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MADRID – Dilma Rousseff (Belo Horizonte, 1947) es hija de una maestra brasileña y de un inmigrante comunista búlgaro. "Siempre escuché, vi y sentí, gracias a mi padre, la solidaridad que se debería tener con nuestro pueblo, especialmente con aquellas personas que tenían una vida más frágil", recuerda Dilma a Pablo Iglesias en Otra Vuelta de Tuerka.
Mientras estudiaba en la escuela secundaria, tuvo lugar el golpe de Estado contra el presidente João Goulart (1964) que aceleraría su proceso de politización: "Fue como si las cosas en Brasil se acelerasen". La juventud "empezó a ser consciente de la situación de nuestro país", señala.
Así comenzaría su militancia en el movimiento de resistencia contra la dictadura, y su posterior integración en la lucha armada. En una época en la que los referentes emancipadores de toda una generación pasaban por la revolución cubana, la resistencia vietnamita y el mayo francés. "De ahí vienen las lecturas de Régis Debray, del Che Guevara y la visión del foquismo. De un foco que movería al conjunto de la sociedad", reflexiona Rousseff.
Hasta que en 1970, y con sólo 22 años de edad, es detenida, encarcelada y torturada. Para la expresidenta brasileña, la tortura además de "evidenciar tus propios límites", te da la enorme convicción de que "el derecho humano básico, para nosotros, para una sociedad, es la democracia".
En este sentido, y conectando con los últimos acontecimientos acaecidos en Brasil desde su destitución como presidenta, Rousseff señala como "la democracia occidental está siendo amenazada por el avance de un Estado de excepción".
La mandataria brasileña señala entre las motivaciones del impeachment un intento de salvaguardar los intereses y proteger de los casos de corrupción a la oligarquía política y la voluntad de "concluir el programa en favor de las mayorías sociales", y no compatible con los intereses de las élites económicas, "iniciado con la llegada de Lula al poder". Programa que se concretaba en mantener "los tres grandes bancos públicos, Petrobras, Electrobras y la fuerza del Estado como mecanismos que garantizaran la asistencia a la población más pobre".
Y es que, como recuerda la ahora expresidenta Dilma Rousseff, en Brasil se había logrado "sacar a 36 millones de personas de la miseria extrema y elevar en 40 millones de personas a la clase media". "Este golpe fue hecho para esto. Porque ellos [las élites] sabían que ante la crisis el Partido de los Trabajadores no iba a arbitrar en beneficio de los más ricos, sino en favor del pueblo brasileño, porque ellos son la base del país", concluye.
*Traducción: FABIANA FERRAZ
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