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BILBAO.- Agur a los coches con altavoces pasando por debajo de su casa a la hora de la siesta. Agur a los actos matutinos, vespertinos y nocturnos. Agur a las visitas cotidianas de Mariano Rajoy, Albert Rivera, Pedro Sánchez… Agur, al menos de momento, a todo lo que conlleva una campaña electoral. Tras 15 días de promesas, críticas y acusaciones cruzadas, Euskadi se mete en un caluroso sábado de reflexión, antesala de un lluvioso domingo de elecciones. Alea jacta est. La suerte ya está echada.
Todo empezó otro día de calor. El 29 de julio de este mismo año, el lehendakari Iñigo Urkullu convocaba a los medios para confirmar lo que ya todos sospechaban: las elecciones autonómicas no esperarían hasta octubre. Con la intención de “no mezclarse” con la creciente “inestabilidad política” en el Estado, el jefe del Gobierno Vasco optó por adelantar las votaciones para el 25 de septiembre. Creía que así evitaría que las urnas de Euskadi se viesen rodeadas del incierto panorama político español, sobre todo si las cosas se encaminaban –como parece que se encaminan- hacia unas terceras elecciones generales.
En ese contexto, Urkullu tenía el objetivo de demostrar que los vascos “votan diferente” cuando lo hacen en unas autonómicas o en unas generales. Al lehendakari y su partido, el PNV, les preocupaba lo que había ocurrido en las dos anteriores convocatorias electorales –primero el 20 de diciembre de 2015 y luego el 26 de junio de este año-, con un Podemos que arrasaba entre la ciudadanía vasca y se convertía en la principal fuerza política. Aquellos resultados encendieron las alarmas rojas en Sabin Etxea, cuartel general de los nacionalistas. Dentro de ese edificio –levantado sobre el solar donde vivió la familia de Sabino Arana Goiri, fundador de este partido-, la música de elecciones vascas anticipadas –o mejor dicho, lo más alejadas posible de otra cita electoral a nivel estatal- sonaba bien. Muy bien.
Hoy el PNV está primero en todas las encuestas. Con una campaña que cuadriplica en recursos a la de Elkarrekin (Juntos) Podemos –la formación nacionalista dispuso de 1,2 millones de euros, mientras que la coalición de izquierdas gastó alrededor de 300 mil- y 250 actos en sus espaldas, los jeltzales lograron que los sondeos volviesen a ponerles en el lugar donde habitualmente aparecen ante cada cita electoral. No en vano, sus siglas son las más antiguas y fuertes –desde diversos puntos de vista- de Euskadi.
"No os fiéis"
A pesar de partir como favorito, Urkullu se ha esmerado en advertir que no hay que dejarse seducir por los encantos de la demoscopia. Su temor: una desmovilización de su electorado menos fiel. Después de tanto escuchar que el lehendakari seguirá siendo lehendakari, muchos podrían dar por hecho que, vayan o no vayan a votar, al PNV no le ganará ni el Barcelona de Messi. “No os fijéis ni os fiéis de las encuestas. Euskadi se juega mucho. No podemos poner en riesgo lo que tenemos. Cada voto cuenta. Cada voto servirá para tener un gobierno estable, fuerte y abierto”, decía el lehendakari esta misma semana en uno de sus actos. Llámale humildad. Llámale astucia. Llámale 121 años de historia y un buen número de elecciones ganadas.
Además de lanzar mensajes a favor de la mesura, el lehendakari también ha dedicado buena parte de su campaña a reivindicar los logros de su Gobierno –lo que le mereció críticas de Elkarrekin Podemos, que no dudó en criticar el supuesto “oasis” del PNV frente a la “Euskadi precarizada”- y, al mismo tiempo, prometer que el mejor Urkullu aún está por llegar. Para ello, ofreció varios millones de euros para la industria, el empleo, la vivienda… y advirtió de que si no gobierna él, todo se irá por la borda.
Junto a estos mensajes proféticos, el lehendakari también se vio obligado a repetir en reiteradas ocasiones que no habrá nada de este mundo que le haga moverse del “no” a Mariano Rajoy en una hipotética sesión de investidura. De hecho, las conjeturas sobre un posible cambio de postura del PNV tras las elecciones de este domingo han dominado buena parte de la campaña, principalmente en Madrid. El look moderado de Urkullu –quien esta semana dijo en varias entrevistas que no tiene intención de copiar el modelo unilateral catalán- genera una inocultable confianza en el PSOE, e incluso en el PP. De hecho, ambos partidos sueñan con los cinco votos peneuvistas en el Congreso, insuficientes para una investidura pero necesarios para cualquier paso hacia una solución, ya sea a favor de Rajoy o de Pedro Sánchez.
Ahí viene, precisamente, el otro capítulo de esta historia: durante las últimas dos semanas, los políticos estatales han viajado a Euskadi con una frecuencia nunca antes vista. El récord lo tiene el líder de Ciudadanos, Albert Rivera, con ocho actos en territorio vasco. De esta manera, el jefe naranja ha intentado dar un empujón a su prácticamente desconocido candidato a lehendakari, Nicolás de Miguel. En realidad, fue un empujón bastante particular: en buena parte de los carteles utilizados por Ciudadanos durante la campaña vasca aparecía el rostro joven de Rivera en lugar de la canosa barba de Miguel.
El ranking de políticos españoles más vistos en Euskadi sigue con Sánchez, quien ocupa el segundo puesto con cuatro visitas. A diferencia del responsable de Ciudadanos, el secretario general del PSOE no vino para dar a conocer a su ya conocida candidata a lehendakari (Idoia Mendia fue consejera de Justicia en el Gobierno Vasco de Patxi López) sino para tratar de conquistar a quienes abandonaron el PSE para irse con Juntos Podemos.
A ligar a Conil
Hacia ellos –y sólo para ellos- ha estado dirigido el último vídeo de campaña de los socialistas. La pieza audiovisual fue lanzada este viernes por la mañana, cuando ya casi no quedaba tiempo para las respuestas ni los debates. Tirando de tópicos, el PSE plantea preguntas del estilo “¿cuánto tiempo tardaste en darte cuenta de que para ligar en Euskadi había que irse hasta Conil” o que "las croquetas congeladas nunca serían como las de tu madre” para, acto seguido, lanzar la interrogante que más les importa: “¿Cuánto tardarás en darte cuenta de que Podemos en Euskadi es más de lo mismo?”. Para ayudar con la respuesta, incluyen imágenes de Pablo Iglesias en un acto en Barakaldo, a las que suman –sin una justificación lógica- otras de Arnaldo Otegi. Para terminar, imagen congelada y voz en off de Pilar Zabala, candidata de Elkarrekin Podemos. “Nosotros apostamos por el derecho a decidir, tanto en Euskadi como en el resto del Estado”, afirma.
Los destinatarios de estos dardos también han contado con sus líderes estatales durante la campaña. Pablo Iglesias estuvo este mismo viernes en la presentación del documental Política, manual de instrucciones en el Festival de Cine de Donostia. Casi dos semanas antes había dado un mitin en Barakaldo, zona obrera que hasta hace poco era controlada por el PSE y que ahora tiene ayuntamiento del PNV. Asimismo, Pilar Zabala también recibió el apoyo del número dos de la formación morada, Iñigo Errejón –quien participó en tres actos-; de la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau –principal oradora del mitin del pasado domingo en Donostia-; y del portavoz de En Comú Podem, Xavier Domènech –que participó en tres actividades de campaña-.
Sin embargo, todas estas cifras se quedan pequeñas si se suman los nombres de ministros, europarlamentarios y responsables políticos del PP que han pasado por Euskadi para apuntalar a su candidato, Alfonso Alonso. En total, seis ministros en funciones tomaron parte en distintos mítines, mientras que el propio Rajoy se desplazó hasta el País Vasco en tres ocasiones. La última, este viernes al mediodía. El escenario, esta vez, fue Vitoria, una ciudad que los conservadores gobernaron en varias legislaturas. Fuese donde fuese, el presidente en funciones aprovechó cada oportunidad para hablar de lo que ocurre con su fallida investidura en Madrid. De hecho, el público que lo aplaudía no siempre estaba interesado por la realidad de Euskadi: en el acto del sábado 17 en Bilbao, por ejemplo, hubo autobuses procedentes de otras comunidades limítrofes. El teatro, eso sí, estaba lleno.
En cualquier caso, todo indica que el PP podría experimentar una nueva caída electoral en territorio vasco. Su disputa –como quedó demostrado en la campaña de los conservadores- es con Ciudadanos, partido que intentará ocupar el escaño por Araba que dejará UPyD en el Parlamento Vasco. Allí estará la batalla de la derecha “constitucionalista”, como le gusta decir a Rivera.
Coincidencias
Además de los actos de figuras estatales, la campaña –al menos en su comienzo- estuvo marcada por el veto del Tribunal Constitucional a la candidatura de Arnaldo Otegi. El líder abertzale no consiguió esquivar las trabas legales para presentarse como aspirante a lehendakari por EH Bildu, aunque eso no impidió que ofreciese actos por todo el territorio. No es para menos: la coalición independentista se está jugando la hegemonía de la izquierda vasca, un espacio en el que la aparición de Podemos provocó que se movieran muchos esquemas.
En su último acto de campaña, Otegi volvió a dirigirse a Elkarrekin Podemos, pero también al PNV. A ambas formaciones les planteó buscar “acuerdos de país” para “garantizar empleo y pensiones dignas”, hacer frente a los recortes o “unos servicios públicos y una política social al máximo nivel”. Más allá del alcance de esas declaraciones, hoy nadie duda que estas tres fuerzas políticas conformarán un bloque mayoritario en el próximo Parlamento Vasco. Hay otro detalle que no pasarán por alto ni en Vitoria ni en Madrid: las tres defienden el derecho a decidir.
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