicado al respecto por deferencia al fallecido expresidente George H.W Bush, poniéndole un poco de suspenso a esta trama en la que incluso el príncipe saudí Mohamed bin Salman se ha sentido cómodo.
Después de que el presidente francés Emmanuel Macron fuera interpelado sobre las revueltas de la víspera en París, el libreto de la cumbre terminó con un epílogo soñado: una cena entre Trump y el presidente chino, Xi Jinping, durante la que acordaron evitar a partir de 2019 nuevos aranceles de los que ya establecieron a sus respectivas importaciones.
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