BRUSELAS
Con las imágenes de los manifestantes en Grecia, los desahucios en España o las muestras de apoyo masivas a Salvini en Italia aún en la retina, los ministros de Finanzas se reúnen hoy en Luxemburgo para acordar un presupuesto para la Eurozona, que ayude a países en crisis a llevar a cabo reformas e inversiones clave en tiempos de dificultad.
Se da por seguro que habrá acuerdo en el instrumento presupuestario: la cuestión es a cuánto ascenderá, cómo se financiará y cuáles serán las condiciones. Los negociadores parten de una cifra inicial de 17.000 millones de euros, según informaciones preliminares y fuentes cercanas a las conversaciones. Esta cantidad estaría muy lejos de los 55.000 millones de euros que propuso la Comisión hace un año.
Con esas cifras sobre la mesa, se espera que los ministros de Finanzas de los Veintiocho negocien durante todo el día (y quizá la noche) para buscar un acuerdo. Alemania, Francia e Italia coinciden en lo fundamental, pero difieren en el tamaño y las condiciones del instrumento. El presidente francés, Emmanuel Macron, es quien propuso la creación del presupuesto hace dos años en un discurso en La Sorbona y quiere que este tenga un tamaño importante. Alemania, que ha aceptado la propuesta a regañadientes, buscará que sea pequeño y que se concentre en el apoyo a países que necesiten reformas. Holanda y los países del norte tampoco están muy por la labor.
España quiere que el presupuesto tenga un tamaño importante pero teme que se utilice como una herramienta de control sobre países a los que Bruselas obligue a hacer recortes. El Gobierno condicionará su apoyo a que sirva para combatir situaciones de crisis en países concretos y a promover la convergencia de los países de la Eurozona, a través de la financiación de inversiones. “Tenemos las ideas muy claras: si no sirve para eso, mejor no hacerlo”, aseguran fuentes del Ministerio de Economía.
A pesar de que las posiciones están alejadas, Bruselas se muestra optimista: “Tenemos expectativas positivas para el presupuesto. Tenemos al alcance un acuerdo en los puntos clave”, decía el vicepresidente para el Euro de la Comisión Europea, Valdis Dombrovskis, en una rueda de prensa el jueves. Y advertía a los líderes de las consecuencias de la falta de acuerdo: “Se dice que la UE se ha construido a través de las crisis, pero no tiene por qué ser así. Por eso invito a los líderes de la UE a que usen esta oportunidad para hacer nuestra unión económica y monetaria más fuerte”.
Más taxativo era el comisario de Economía, Pierre Moscovici: “Hay que conseguir un acuerdo en el marco de las discusiones en curso para el próximo marco plurianual [que empieza en 2021]”, declaraba en la misma rueda de prensa.
El presupuesto de la Eurozona contará con dos partes: la primera será una partida del presupuesto comunitario actual, que estará reservada para este fin en el Marco Financiero Plurianual de 2021-2027. La segunda, que es la que levanta mayores controversias, consistiría en aportaciones suplementarias de los países del euro. Del resultado de las negociaciones de esta noche dependerá si se aprueba esta segunda parte, cuál será su tamaño y cuáles serán las condiciones para recibir asistencia del nuevo instrumento.
Si se llega a un acuerdo esta noche, los detalles del instrumento podrían aprobarse en la cumbre del euro del próximo viernes en Bruselas, en la que participan los jefes de Gobierno de los Veintiocho.
Pero, ¿para qué sirve un presupuesto para la Eurozona?
La idea es que podría ayudar a los países que formen parte del euro, o que quieran entrar en él, a financiar inversiones en “innovación y capital humano”, incluso si se encuentran en medio de una crisis severa. Según economistas consultados por Público, las transferencias de inversiones entre países pueden ayudar a converger las estructuras productivas de las diferentes zonas.
También se espera que el instrumento apoye a países que necesiten asistencia para acometer reformas. “Tenemos que dotar a la Eurozona de mecanismos eficientes y soberanos que permitan afrontar de forma consensuada futuras crisis", destacaba hace un año Macron en una comparecencia de prensa conjunta con la canciller alemana, Angela Merkel, para defender la creación del instrumento presupuestario.
El presidente galo también dejaba claro que los Estados miembros podrían recibir apoyo del nuevo instrumento “solo si aplican políticas que operen de acuerdo con sus compromisos en virtud de la política económica europea y sus normas fiscales”.
La introducción de un presupuesto común para la Eurozona “ayudará a pagar reformas específicas e inversiones en países que sigan políticas económicas sólidas”, explicaba el presidente del Eurogrupo, Mário Centeno, en un discurso el mes pasado. Cada país participará con una parte, “cuya cantidad variará país por país”. Centeno incluso sugería que la importancia de este nuevo instrumento presupuestario, podría llevar a la creación de un superministro de Finanzas para la zona euro.
El presupuesto de la Eurozona pasaría así a complementar al actual de la Unión Europea, que es de 165.000 millones de euros para 2019 y representa alrededor del 1% del PIB de la UE. El 36% de los recursos se siguen destinando a la política agraria, que ha sido una de las principales áreas de acción de la UE desde su creación.
Más instrumentos anticrisis
Hay más temas sobre la mesa de negociaciones para completar la unión monetaria y económica. El presupuesto del euro podría ir acompañado de un fondo de rescate reforzado, el llamado Fondo Monetario Europeo, que sirva para ofrecer liquidez a países que sufran shocks asimétricos. Es decir, que ayudaría a países del euro con problemas, ya que no pueden decidir su política monetaria de manera autónoma; una evolución del actual Mecanismo Europeo de Estabilidad (Mede), que se creó en 2012, en plena crisis.
Parte del paquete de reformas que también están en discusión, aunque más lejos de un acuerdo, son la creación de un seguro de depósitos para la Eurozona y un seguro de desempleo comunitario.
Reformas como un sistema de seguro de depósitos común y la introducción de algún tipo de mecanismo solidario para compartir la deuda son algunas de las reivindicaciones que economistas como el Premio Nobel Joseph Stiglitz hacen desde los tiempos más crudos de la crisis financiera. En un libro publicado en 2016, el economista advertía que, si se quería mantener el euro, era imprescindible que se crearan mecanismos que lleven a una “solidaridad más profunda y verdadera” entre los Estados miembros. “Si estas reformas profundas no pueden hacerse, nos tenemos que volver a preguntar la cuestión fundamental del euro, [si tiene sentido que exista]”, defendía Stiglitz.
Está por ver si el tamaño de las reformas será suficiente para que no se repitan las cifras de más del 50% del paro juvenil que se han vivido en España y Grecia, y las primas de riesgo desorbitadas de 2011, cuando el país heleno superó los 3.500 puntos, poco después de pedir el primero de los tres rescates que recibió de Bruselas.
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