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Si Mariano Rajoy no precipita las elecciones generales este año, Andalucía será el primer territorio que ponga a prueba la solidez de Ciudadanos fuera de Cataluña. El presidente del partido naranja, Albert Rivera, se juega mucho en Andalucía, donde se va a librar la primera batalla electoral fuera de "la burbuja de cava catalán", en palabras de Susana Díaz. Aquí se va a testar si el auge de Ciudadanos en Cataluña puede extrapolarse al resto de España. Aquí se va a comprobar cuán sólida es la marca y el tirón de sus líderes nacionales -Rivera e Inés Arrimadas-, puesto que el eventual candidato de los naranjas a la presidencia de la Junta y actual portavoz, Juan Marín, adolece del tirón mediático y del hiperliderazgo de sus compañeros. Marín es el político andaluz más valorado en las encuestas, pero también es el más desconocido.
Ciudadanos aspira a romper el tablero electoral andaluz, como hizo en Cataluña, para luego consolidar sus expectativas nacionales. Cuenta con una de las ventajas que tuvo en Cataluña -la debilidad interna del PP- pero le faltan las otras dos: no tienen a Arrimadas y no tienen el monopolio del artículo 155 de la Constitución y la defensa de la unidad de España, porque la presidenta Susana Díaz tuvo a bien agarrarlo fuerte antes incluso que el PSOE federal.
Juanma Moreno, ha buscado un equilibrio imposible: acusar a Ciudadanos de "muleta" de un Gobierno socialista
La formación naranja ha sostenido al Gobierno socialista de Díaz durante los tres primeros años de legislatura. Ha sido un socio fiel y cómodo que apenas ha provocado sobresaltos en la alianza con el PSOE, más plácida y mucho menos turbulenta de lo que fue el pacto de Gobierno con IU en la anterior legislatura. Ciudadanos ha condicionado las políticas de la Junta desde fuera, porque Rivera no permitía gobiernos de coalición, pero su estrategia no se ha distinguido por la presión. No han sido contestatarios en público, no han sido críticos en exceso, no se han mostrado impacientes. Al contrario, han destilado un halo de "satisfacción" con el Gobierno socialista y el cumplimiento de su acuerdo de legislatura, que según el PSOE está cumplido al 80%. En una de las últimas preguntas dirigidas a la presidenta, durante la sesión de control al Ejecutivo, al portavoz naranja se le oyó decir: "Mi intención no es molestar", desatando murmullos en la bancada popular.
Ciudadanos y PSOE han sido un matrimonio bien avenido. Los naranjas les han puesto las cosas fáciles a sus socios y, a ratos, han ejercido más como oposición al líder de la oposición, el PP, que a la Junta. Esta es la legislatura en la que Susana Díaz ha sentido menos el azote de los populares, porque venía atenuado por el rifirafe previo de estos con Ciudadanos. A medida que avanzaba la legislatura -y mucho más desde que las encuestas han hecho saltar las alarmas en el PP por el sorpasso de los de Rivera- el pulso en el arco de la derecha se ha hecho más patente. El presidente del PP andaluz, Juanma Moreno, ha buscado desesperadamente un equilibrio imposible: acusar a Ciudadanos de "muleta" de un Gobierno socialista, pero con cuidado de no minar una futura alianza con los naranjas que le permita desbancar al PSOE de San Telmo tras casi 40 años ininterrumpidos en el poder.
El drama del PP andaluz
El drama del PP es que está condenado por el avance imparable de Ciudadanos, pero no pueden frenarlo porque, en realidad, suman votos a la derecha. El enemigo de mi enemigo es mi amigo. Pero, ¿es Ciudadanos antagonista del PSOE? En los últimos tres años ha estado lejos de serlo. En las últimas tres semanas -sobre todo desde la victoria en las elecciones de Cataluña- su distanciamiento táctico con los socialistas es evidente. Ciudadanos está rompiendo lentamente con Susana Díaz y, a juicio de la presidenta, el divorcio es más por interés de Rivera que de sus socios en el Parlamento andaluz, tan sorprendidos como los demás de haber sido el único grupo que se ha quedado orillado del pacto de financiación suscrito por el resto de fuerzas (PSOE, PP, Podemos e IU).
La formación naranja tenía hondas discrepancias con el PSOE sobre el modelo de financiación autonómica, fundamentalmente por su defensa del principio de ordinalidad, que los socialistas ni el resto de fuerzas aceptan. Pero habían consensuado aparcar esas diferencias en un voto particular, para poder lograr un acuerdo de mínimos de amplio alcance. El objetivo es que todos los partidos de Andalucía formasen un frente común, hablaran con una sola voz que diera legitimidad a las reivindicaciones de esta comunidad en el marco del Consejo de Política Fiscal, donde debe diseñarse el nuevo sistema de reparto de fondos. Ciudadanos estaba de acuerdo en anteponer los intereses andaluces a los del partido, más que nada, porque el acuerdo era más simbólico que real, puesto que la decisión final dependerá de un debate interterritorial más amplio.
Susana Díaz acusó a Rivera de escorarse "de la socialdemocracia al liberalismo"
Pero Albert Rivera -único líder político que aprueba entre los andaluces (5,4 puntos) según el Egopa- estudió las encuestas de intención de voto y mandó parar. Se salieron del consenso, y una jugada extemporánea y sorpresiva del PP (sumándose a última hora al acuerdo suscrito por los tres grupos de izquierdas) dejó a los naranjas en soledad parlamentaria a las puertas del 28F. El debate no está cerrado, continuará la próxima semana en la Comisión de Hacienda, pero el golpe emocional del aislamiento político en el Día de Andalucía se lo llevó de lleno Ciudadanos. Al grupo que pilota Marín se le vio a disgusto, incómodo y contrariado. Desde Madrid, en cambio, se abordó el asunto con mucha más tranquilidad. "Me hace mucha gracia eso del consenso andaluz", dijo Rivera en la Cadena Ser al día siguiente, "es muy fácil llegar a acuerdos para pedir más".
El líder naranja fue claro: un acuerdo de todos los partidos andaluces sobre financiación no tiene peso alguno, porque se trata de “un tema nacional”. Y luego dejó caer que Díaz ni siquiera tiene el consenso del resto de barones socialistas en este asunto, cosa que es cierta porque los intereses territoriales chocan unos con otros. Asturias y Aragón, gobernadas por el PSOE, han sellado un frente común sobre financiación con Galicia y Castilla y León, en manos del PP, porque a los cuatro les une el criterio de la despoblación y la dispersión poblacional a la hora de repartir fondos (entre otras cosas). La presidenta andaluza replicó enseguida a Rivera con mucho énfasis (como no lo ha hecho nunca contra sus socios), le acusó de escorarse "de la socialdemocracia al liberalismo", y de cometer el pecado original que los socialistas siempre le han achacado al PP andaluz: actuar como una sucursal del PP nacional en Andalucía, anteponer los intereses de partido a los de los andaluces.
El origen de esta crítica está en el rechazo de la derecha al Estatuto de Autonomía de 1980, una "espinita" -como lo llamó Javier Arenas- que se sacaron muchos años después, con su respaldo a la reforma del Estatuto (2007). Al pacto de financiación se le ha dado casi el mismo grado de importancia. “Defender la financiación de Andalucía es defender Andalucía”, dijo Díaz en el discurso institucional del 28F, un dardo directo a Cs. O estás conmigo o estás contra mí. Sólo que en el relato inicial ideado por Díaz iba a ser el PP quien quedase orillado del consenso, alineado con Rajoy y con el ministro Cristóbal Montoro. En lugar de ellos han sido los naranjas quienes se quedaron al margen.
De socialdemócrata a liberal
¿Cuál es la estrategia de Rivera en Andalucía? ¿Por qué ha dado un volantazo esta semana y torcido la línea recta de estabilidad que le ha unido a Susana Díaz estos tres años? En sus filas dicen que Ciudadanos se está “merendando al PP por la derecha y gana terreno al PSOE por el centro”. De ahora en adelante, hasta las elecciones andaluzas de 2019, Rivera necesita más que nunca mantener la equidistancia entre Rajoy y Díaz, los dos referentes institucionales de PP y PSOE. El desgaste del Gobierno, los casos de corrupción del PP, la desolación que han sufrido en Cataluña, y la fuga de votantes, afiliados y cargos públicos le facilitan las cosas por la derecha, donde está ganando más terreno. Pero sus estrategas le dicen que ese camino tiene un tope, un techo electoral donde los populares dejan ya de perder fieles.
El Egopa coloca a Cs como segunda fuerza, desbancando al PP tras 36 años de fracasos electorales.
En Andalucía, el sondeo de opinión más prestigioso (Egopa) coloca a Cs como segunda fuerza, desbancando al PP tras 36 años de fracasos electorales. Ahora Rivera necesita empujar al PSOE de Susana Díaz hacia la izquierda, para reinar en solitario como partido de centro, el espacio ideológico con el que más andaluces se identifican, según las encuestas. De ahí que los socios se hayan desmarcado del pacto andaluz de financiación, acusando al PSOE de haber formado un "tripartito" de izquierdas con Podemos e IU. El sudoku de los naranjas para acaparar todo el voto de centro habría cuadrado a la perfección, de no ser por la jugada sorpresa del PP, que en el último minuto decidió sumarse al acuerdo y colocó a Ciudadanos en una soledad parlamentaria que no ha vivido en estos tres años de mandato.
La escala ideológica de Andalucía tiene forma de pirámide y el vértice superior representa el centro, donde más personas se ubican políticamente. Dicho esto, PP y Ciudadanos suman el 38,1% en intención de votos, mientras que PSOE, Podemos e IU aglutinan el 52,9%. Hay una clara inclinación de la balanza hacia posiciones de izquierdas, aunque también la había en las autonómicas de 2015 y, sin embargo, a Díaz le fue imposible lograr el apoyo de investidura de Podemos e IU.
Los populares andaluces andan noqueados con esta encuesta, no se la creen, dicen que el ascenso de Ciudadanos está dopado por el éxito de las catalanas. Dicen que manejan sondeos propios, hechos desde la sede central en la calle Génova, que no niegan la crecida del partido naranja a costa suya, pero que les siguen situando a ellos por delante. El suelo electoral del PP andaluz es alto. De aquí a un año tienen que amarrar bien a sus fieles para que Ciudadanos vea agotado el caladero de votos a la derecha, y gire la cabeza para arrebatar apoyos al PSOE en el centro izquierda. Según sus encuestas internas, juntos estarían a un escaño de la mayoría absoluta y, por tanto, de propiciar un cambio de ciclo en Andalucía tras casi 40 años de socialismo en el poder.
Rivera no se cree estas cuentas y a Díaz no parece preocuparle. Según el CIS andaluz, el PP es el partido que más pierde en intención de voto (7,9 puntos) y se asoma peligrosamente al abismo: si Podemos e IU suman juntos lo mismo que les concede la encuesta por separado (10,5% y 8,3% respectivamente), los populares quedarían relegados a la cuarta y última fuerza del Parlamento. El PSOE está contento con las encuestas, pero también preocupado.
El Egopa ha arrojado un vuelco inédito en la intención de voto directo, un dato al que los partidos dan más credibilidad a la hora de hacer sus cálculos electorales. Se trata de los números fríos sin la ‘cocina’ de los autores del informe. En esta gráfica, Ciudadanos es el primer partido en voto directo, un 23,7%, seguido del PSOE (18,3%). El PP se descuelga de la terna con un 11,4%, y Podemos se ve adelantado por IU (5,2% frente al 4,4% de la marca violeta). La encuesta es demoledora con la oposición. Los dos partidos responsables de la gobernabilidad de Andalucía -PSOE y Cs- crecen, y los que han ejercido la oposición más dura -PP y Podemos- caen. Además, el 76% de los encuestados, con independencia de a qué partido vayan a votar, están convencidos de que ganarán los socialistas, ocho puntos más de confianza que hace un año.
La crisis del 28F
Tras la crisis del 28F, el equipo andaluz de Cs trata de restar hierro a su plantón al pacto de financiación, al fin y al cabo no forma parte del acuerdo de investidura con el PSOE. Pero Rivera ya ha marcado la nueva línea estratégica y todo apunta a un endurecimiento de la presión. El presidente del partido ha exigido desde Madrid a Susana Díaz una reforma electoral en Andalucía y la eliminación de los aforamientos en la Cámara autonómica antes de otoño. De lo contrario no habrá negociación para los Presupuestos de 2019, y Ciudadanos retirará su apoyo a la Junta. La presidenta le ha plantado cara: “Las elecciones andaluzas se deciden aquí, no en Madrid”.
Las diferencias ideológicas del PSOE y Ciudadanos no han impedido la aprobación sin sobresaltos de tres presupuestos autonómicos
Lo que ha destapado el pacto de financiación no es otra cosa sino las hondas diferencias ideológicas que separan al PSOE de Ciudadanos, que sin embargo no han impedido la estabilidad del Gobierno y la aprobación sin sobresaltos de tres presupuestos autonómicos. Algo que no fue posible con IU, con quien los socialistas comparten más programa. Díaz define a sus socios como “un partido de derechas”, pero también ha definido estos tres presupuestos pactados con Ciudadanos como “presupuestos de izquierdas”. Los naranjas lo llaman “de sentido común”.
El recorte paulatino del impuesto de sucesiones y donaciones, una tasa que grava más a las rentas altas, es otro ejemplo del giro liberal que la Junta ha hecho obligada por Ciudadanos. Sus diferencias en el pacto de financiación profundizan en ese sentido: Rivera prima el principio de ordinalidad, para que las regiones que más aportan al fondo común (las que concentran rentas más altas) no salgan perjudicadas con el nuevo reparto, es decir, que mantengan su posición en lo alto de la tabla como las comunidades con más recursos. Esto beneficia principalmente a Madrid y Cataluña, donde Ciudadanos tiene las mayores expectativas electorales.
La formación naranja cree que a la hora de distribuir los dineros entre regiones se debe primar a quien mejor gestione los recursos, sin aclarar qué índices de calidad se miden, quién los mide y cuánto afectará en este análisis el contexto socioeconómico de cada región. Es una filosofía que entronca con aquella frase de Albert Rivera que calentó las tripas de los partidos de izquierda: “Vamos a enseñar a pescar en Andalucía, no a repartir pescado”.
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