Cuando, en la ya histórica mañana del 11 de enero de 2016, Iñaki Urdangarin se acercó al banquillo de los acusados de la Audiencia de Palma, sonrió y saludó cordialmente a su compañero de asiento. También trasegaron entre labios alguna veloz confidencia ininteligible. Urdangarin y su exsocio Diego Torres eran muy conscientes de que había muchos ojos observando su reencuentro después de siete años de descargarse la responsabilidad delictiva mutuamente. Los periodistas los miraban con los bolígrafos cargados sobre las libretas. Pero no sucedió nada reseñable. El reencuentro se desarrolló bajo una discreta cordialidad muy señorial.
Pocos minutos después de esta escena, abrían las librerías y se empezaba a distribuir en España el libro La verdad sobre el caso Nóos, publicado en editorial Foca y cuyo autor es precisamente el exsocio del ex duque de Palma. Diego Torres ya había advertido durante su reciente entrevista con Ana Pastor en La Sexta que no acataría el papel de chivo expiatorio. Programar el lanzamiento de su libro el mismo día en que se abre el juicio por el caso que comparte con Urdangarin y Cristina de Borbón no parece andanada leve para inaugurar la guerra.
Porque es una guerra. Aunque los contendientes presenten formas de civilidad exquisitas. En su libro, Diego Torres nos dibuja a un socio inicialmente cuasi perfecto ("No era el tonto útil [...]. Iñaki iba cada día a trabajar a la oficina. No tenía un horario distinto al resto de empleados. Venía temprano cada mañana y trabajaba una media de diez horas"), que acaba convertido en, prácticamente, un velado aprendiz de extorsionador sentimental tras ser apartado de Nóos por presiones directas de la Casa Real: "En 2006, la presión de los medios también acabó forzando su salida del Instituto Nóos. Tuvo que abandonar mucho más que un trabajo, todo aquello por lo que había luchado, el objeto de su ilusión. Se volvió más sombrío, menos empático. Sus intereses también se modificaron. Como ya no podía hacer lo que verdaderamente quería, decidió que al menos iba a ganar dinero. Negocios en Jordania, en México, en Portugal... Yo no estaba de acuerdo y no participé. De repente, empezó a pedirme comisiones que equivalían a la mitad de la facturación de los proyectos. No podía pagarle la mitad del total de la facturación de mis empresas, que, por supuesto, incluía proyectos en los que él nada tenía que ver, hasta mis honorarios como profesor e investigador. Me solicitaba tanto, que no me salía a cuenta".
La verdad sobre el caso Nóos también incide, con menos sutileza victoriana de la que exhibieron Urdangarín y Torres en su saludo de este lunes ante el banquillo, en los diferentes tratos que uno y otro han recibido por parte de jueces y fuerzas de seguridad. El relato del primer registro al domicilio de Torres, el 8 de diciembre de 2011, podría haber sido escrito por un okupa del Patio Maravillas: "No pude ni consolar a mi mujer y a mis hijos. La gente no sabe que te obligan a pasar horas de pie, mientras oyes insultos y risas dirigidos a ti. Recuerdo cómo [los policías y miembros del servicio de inteligencia] encontraron las cartas que nos escribimos mi mujer y yo cuando éramos novios con solo 17 años, cómo las leían delante de mí y se reían y me preguntaban sobre ellas". También denuncia irrupciones ilegales en su domicilio y otros abusos a los que, se queja, no fue sometido Urdangarin: "Sin embargo, no se habían inspeccionado las oficinas del duque de Palma, ni las de sus empleados, ni por supuesto su domicilio, ni el de ningún familiar suyo. Es más, según los periódicos, el día anterior el CNI avisó al rey Juan Carlos".
El grueso del libro de Torres se articula como una larga entrevista realizada por el experto en recursos humanos Antonio Montoya Ketterer, y a lo largo de esta prolija confesión el exsocio de Urdangarin insiste en asegurar que todos los movimientos de Nóos eran supervisados por la Casa Real con minuciosidad, lo que garantizaría su transparencia o los convertiría en cómplices en caso de probarse la comisión de delito: "[Urdangarin] jamás se hubiera atrevido a desarrollar una iniciativa económica y profesional sin tener antes la aprobación de la institución. Era realmente proactivo en consultar y confirmar que tenía aprobación antes de actuar". De hecho, el exsecretario de las infantas, Carlos García Revenga -cuya esposa incluso compartía cuentas bancarias con la infanta Cristina-, era consejero de Nóos.
Diego Torres aporta una veintena de correos que ratifican la observancia que -al menos al principio- mantuvo Urdangarin para informar puntillosamente de sus actividades a Zarzuela: "Querido Iñaki. Muchas gracias por la información de tu nueva empresa. A que no esperabas esta contestación! Pero como ves, soy muy cumplidora, ¿verdad que sí? Un beso a los niños. Abrazos, Sofía".
Al entonces aún no emérito rey Juan Carlos le envía el 10 de septiembre de 2004 un mail para "pedirle un par de gestiones que tendría interés en que pudiese mediar". Era para la organización del Valencia Summit, uno de los eventos investigados por emisión de facturas falsas. Solo 13 días después, otro correo informa al personal del Instituto Nóos de la incorporación del secretario de las infantas al equipo organizador del Valencia Summit.
Hay incluso correos que evidencian que incluso determinadas propuestas económicas (caso de la Fundación Laureus en 2005), era consultadas a Juan Carlos I antes de ejecutarse. Los más llamativos de estos documentos han sido rechazados como pruebas por el juez Castro, decisión que Diego Torres considera arbitraria. Y por eso ha escrito este prolijo libro: "Al lector solo le pido una cosa", señala en las primeras páginas. "Plantéese una pregunta: ¿y si la historia no fuera como se la han contado?".
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