MADRID. Durante la Segunda República (1931-1936), el país experimentó la mayor renovación educativa conocida hasta entonces: aulas abiertas; bibliotecas; conversaciones; aprender haciendo; talleres o autogestión, entre otros métodos propios de la escuela nueva de Maria Montessori y Ovide Decroly, y de la Institución Libre de Enseñanza. La escuela rural se convirtió en el objetivo de la remodelación docente, e iniciativas como las Misiones Pedagógicas llevaron la cultura a los núcleos con mayores necesidades de alfabetización.
En este contexto, un maestro segoviano, pedagogo precursor de la escuela nueva en España, publicó un libro de literatura infantil que se posicionaría como uno de los títulos de referencia durante la República: Estampas de aldea. Pablo de Andrés Cobos (La Cuesta, 1899- 1973) describía, a modo de relatos literarios, distintas costumbres de la vida en los pueblos de los primeros años del siglo XX.
En su año de publicación, 1935, vendió más de 400 copias. La mayoría, a maestros que lo utilizaban como recurso educativo en sus clases. El dibujo de la portada era obra de Miguel Prieto, un importante ilustrador republicano exiliado en México y autor, también, del diseño del Canto general, de Pablo Neruda.
Las vacas, los chicos, las fiestas, los pastores y las tareas son las temáticas sobre las que gira este tratado etnográfico del mundo rural considerado peligroso por el franquismo y declarado como “libro prohibido”. Su autor fue condenado en septiembre de 1936 por un delito de “conspiración a la rebelión”, encarcelado cuatro años y apartado del magisterio para siempre.
Ahora, una iniciativa de los investigadores José Manuel Estebaranz y Ainhoa Zufriategui ha rescatado este libro clandestino, primero, y olvidado, después, reeditando un facsímil de la publicación original. Sin ayudas institucionales, el proyecto salió adelante gracias al micromecenazgo de particulares y asociaciones.
“El régimen elaboró listados de libros prohibidos que se quedaron ahí. No ha habido ninguna reparación ni ningún perdón hacia estas publicaciones, por lo que esta reedición ha permitido darle una segunda oportunidad y hacer una llamada de atención a la represión cultural del franquismo”, apunta Estebaranz. “Cobos fallece en 1973, sin sobrevivir a Franco, y queda como una persona condenada y represaliada, pero no reparada”, lamenta.
Maestro rural e intelectual republicano
Con la ayuda de Soledad de Andrés, la última hija de Cobos, Estebaranz y Zufriategui bucearon en el archivo familiar del maestro para trazar su historia de vida y explicar su papel protagonista en la renovación pedagógica de la República. “En Estampas de Aldea, él pretende hacer un homenaje a la vida rural, pero también facilitar al maestro un material pedagógico moderno, de calidad y rompedor con el tipo de contenido escolar que se venía haciendo”, aclara el investigador.
En la trayectoria de Cobos, destaca su compromiso hacia el mundo rural, donde entendía la educación como “única vía para emancipar a los olvidados de la tierra”. Participó en la Misiones Pedagógicas entre 1932 y 1934, empezando por su pueblo, La Cuesta, donde llevó el cinematógrafo y el gramófono. Pero no sólo fue un maestro rural. También: escritor, articulista y conferenciante. Coincidió en tertulias segovianas con Blas Zambrano y Antonio Machado, figuras influyentes en su vida.
Recorrió centros de Madrid, Barcelona, Zaragoza, Valencia y Bilbao que ya implementaban los métodos de la escuela nueva, y a su vuelta publicó ‘Un viaje por las escuelas de España’, reflejando las buenas prácticas docentes que había testimoniado en su periplo. Dirigió un orfanato y un grupo escolar en Madrid, y formó parte activa en la reforma de la enseñanza primaria. “Fue una referencia en la renovación pedagógica española y uno de los mayores pensadores de la República”, defiende Estebaranz.
Sobrevivió una decena de ejemplares
El golpe de estado militar contra el gobierno republicano sorprendió a Cobos en La Granja, Segovia, con su familia. Fue detenido el 21 de julio y encarcelado. No recobró la libertad hasta octubre de 1940. En su vivienda de Madrid conservó algunos ejemplares de Estampas de aldea, pese al peligro de guardar libros prohibidos por el franquismo. “Había circulares que instaban a los maestros a expurgar de las bibliotecas ese libro y que se remitiera a las autoridades educativas provinciales. Toda persona que lo ocultara corría riesgo”, anota Estebaranz.
Cuando ambos investigadores comenzaron este proyecto de rescate, sólo localizaron tres ejemplares de la publicación de Cobos en tres bibliotecas públicas. “Con el micromecenazgo, dimos con otros y, a día de hoy, hemos encontrado diez que están en manos de particulares, y todos tienen una historia interesante detrás de esa supervivencia, como la de una chica de León, que nos dijo que tenía ese libro en casa de su abuelo, un maestro republicano represaliado, y lo leía cuando era niña”.
Hoy, Soledad de Andrés conserva una edición especial del encuadernador, que enteló las portadas de tres ejemplares formando juntos la bandera republicana. Uno con tela amarilla, otro, roja y el tercero en color morado. “La hija de Cobos conserva la amarilla y una sobrina, la roja. El ejemplar con la tela morada se perdió”.
Adquisición de Estampas de aldea en: [email protected]
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